Las pulsaciones de la derrota. Damaris Calderón
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se ven mejor las estrellas respirando
yo me entiendo con las mujeres y con los húsares
la poesía concreta da de comer a los enfermos
el Mar del Plata
tiene peces gordos bruñidos
la madrugada falsa es sórdida
el planeta Haroldo de Campos empieza a amanecer.
Girasol
Una mujer doblada
pidiendo
luz.
No es
mi madre
pero podría
serlo.
Ventanas se abren
Se cierran
Paredes
Rostros grises
Buhardillas
Oficinas
Oficinistas
Mujeres solas
Hombres solos
Familias
Chimeneas
Cortinas entreabiertas
Bocas gesticulantes
Sin sonido
Mudas
Escenas sórdidas
Ebullición de las habitaciones
Zumbido
Escaleras de incendio
Velas arden
Se apagan
Vidas extinguidas
Ahorcadas
Perpendiculares.
Las sombras se tragan el sur
La ceniza lava
Lava del volcán
Chaitén
Rojos huesos fosforescentes
Fumarolas estallidos
¿otra vez Pompeya?
Los hombres de Futaleufú no conocen Pompeya
(las sombras se tragan el sur)
crecieron con el volcán
como con otro animal dentro del paisaje
un animal manso durante miles de años
un animal que recordó
y empezó a mugir
a expandirse.
Un animal que, como cualquier otro,
necesita alimentarse y matar.
Belleza en el horror
en el fuego del Chaitén
en los caminos
en las vidas cortadas
(el fuego
la ceniza es el único camino
el lugar preciso donde llegar).
“–Por más de treinta años hemos vivido aquí
dejar atrás toda una vida”–.
Y se los llevan en helicóptero.
Un viejo cierra la cerca y dice que lo peor ya pasó
que confía en Dios
en los elementos.
Se hace uno con el paisaje.
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