Solo tengo un plan A. Laia Andía Adroher

Solo tengo un plan A - Laia Andía Adroher


Скачать книгу
mi defensa diré que me hizo prometer que no diría nada y que no contábamos con que volverías tan pronto. —No hace falta que exponga el motivo de mi quedada, Vanesa me conoce incluso mejor que yo misma.

      —¿Seis años es volver pronto? No tiene sentido que os haya hecho prometer algo así, ¿tampoco pensaba decírmelo él? —Quizás me haya olvidado, pero podría mantener un poco del cariño que nos teníamos.

      —Sí, te ha olvidado —pues lo que yo decía—, aunque… la noticia no es solo que están juntos… Se prometieron hace dos semanas.

      —¿Cómo? ¿Cuánto llevan juntos? ¿Por qué está con ella? ¿Os ha hablado de mí? ¿Sabe que he venido? —Tengo demasiadas cuestiones ahora mismo.

      —Frena el caballo, reina; yo no le he dicho nada, pero lo sabe medio pueblo, así que a la otra mitad, poco le queda. Habla con él y que sea él quien responda a todo eso. Yo no me hago responsable, pero piensa que te fuiste, que han pasado seis, cuatro o tres años, desde donde quieras contar, y todo el mundo tiene derecho a rehacer su vida, que tú tampoco te lo has pasado mal…

      —Yo no estoy prometida —me quejo.

      —Envíale un mensaje, proponle quedar y luego yo estaré aquí para la buena fiesta de bienvenida que te mereces; han renovado todo el hotel y hay un coctelero ideal… Hoy amuéblate, mañana eres mía.

      Y tal como ha venido, se va. Esta es mi mejor amiga, ni una cerveza se ha tomado. Y me da a mí que el coctelero le ofrece algo más que simples cócteles. Pero quizás tenga razón, debo hablar con Álvaro. Por mucho miedo que me dé la situación, debo afrontarla como mujer adulta en la que me estoy convirtiendo. Tal vez debería haberme tomado más molestias y venir algún que otro verano o vacaciones por aquí para seguir manteniendo la esperanza entre los dos, pero de nada me sirve ahora lamentarme de todo lo que podría haber hecho. Prefiero coger el toro por los cuernos el primer día y sacármelo de encima, si no, las minivacaciones se me pueden hacer muy largas. Y, de hecho, he venido aquí para estar con mi familia. Lástima que lo haya tenido que ver nada más llegar y que estuviera tremendamente guapo.

      Lara: Holiii, no te lo creerás, pero estoy en casa… ¿tomamos algo esta noche?

      Capítulo 1

      ¿Es normal que esté nerviosa? Acabo de enviarle el mensaje y he vuelto a mis quince años y la primera vez que me dijo de quedar. La recuerdo perfectamente, estaba esperando a que mi hermano regresara a casa, porque mi gran cabecita me había hecho olvidar las llaves dentro y de repente Álvaro apareció. Estaba escuchando música en las escaleras del porche cuando se me acercó y me sacó un auricular. Ya teníamos buena relación, entre que no somos muchos de generaciones parecidas y que es uno de los mejores amigos de mi hermano, teníamos bastante acercamiento. Pero nunca estábamos solos ni con esa proximidad. Cuando acabó la canción, me informó de que mi hermano se retrasaría y me propuso de ir a tomar un helado mientras lo esperaba. Después de esa tarde, llegó su mensaje para una primera cita. Yo me sentía toda una niña y un chico mayor me había pedido de quedar. Ya nos conocíamos, nuestras familias llevaban años siendo amigas, pero para mí seguía siendo un chico mayor. Además, también era el chico más guapo que había en el instituto y yo me sentí como en una película Disney. Así que no es buena señal que me esté sintiendo de esta manera. Gracias a Dios que no se ha hecho mucho de rogar.

      Álvaro: Puedo a las 20, si quieres, estaré en el pub.

      Vale, esta no es la clase de respuesta que esperaba. Tampoco es que tuviese que ser muy efusivo, pero no ha mostrado ni una pizca de ilusión. Ni siquiera se ha molestado en preguntarme si me apetecía hacer algo o si me iba bien a mí. Como si no fuese nadie especial. Gracias, mundo, por tratarme de esta manera. Si es que ya sabía yo que volver no podía traerme nada bueno. O es que soy muy estúpida. Cierto es que podría haber avisado de mi visita, eso hubiera facilitado las cosas, seguro. En fin, que voy a tener que conformarme con esto, con no robarle mucho tiempo y a ver si en persona me transmite otras sensaciones.

      Como tengo un par de horas, aprovecho para perderme un rato por la playa y para una visita rápida a mis abuelos. Perdonad, he dicho que mi abuela salía del hospital, pero tampoco es nada grave. La operaron de la cadera la semana pasada y debe mantener reposo durante unos días. Yo, que soy más de por si acaso, he preferido venir a echar una mano ya que necesita tener cuidado todo el día. Así mi abuelo puede ir a su partida del dominó en el bar, mi madre puede ir a trabajar tranquila y mi hermano no tiene que venir en todas sus horas libres. Y ¡qué demonios!, me apetecía venir unos días y desconectar del ajetreo de la ciudad. Después de seis años, creo que sobran las explicaciones. Es más, lo necesitaba, sentía como que me tocaba hacerlo, aunque llego a saber lo que me esperaba y me lo hubiese pensado dos veces. Tal vez sea cosa del destino, y la necesidad que sentí de venir era justo para enfrentarme a todo esto. Eso que llaman una señal.

      A la hora en punto estoy entrando por la puerta, nunca me ha gustado hacerme esperar y aunque no sea una quedada oficial, el mensaje marcaba una hora exacta. Cuando entro puedo observar que Álvaro tiene una cerveza en la mano y no deja de mirar el móvil. Va vestido con una camiseta de manga corta negra y unos tejanos. Siempre me ha gustado su indumentaria casual y su despreocupación por arreglarse. Poco a poco se me va formando un nudo en el estómago y me doy cuenta de que estoy sintiendo nervios de los que hacía mucho tiempo que no presenciaba. Está de espaldas a la entrada por lo que dedico unos segundos a contemplarlo. Está lejos de la barra, así que tampoco me ha oído saludar a Ramón, y el bar está bastante desierto. Observarlo me invade de recuerdos, los buenos, todo lo que pudimos vivir aquí y me apena pensar que no podremos repetirlos. No quiero ponerme nostálgica, ni llorar antes de tiempo. Hace mucho me prometí que no derramaría más lágrimas de las necesarias, que ya estaba bien de sufrir por otra persona y que no permitiría que nadie me viera débil. Así que, antes de que se me empapen los ojos, prefiero dirigirme hacia él y darle un pequeño susto como saludo, para destensarme un poco. Claro que su cara no refleja precisamente lo que esperaba.

      —Hola —me saluda de la manera más seca posible, casi ni me he atrevido a darle dos besos.

      —Hola —respondo por cortesía, aunque se me ha borrado la sonrisa de golpe.

      —Podrías haber avisado que venías, ¿no? —Veo que la simpatía va a ir en esta línea.

      —Podrías haberme avisado que estabas prometido, ¿no? —Y mi problema es que, siendo borde, nunca me va a ganar nadie.

      —Vamos, no me jodas, Lara. ¿Tengo que esperarte toda la vida? Mientras tú disfrutas de medio Nueva York, yo me quedo aquí esperando a ver si algún día decides volver. Y si llega ese día, debo esperar a que vengas a por mí. —No sé si habla la rabia, el dolor, el resentimiento, el enfado o… yo qué sé.

      —Lo que está claro es que soy estúpida, porque sí que tendría que haber disfrutado de medio Nueva York.

      —¿Perdona? —Sí, encima se va a hacer el sorprendido.

      —Nada, que seas muy feliz con Teresa, un placer volver a verte. —Que me disculpe, pero no me apetece esta clase de conversación.

      Joder, no pedía tampoco que me estuviese esperando con los brazos abiertos. Podría haber disfrutado con las que quisiera, a poder ser, no de este pueblo, pero disfrutar. ¿Por qué tiene que sentir por alguien que no soy yo? A ver, que los sentimientos no pueden controlarse y nadie me dice que por mí sintiese lo que hay que sentir, pero joder, duele y duele más de lo que hubiese imaginado después de tanto tiempo. Y seguramente lo que más me jorobe es no haber visto un ápice de ilusión en su rostro al verme. Que si no estaba suficientemente hundida, ahora todavía tengo más ganas de llorar.

      Álvaro me agarra del brazo antes de que pueda marcharme y antes de que me pueda dar cuenta mi cuerpo reacciona a él. Todavía lo siento como el primer día. Todavía me transmite todo lo que necesito y mi cuerpo sabe que él es el adecuado para mí. No me hacen falta señales, solo sentir la electricidad que corre por mi cuerpo con un simple roce como este. Y más aún cuando me abraza y puedo sentirme como en casa, igual de protegida que siempre. Ojalá no me hubiese


Скачать книгу