Escultura Barroca española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la sociedad del conocimiento. Antonio Rafael Fernández Paradas
Pedro de Mena alcanzó dicha dignidad, y Francisco Salzillo fue inspector del tribunal.
Aunque algunos escultores habían evadido la cotización de impuestos,[43] era difícil subir el peldaño de la nobleza. Algunos lo ostentaron, aunque en los niveles inferiores. En 1620 Martínez Montañés solicitaba que se abriera información probatoria de limpieza de sangre y de nobleza a su favor, señalando que sus antepasados fueron “cristianos viejos”, y Pedro de Mena se jactaba de poseer nobleza de sangre. Otro ejemplo inusitado nos lo ofrece el arquitecto y ensamblador Andrés García de Quiñones, quien en 1777 pugnaba por obtener carta de hidalguía de la Chancillería de Valladolid.
La mayor aspiración de un escultor era llegar a ser nombrado escultor de cámara del rey. Si bien la Corte procuró tener acreditados a los pintores como artistas de cámara, para los escultores hubo menos nombramientos. Fueron escultores de cámara José de Mora, La Roldana, Nicolas de Bussy y Pedro Duque Cornejo. Alonso Cano parece que rozó un nombramiento real pues Lázaro Díaz del Valle informa acerca de la llegada de Cano a Madrid en 1638 procedente de Sevilla por expreso deseo del conde duque de Olivares para que ejerciera como pintor y ayudante de su cámara.[44]
En la solicitud realizada por José de Mora para acceder al cargo de escultor de cámara del rey, así como en el nombramiento, hallamos mención a otros escultores que disfrutaron de tal posición con anterioridad a él, como fueron Pedro de Obregón y Juan Bautista Morelli.[45] Nicolás de Bussy, fraile, según Ceán Bermúdez procedente de Alemania (desmintiendo la información de Palomino que lo hacía natural de Italia), llegó a España de manos de Don Juan de Austria, hijo de Felipe IV, que lo nombró escultor de cámara. Siguiendo a Ceán, Carlos II le concedió el hábito de Santiago y renta suficiente para vivir con la decencia que le correspondía. Durante la estancia de Felipe V en Sevilla, Pedro Duque Cornejo fue nombrado por la reina su estatuario de cámara y, regresando con los monarcas a Madrid, –siguiendo a Ceán Bermúdez– vio frustrada su aspiración de ser nombrado escultor de cámara del rey, por el fallecimiento de este. Otro artista que recibió el nombramiento de escultor de cámara, según informa Ceán, fue Rodulfo Corrado, quien lo recibió del Archiduque Carlos a su paso por Valencia con motivo de la guerra de Sucesión.
La dignidad lograda por La Roldana de manos del rey merece una atención particular dado que, si el número de artistas que llegaron a ser nombrados escultores de cámara del rey fue significativamente muy inferior respecto a los nombramientos de pintores, aún más complejo resultaba para una mujer artista acceder a ese título. Dado que el caso de La Roldana será desarrollado en otro capítulo de este libro, me limitaré aquí a destacar que el 10 de enero de 1706, la Accademia di San Luca en Roma la nombró “Académica di Merito”. Pocas veces esta honra se concedía a artistas o escultores españoles y nunca antes a una mujer española, pero el mismo día que la nombraron Accademica di Merito murió La Roldana, cinco días después de firmar una declaración de pobreza.
Ya avanzado el siglo XVIII, el cargo de escultor de cámara se hizo más frecuente, pero en esto tuvo ya su participación la Real Academia de Bellas Artes.
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ÚBEDA DE LOS COBOS,