Daguerrotipos. Juan Carlos Núñez Bustillos
echado a perder. Fue una época preciosa, realmente no era mi galería, estábamos de socios Luis Rutilio Medina, Fernando Robles, y otro pintor del que no me acuerdo su nombre; éramos artistas jóvenes que no teníamos ni un cinco para comprar nada, pero ahí estábamos, haciéndole la lucha a Guadalajara.
—Yo lo recuerdo perfectamente, porque nosotros terminábamos de ensayar en la compañía de ballet de Bellas Artes e íbamos todos a visitar las galerías de Chapultepec. Además, era una época en la que todos los de la cultura nos conocíamos; éramos relativamente pocos, éramos una familia. Ahora me entero de que vas a exponer y me da un gusto enorme, porque tienes mucho tiempo sin exponer en Guadalajara; ¿qué serán, más de treinta años? Nunca te preocupó demasiado exponer, además no lo necesitabas, yo sé que tú obra vuela, ahora sí que vuela, en los dos sentidos.
—La verdad es que yo estaba consciente y sabía que tenía que viajar, es parte del aprendizaje de un artista, los viajes confrontan. Tenía que ver qué se está haciendo en otros países, es muy importante para el desarrollo de un artista, por ahí dicen las malas lenguas que me tomé “treinta y cuatro años sabáticos”.
—Sí, lo creo. Te digo que estás “echado a ganar”, no a perder, Alejandro. Mira que treinta y cuatro años haciendo lo que te gusta, ¡qué maravilla! Esto marca definitivamente a un ser humano. ¿Qué se le puede preguntar a Alejandro Colunga que no le hayan preguntado ya? Creo que te han preguntado de todo, hasta indiscreciones, supongo. Sabemos que eso del “culto a la personalidad” no funciona, así que opto por una charla entre amigos, por conversar, por el invitarte a decir eso que traes en el alma. Y bien, empezaría por preguntarte ¿cómo te sientes ahora con esta magna exposición, que está siendo visitadísima, y muy bien recibida por el público tapatío?
—Me siento muy satisfecho y muy contento, porque entregué todo mi corazón, no anduve con pichicaterías en ningún aspecto y quise entregar todo mi corazón a Guadalajara y que no se dijera que les hice una exposición al “ai se va”. Y la respuesta fue igual, creo que fue una entrega mutua, y que se cumplió realmente para lo que fue realizada esta exposición. También quiero decir que no fui yo solo el que expuso en realidad, hubo tanta gente que sacrificó su tiempo, su fe en este proyecto, muchísima gente, y estoy hablando de los maestros fundidores, de los marmoleros, de los herreros, de los carpinteros, de mis asistentes, del mariscal Tico, que sin él, bueno, no salen las cosas... y tanta gente que entró a apoyarnos. Yo estaba sorprendido, yo no lo hice con intención de sacar algo, más bien de entregar.
—Lo entiendo así, lo veo así. Yo que conozco tus piezas desde que iniciaste, que conozco tu trayectoria, ¿sabes qué me sorprende más que todo, Alejandro? La enorme capacidad de recursos que tienes, para estarte reinventando, en el mejor sentido, cambiando, no te repites, vamos, tienes una de recursos que uno dice: ¡cómo es posible!, y me pregunto, ¿cómo pudo Guillermo Sepúlveda, en su labor de curador, manejar todos estos recursos para darles un tono, un ritmo, un sentido a la exposición? La sala de los magos, la sala de los zapatos, ¡esto es maravilloso!
—Guillermo ha crecido muchísimo en los últimos treinta años, se ha hecho enorme. Para mí es uno de los mejores curadores del país; no porque curó mi muestra, sino porque realmente ha hecho cosas sensacionales y además es un gran promotor del arte joven; él ha apostado siempre por el arte joven. Y también hay que mencionar la labor de Daniel Liebson, con sus maravillosas museografías, sus ambientaciones, pues, eso que tú viste, fue una fiesta de cooperación, un encuentro de gente que estábamos en lo mismo, y ya con varios años en esto, y entonces todo esto se dio, no porque yo le eché tantas ganas, sino porque la gente alrededor de mí lo hizo.
—No eres tú solo, eres tú con los otros.
—Más bien sí... porque sin ellos no se hace la muestra.
—En realidad, Alejandro, así es la vida, uno solo no hace nada. Es “uno con los otros”. En este panorama nacional en que Jalisco destaca y se proyecta hacia el internacionalismo por una figura como Alejandro Colunga, yo creo que tú, con otras figuras como Toledo, como Julio Galán, como Rodolfo Morales, serían importantes representantes del panorama nacional, correspondientes a nuestro momento, ¿no crees?
—Sí. Yo no olvidaría a Juan Soriano, y a algunos más que a estas horas de la mañana —yo diría de madrugada— no recuerdo, pero sí, ahorita que los mencionaste, sí quiero decir que yo aprendí mucho de ellos, los quiero mucho y los respeto mucho, me refiero a Galán, a Toledo, a Soriano, a los maestros oaxaqueños, Rodolfo Morales, Rodolfo Nieto y a toda esa pléyade de grandes artistas; al maestro Felguérez. Ante ellos, uno abre su corazón para aprender no sólo como grandes artistas que son, también como grandes seres humanos.
—Hablemos ahora de la magia que ha tamizado tu obra entera, y que desde jovencito te ha acompañado. Recuerdo en las reuniones entre amigos, en las que coincidíamos, de pronto te gustaba la magia, y hacías alguno que otro milagro. Dime, ¿por qué la magia? Supongo que debes haber tenido una infancia muy mágica.
—Sí, la magia está muy ligada al arte. Realmente yo creo que la magia radica en hacerlo todo con amor y no es tanto truco. Tiene que ver con la actitud de, realmente, si no entretener, hacer llegar un sentimiento al espectador, y eso es muy difícil de lograr y hay que trabajar mucho. Yo a los magos que tuve la oportunidad de conocer en algunas ciudades de Estados Unidos y en México, ellos me traducían esos trucos maravillosos en trabajo; en realidad, la magia radica en dos pilares, en el trabajo y en el amor a esto, si no, nada más la magia no se te da, y a mí desde niño siempre me gustó aprender trucos que a veces se convertían en verdadera magia, se vuelven milagros, el milagro de comunicar, que tú lo conoces muy bien, es un milagro el de la comunicación, y cuando se logra es maravilloso.
—Has dicho exactamente la verdad. La intención de la magia, el sentido de lo cotidiano, y el poner la fuerza del amor, la fuerza de la alquimia, ésa es la verdadera fuerza que transforma y que, de pronto, las cosas se van dando y dices, “es más de lo que merezco”, sí, de pronto lo dice uno, pero, en tu caso, yo me imagino —corrijo—, no me imagino, tengo la certeza, de que tú, con cuarenta años dándole y entregando tu trabajo, eres un gran maestro. Vi el video que te hicieron, te vi en ese video jugar con la pintura, y ponerla y quitarla, como te dio la gana. Haces lo que quieres, Alejandro, lo que quieres con la pintura y ella te responde como tu mejor amante.
—¡Has pegado en el clavo, Yolanda! La pintura es la mejor amante, y bueno, da más que pide, y realmente yo me he dado cuenta de que a través de los años ese simple trazo, ese simple color embarrado en la tela y que sale y te sorprende, pues es una reciprocidad; me doy cuenta de que también el arte ama, está vivo, el arte es vivo, cuando uno lo hace con el corazón, y es recíproco, yo le doy pero tal vez ella me da, como cien veces más, como decía un sabio por ahí de la India, si tú te acercas a algo que amas y das un pasito, esa persona va a dar tal vez, mil pasos hacia ti.
—Sí, porque eso es el amor, el amor no es decir “me privo de esto para darlo”, no, es “me reafirmo en esto y crezco porque soy capaz de dar”.
—Sí, y aparece la magia de la generosidad, si eres generoso se te va a regresar una montaña de generosidad, eso es lo que sale, el producto es eso, mucho trabajo con amor.
—Ahora, a propósito de tu trabajo, hay unas características muy especiales tuyas, lo híbrido, mezclas elementos, el animismo: le das vida a los zapatos, por ejemplo, y por otro lado el antropomorfismo, y todos esos aspectos que tú los manejas de manera genial, y la prueba está en que cuando llega uno al museo ahí están las tarántulas, entre que no sabes si te quieren saludar y brincarte como perritos, o te quieren devorar.
—Las zapatarántulas.
—¿Así se llaman?
—Zapatarántulas, sí.
—Y toda esta metamorfosis que tú convocas, ¿de dónde emerge?, ¿realmente de tus pesadillas, como dices?
—Es una mezcla de realidad, irrealidad y pesadillas, y no nada más de pesadillas sino de sueños agradables. Precisamente estaba oyendo a un músico maravilloso que adoro y amo desde niño cuando se me ocurrió hacer esa tarántula que tú ves así, muy