La guerra cristera. Lourdes Celina Vázquez Parada
de la comprensión es la concreción de la conciencia de la historia efectual.i
Para Gadamer, el lenguaje mantiene su universalidad, ya que todos nuestros sentimientos, impresiones y experiencias se expresan a través de él; además, como toda crítica —que nos lleva más allá del esquematismo de nuestras frases—, adquiere la forma lingüística; el lenguaje se mantiene a la altura de la razón: “La conciencia hermenéutica se limita aquí a participar en lo que hace la relación general de lenguaje y razón […] El lenguaje es el lenguaje de la razón misma”.o
Al partir de la idea de Gadamer, de que toda comprensión es una interpretación, en la nuestra seguramente está presente la propia carga intelectual, afectiva y valorativa:
La conciencia histórica se malentiende a sí misma cuando para comprender pretende desconectar lo único que hace posible la comprensión. Pensar históricamente quiere decir en realidad realizar la transformación que les acontece a los conceptos del pasado cuando intentamos pensar en ellos. Pensar históricamente entraña en consecuencia siempre una mediación entre dichos conceptos y el propio pensar. Querer evitar los propios conceptos en la interpretación no sólo es imposible sino que es un absurdo evidente. Interpretar significa justamente aportar los propios conceptos con el fin de que la comprensión del texto se haga realmente lenguaje para nosotros.p
La conciencia histórica está presente también en la selección misma de los textos escritos y la recuperación de los testimonios, donde, además de mi propia carga afectiva e intelectual, se suma la de los entrevistados. Esto es inevitable porque, desde la perspectiva hermenéutica (de acuerdo con Husserl), somos “ser en el mundo”, sujetos con intuición frente a un complejo campo de significados.
Pero, ¿cómo penetrar en la conciencia histórica de la Cristiada si mi propia interpretación parte de sentidos interpretados? Esa es precisamente la tarea hermenéutica, en la medida en que pretende constituirse en una filosofía sobre el sentido del sentido: leo e interpreto los elementos que permanecen en la conciencia histórica de testigos y protagonistas, narradores y la jerarquía católica, acerca del hecho cristero, para integrarlos y analizarlos como elementos constitutivos de la conciencia histórica del occidente mexicano en el tercer milenio; luego, entonces, mi interpretación es una lectura de hechos previamente interpretados.
Esta multiplicidad de interpretaciones posibles, y su relatividad, sólo complejizan el problema de la objetividad de la interpretación de los textos. ¿Qué se puede decir al respecto? A la lectura de la guerra cristera que hicieron los testigos y protagonistas, los autores de cuentos y novelas y el Episcopado mexicano y su Comisión para las causas de beatificación de los mártires de la guerra cristera, se sumaría mi propia lectura de los hechos a través de los textos seleccionados, testimonios recogidos y documentos emitidos. Una interpretación de otras interpretaciones. ¿Cuál es, entonces, la especificidad de mi lectura? Interpretar significa para mí —parodiando a Gadamer— aportar mis propios conceptos con el fin de que la conciencia histórica de la guerra cristera se haga discutible y cada vez más comprensible.
Esto nos lleva a reconocer que no hay una única interpretación “objetiva” de los textos literarios o históricos. La situación se complejiza en el caso de los testimonios —textos mediatizados— que se analizan en los capítulos v y vi. Desde la perspectiva hermenéutica, tanto en Gadamer como en Ricoeur, se reconocen dos limitantes: en primer lugar, la renuncia al saber absoluto, a la identificación del fundamento trascendental y a la justificación última de toda ciencia; en segundo, que en la hermenéutica la subjetividad no tiene la pretensión de ser el fundamento último, ya que la comprensión de sí coincide con la interpretación que se haga de los elementos mediadores (signos, símbolos y texto). En resumen, en la propuesta de Ricoeur, la interpretación está sujeta a una triple contingencia: la de los símbolos y los textos escogidos —que son parte de una cultura, no tienen significado unívoco, y la individualidad del intérprete.
Si cada lector puede dar a los textos la interpretación que quiera, ¿cuáles son entonces los límites de la interpretación? Desde una visión pesimista, en cuanto a las posibilidades de objetivar la interpretación, Jensen parece asumir la postura extrema de la relatividad cuando señala que la interpretación “normalmente no puede ser objeto de (des)acuerdo en una comunidad científica o en un foro público. Más bien, la validez de tal interpretación se hace depender de la confianza en la experiencia y sensibilidad del intérprete, en su legitimidad y autoridad, o también de la percepción de que la interpretación es original y estimulante”.a Además de esta postura basada en la confianza y autoridad moral del intérprete, otros autores abordan el problema y aportan elementos desde sus respectivas disciplinas.
Umberto Eco, quien distingue entre “interpretación” y “uso” de los textos, señala que “El texto es un artificio cuya finalidad es la construcción de su propio lector modelo”; además, un texto debe tomarse como parámetro de las propias interpretaciones (aunque cada nueva interpretación enriquezca nuestra comprensión de ese texto, o sea, aunque cada texto sea siempre la suma de la propia manifestación lineal y de las interpretaciones que de él se han dado). Pero, para tomar un texto como parámetro de las propias interpretaciones, debemos admitir —al menos por un instante— que existe un lenguaje crítico que actúa como metalenguaje y permite la comparación entre el texto, con toda su historia, y la nueva interpretación.s La objetividad de la interpretación, para Eco, está en la semiosis; en la comprensión del texto dentro de su contexto y su recepción histórica, y la comparación que se establezca desde una nueva interpretación basada en el uso de un lenguaje crítico o metalenguaje.
En ello parece coincidir Gilberto Giménez, cuando establece la prioridad del método para la objetivación de la interpretación; así, la interpretación se vuelve objeto de discusión. Para Giménez, la cientificidad consiste en hacer al objeto esencialmente discutible, y esto se logra sólo si la interpretación está basada en la utilización adecuada de un método.d
Como propuesta epistemológica, la hermenéutica pretende ir más allá: recuperar y describir las diferentes posibles interpretaciones; apropiarse de las diversas metodologías para el análisis interpretativo, y hacer uso de ellas para obtener un conocimiento profundo del texto; comparar las diversas interpretaciones y llegar al momento hermenéutico, planteando una interpretación creadora. La hermenéutica se propone como perspectiva epistemológica y no como metodología particular para el análisis de textos históricos y literarios; perspectiva desde la cual puede accederse al conocimiento científico a través de las diferentes disciplinas, con el hombre como centro de su atención —no como explicación última.
Los niveles del análisis
La teoría de la interpretación de Paul Ricoeur, con estas características, se ofrece como alternativa para el análisis de los textos que componen el objeto de este libro. Sugiere un método de análisis con tres grandes momentos importantes y que denomina la triple mímesis: descripción fenomenológica, participación en la dinámica del simbolismo e interpretación creadora; el autor explica su propuesta alrededor de su concepción relacional del tiempo y la narración: “entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la existencia humana existe una correlación que no es puramente accidental, sino que presenta la forma de necesidad transcultural. Con otras palabras, el tiempo se hace tiempo humano en la medida en que se articula en un modo narrativo, y la narración alcanza su plena significación cuando se convierte en una condición de la existencia temporal”.f Se trata de una epistemología con fundamento ontológico que basa toda comprensión de sí en la mediación del análisis de los signos, símbolos y textos en general, y hace depender la comprensión del ser de la interpretación hermenéutica. La identidad simbólica es la identidad del yo a partir de la interpretación de los símbolos. En la hermenéutica de Ricoeur, en Tiempo y narración, la identidad del yo se constituye como una identidad narrativa o narrada.
Descripción fenomenológica del simbolismo. Mímesis I
La hermenéutica recupera la preocupación de la fenomenología