Escape hacia la utopía. Julián Schvindlerman
al respecto. O, como dijo Daniel Kalder:
Sobre la contradicción no contiene sabiduría, y si de alguna manera desapareciera del tiempo y el espacio, la historia de la palabra impresa se vería enriquecida por su ausencia. Sin embargo, de sus propias contradicciones, puede surgir una cierta fascinación limitada. Intrincado e inútil, leerlo es como mirar a un modelo detallado de un barco dentro de una botella: te preguntas cómo lo consiguió su creador, mientras que también piensas que la energía habría sido mucho mejor gastada haciendo otra cosa.
El año 1937 parece haber sido prolífico para el escritor chino, pues tras producir Sobre la práctica, en julio, y Sobre la contradicción, en agosto, redactó Contra el liberalismo, en septiembre.
Piadosamente este es un ensayo breve, en el que Mao repudia al liberalismo y establece cuál ha de ser la conducta del comunista adecuado. Declara que hay una pugna en curso entre el comunismo y el liberalismo y que “todos los comunistas y revolucionarios” deben ser parte de ella. Mao enumera las once maneras principales en que el liberalismo se manifiesta. Cuando alguien está frente a una persona que está equivocada pero deja pasar las cosas y no discute con ella, eso es una forma de liberalismo. No hacer pública la posición propia o permanecer callado en las reuniones ni hacer nada por la vida colectiva, solo limitarse a murmurar, esa es otra forma de liberalismo. Preocuparse solo por evitar reproches y no involucrarse en polémicas aun a sabiendas de que otro está errando, esa es otra expresión liberal. Rechazar la disciplina y desobedecer órdenes también es una actitud liberal. Armar líos, desahogar rencores personales o buscar venganza son otros tantos modos de ser liberal. Escuchar opiniones contrarrevolucionarias y no informar sobre ellas es otra exteriorización de liberalismo. No agitar o propagandizar entre las masas o ser indiferente a ellas, eso también es liberalismo. No indignarse ni disuadir ni razonar con quien perjudica a las masas: liberalismo. Pasar los días vegetando y pensando “mientras sea monje tocaré la campana”, darse aires de veterano, ser negligente en el trabajo y flojo en el estudio, tener conciencia de los propios errores pero no corregirlos; todo ello es liberalismo.
“En una colectividad revolucionaria, el liberalismo es extremadamente perjudicial”, proclama. Debilita la cohesión, causa apatía, corroe la unidad, impide la aplicación de la política revolucionaria y aleja a los partidarios de las masas. En cuanto el liberalismo es oportunista, es decididamente opuesto al marxismo: “Se trata de una tendencia sumamente perniciosa”. Luego de haber socavado al liberalismo, Mao enuncia las virtudes del buen comunista:
El comunista debe ser sincero y franco, leal y activo, poner los intereses de la revolución por encima de su propia vida y subordinar sus intereses personales a los de la revolución; en todo momento y lugar ha de adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente por todas las ideas del partido y la ligazón de este con las masas; ha de preocuparse más por el partido y las masas que por ningún individuo, y más por los demás que por sí mismo. Solo una persona así es digna de llamarse comunista.
Citas del presidente Mao contiene un capítulo titulado “Comunistas”. Reúne varios pronunciamientos del líder chino sobre el tema, como el recién citado, y agrega otros. Así: “Los comunistas deben ser ejemplares tanto por su sentido práctico como por su previsión y clarividencia”, “Los comunistas deben ser los más perspicaces, los más dispuestos a sacrificarse, los más firmes”, “El comunista nunca debe creerse infalible ni comportarse en forma altanera, pensando que sobresale en todo mientras los demás no tienen nada bueno; jamás debe encerrarse en su pequeña habitación, ni fanfarronear, ni actuar como tiranuelo”, “Los comunistas no deben desdeñar o menospreciar a las personas políticamente atrasadas, sino acercarse a ellas, unirse con ellas, convencerlas y alentarlas a progresar”, “Los comunistas somos como la semilla y el pueblo como la tierra. Dondequiera que vayamos, debemos unirnos con el pueblo, echar raíces y florecer en él”.
En la década de 1950 Mao mostró su preocupación por el poder militar y el papel preponderante a escala global de Estados Unidos. La transcripción abreviada de una conversación que mantuvo con el primer embajador de Finlandia acreditado en China, titulada La bomba atómica no intimida al pueblo chino (1955), pone en evidencia ello. Tras observar que Beijing y Helsinki son naciones amigas, el líder chino declara que “de entre los países europeos, China tuvo guerras en el pasado solo con Inglaterra, Francia, Alemania, la Rusia zarista, Italia, el Imperio Austrohúngaro y Holanda” (mi subrayado).
Mao pretende mostrarse indiferente ante el peligro de una amenaza nuclear al postular que “el chantaje atómico de Estados Unidos no intimida al pueblo chino” y agrega:
Ese montoncillo de bombas atómicas que posee Estados Unidos no es suficiente para acabar con los chinos. Aun en el caso de que Estados Unidos, contando con un poderío de bombas atómicas mucho mayor que el actual, las arrojara sobre China hasta horadar el globo terrestre y volarlo, eso, aunque podría ser un acontecimiento de gran magnitud para el sistema solar, no significaría mucho para el universo en su conjunto.
Mao asegura que “las guerras mundiales nunca terminan a favor de los belicistas, sino de los partidos comunistas y pueblos revolucionarios del mundo” y ofrece la observación extraña de que cuanto antes lancen los imperialistas una guerra nuclear, “más pronto serán barridos de la faz de la Tierra”. Eventualmente, según Mao, se establecerán otras Naciones Unidas, una ONU popular, “con sede posiblemente en Shanghái o en algún lugar de Europa o en la misma Nueva York, si para entonces los belicistas norteamericanos han sido liquidados totalmente”.
Al año siguiente, el líder chino dialogó con “dos personalidades latinoamericanas” y los extractos de esas conversaciones se convirtieron en el texto El imperialismo norteamericano es un tigre de papel.1 Aquí Mao retoma la idea de que los débiles triunfarán por sobre los fuertes: “Los poderosos no pueden ganar, mientras que los débiles siempre logran la victoria”. Dirá de los imperialistas que “solo verlos nos produce malestar”. “El imperialismo norteamericano”, afirma, “aparentemente es muy poderoso” pero no hay que temerle puesto que “es un tigre de papel”. Mirado por fuera parece un tigre, nos explica el pensador chino, pero está hecho de papel “y no aguanta un golpe de viento y lluvia”. Vaticina el fin del imperialismo e invita a los dominados del mundo a unirse contra Estados Unidos, país que “oprime y explota a los pueblos”. De esta forma, los latinoamericanos de ascendencia europea que estén oprimidos deben unirse con la población indígena en los países donde hubiere que luchar contra el imperialismo, al igual que “nuestros amigos” los latinoamericanos, asiáticos y africanos, “camaradas” en el combate para “liquidar de raíz la opresión imperialista”. ¿Para qué se necesita el imperialismo?, preguntará Mao, y responderá: “No lo necesita el pueblo chino, no lo necesitan los demás pueblos del mundo. No hay necesidad de que exista el imperialismo”, concluye.
Cerramos esta selección de los muchos escritos del líder chino con el tomo III de las Obras escogidas, el cual contiene una ponderación de Mao de junio de 1945 que tipifica muy bien su fe en el esfuerzo de las masas, el triunfo del comunismo y el futuro de China. Se basa en una antigua fábula titulada “El Viejo Tonto que removió las montañas” y dice así:
Hay una antigua fábula china llamada “El Viejo Tonto que removió las montañas”. Cuenta que hace mucho tiempo vivía en el norte de China un anciano conocido como el Viejo Tonto de las montañas del norte. Su casa miraba al sur y frente a ella, obstruyendo el paso, se alzaban dos grandes montañas: Taijang y Wangwu. El Viejo Tonto tomó la decisión de llevar a sus hijos a remover con azadones las dos montañas. Otro anciano, conocido como el Viejo Sabio, los vio y dijo riéndose: “¡Qué tontería! Es absolutamente imposible que vosotros, tan poca gente, logréis remover montañas tan grandes”. El Viejo Tonto respondió: “Después de que yo muera, seguirán mis hijos; cuando ellos mueran, quedarán mis nietos, y luego sus hijos y los hijos de sus hijos, y así indefinidamente. Aunque son muy altas, estas montañas no crecen y cada pedazo que les sacamos las hace más pequeñas. ¿Por qué no vamos a poder removerlas?”. Después de refutar la idea errónea del Viejo Sabio, siguió cavando día tras día, sin cejar en su