Una camaradería de confianza. John Piper

Una camaradería de confianza - John  Piper


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que enviaba y recibía cartas, el cual terminó un año después con mi renuncia por motivos de conciencia».38 Ocho años después, él fundó la Misión al Interior de China bajo principios semejantes a los de la Institución de Müller. Pero veremos más de esa historia en el capítulo 3.

      Estos disidentes modernos no eran tan modernos —¡vivían sin deudas!

      Este asunto de las deudas, junto con la buena disposición para confiar en que Dios supliera las necesidades prácticas, es un ejemplo de cómo su individualismo y su adaptabilidad pragmática no sólo pusieron a Spurgeon, Müller, y Taylor en sintonía con el espíritu de la época, sino también era algo que los ponía radicalmente fuera de sintonía. Los tres rechazaron las deudas como un medio para dirigir cualquier ministerio cristiano. Y en lugar de eso, Müller y Taylor aplicaron el «principio de fe»,39 el cual consistía en que ellos buscarían a Dios y nunca irían directamente hacia ninguna persona para solicitar dinero.

      La conciencia de Müller estaba atada a Romanos 13:8: «No debáis a nadie nada». Él dijo: «No existe ninguna promesa de que Él pagará nuestras deudas, —más bien, la Palabra dice: “No debáis a nadie nada”».40 Él creía profundamente que esa forma de vida era la obligación de cada cristiano y llamaba a los cristianos a arrepentirse si alguno de ellos estaba endeudado. «Si el Señor nos está ayudando, nosotros deberíamos preferir sufrir privaciones antes que contraer deudas (…) Quisiera suplicarle al lector creyente que considere este asunto en oración; porque estoy muy consciente de que vendrán muchas aflicciones sobre aquellos hijos de Dios que no actúan conforme a Romanos 13:8».41

      Müller llegó al extremo de negarse a pagarle semanalmente al lechero, y acordó que sólo le pagaría diariamente.42 Él sí les pagaba a sus trabajadores un salario, pero sólo bajo el entendido de que: «si el Señor no se complace en enviar los medios necesarios en la fecha establecida para entregar los salarios, yo no seré considerado deudor para con ellos».43

      Taylor nació en el año en el que Müller fundó su Institución del Conocimiento de las Escrituras. A su debido tiempo, la reputación de la fe de Müller tuvo un gran impacto en Taylor. El obituario que Thomas Champness escribió para Taylor en 1905 muestra el alcance de la influencia de Müller:

      ¡HUDSON TAYLOR se ha ido! Un Príncipe de Israel ha sido llevado a su hogar. Él murió en China, la tierra que amó más que a la vida. Ahora que ya no está, nosotros vamos a escuchar más acerca de él. A su manera, él fue un gran hombre, como George Müller. Al igual que él, Taylor tenía más fe en Dios que en los hombres. La Misión al Interior de China, la cual fue fundada por él, era dirigida con principios similares a los del orfanato de Bristol. Todo lo que el escritor de estas líneas le debe a Hudson Taylor nunca se sabrá.44

      Bajo el liderazgo de Taylor, la Misión al Interior de China nunca contrajo deudas ni pidió dinero directamente.

      La influencia de Müller sobre Taylor fue directa desde el momento en el que se conocieron:

      Aunque Müller le había dado contribuciones económicas a Taylor desde 1857, parece que ellos no se conocieron sino hasta 1863, cuando Taylor llevó a Wang Laijun a Bristol para que se sentara a los pies de Müller (…) El gran anciano —que se acercaba a los 60 años, con un aspecto casi demacrado, barba blanca y cabello rebelde— le entregó dos regalos al joven. Sus lemas de vida, los cuales se convirtieron en los lemas de la MIC, fueron el primer regalo: «Eben–ezer» («Hasta aquí nos ha ayudado el Señor») y «Jehová Jireh» («El Señor proveerá»). Taylor los transcribió en chino, y los imprimió en la portada de cada número de su revista titulada China’s Millions: Yi–ben–yi–shi–er (Eben–ezer) y Ye–he–hua–yi–la (Jehová Jireh). El segundo regalo de Müller fue su sistema de contabilidad divina: cada donación que recibía tenía asignado un recibo numerado, y Müller los publicaba en orden consecutivo, de manera anónima, en ocasiones regulares.45

      Por su parte, así como Müller y Taylor, Spurgeon decía que el aborrecía las deudas de la misma forma en la que Martín Lutero aborrecía al Papa. Todas las construcciones que edificó fueron hechas libres de deudas.46 Pero parece que él no adoptó el principio de no pedir fondos a los hombres de la manera en la que lo hacían Müller y Taylor. La explicación parece bastante clara. Él era un pastor con la carga de predicar y aplicar las Escrituras a su rebaño, no se trataba meramente de organizaciones paraeclesiásticas, sino específicamente de sus relaciones con las personas. Una de esas relaciones era la que tenía con la iglesia local a la que pertenecía —el Tabernáculo Metropolitano. Si algún texto que el pastor aborda involucra la enseñanza de que los miembros de una iglesia deben sostener financieramente a la iglesia, entonces el pastor no sólo puede exhortar a las personas para dar, sino que dejaría de ser fiel al texto si no los exhortara.

      Spurgeon amaba a Müller como un camarada cercano a su ministerio, y como uno de sus héroes. Él tenía conversaciones constantes con Müller47 y lo llamaba su «querido amigo». Müller predicó en algunas ocasiones en el Tabernáculo Metropolitano de Spurgeon.48 Los elogios de Spurgeon hacia Müller no tenían paralelos hacia ningún otro hombre de la época. «Nunca he escuchado a un hombre que le hable a mi alma con más profundidad que el querido Sr. Müller».49 «A veces pienso que me gustaría cambiar de lugar con George Müller en el tiempo y en la eternidad, pero no conozco a nadie más de quien pueda decir eso».50

      Probablemente, Taylor fue la persona a la que Spurgeon admiraba casi a la par de Müller. Pero por la naturaleza de las condiciones, la relación entre ellos no podía ser tan cercana, porque Müller estaba a sólo unas horas de distancia en Bristol, y Taylor estaba en China la mayor parte del tiempo. Sin embargo, Spurgeon llegó a cantar elogios para Taylor y la Misión al Interior de China:

      Ninguna misión existente en nuestros días tiene nuestra plena confianza y nuestros buenos deseos tanto como la obra del Sr. Hudson Taylor en China. Esa obra se conduce bajo aquellos principios de fe en Dios, los cuales se encomiendan de manera muy afectuosa a lo más profundo de nuestra alma. El hombre que está a cargo es «instrumento para honra, santificado, útil al Señor». Sus métodos de procedimiento exigen nuestra veneración —y con lo cual nos referimos a algo más que nuestro juicio o nuestra admiración; y el éxito que acompaña a esa obra es tal, que anima nuestro corazón y revela el sello divino que está sobre todo ese proyecto.51

      En otras palabras, el hecho de que Spurgeon no estuviera dispuesto a utilizar exactamente la misma estrategia de recaudación de Müller y Taylor no disminuyó el afecto, la admiración, y el apoyo que tenía hacia ellos. De hecho, él admiraba la fe de ellos y la estrategia que usaban.

      La raíz unificadora de las finanzas renegadas

      ¿Por qué razón Taylor y Müller adoptaron el patrón de no pedir fondos directamente a las personas?52

      Müller dio la respuesta más clara —Y esa respuesta demuestra cómo es que él junto con Spurgeon y Taylor estaban totalmente fuera de sintonía con su época. Müller dio tres razones por las cuales iba a establecer los orfanatos, y las escribió en orden de importancia:

      Las tres razones principales para el establecimiento del orfanato son: 1) Que Dios pueda ser glorificado —si es que Él se complace en proporcionarme los medios— a través de hacer visible el hecho de que no es cosa vana confiar en Él; y que, como resultado, la fe de Sus hijos pueda ser fortalecida. 2) El bienestar espiritual de los niños huérfanos. 3) El bienestar temporal de ellos.53

      Eso es verdaderamente impactante, y es una evidencia segura de que Müller era un extranjero y peregrino en la tierra, y de que su verdadera ciudadanía y su tesoro estaban en el cielo. La gloria de Dios era preeminente para él, antes que el bienestar temporal de los niños. El cuidado de los niños sólo era un fruto de su intención de glorificar a Dios a través de demostrar que Él es digno de confianza. Ese es el don más alto y perfecto que Müller tenía para los niños y para el mundo. Sin ese don, todo lo demás es vano.

      Esa es la razón por la cual Müller administraba los orfanatos de la manera en la que lo hizo —y


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