Solo tengo un plan A. Laia Andía Adroher

Solo tengo un plan A - Laia Andía Adroher


Скачать книгу
—Se separa de mí y parece un poco abatido—. Entiende que tu visita me ha pillado por sorpresa, no te esperaba por aquí y… da igual, déjame que avise de que no voy a ir a cenar y aprovechamos para ponernos al día, y, si me permites decírtelo, estás espectacular. —Viven juntos, un detalle que no había contemplado. Al menos, por fin ha sonreído.

      ¿El abrazo le habrá transmitido lo mismo que a mí? ¿Le habrá hecho recordar? ¿Despertar sentimientos? A veces sucede que crees que has dado un paso hacia delante, que puedes haber olvidado a alguien o dejado un trozo de tu pasado atrás y, cuando te rencuentras con ello, todo se te desploma porque te das cuenta de que está mucho más vivo de lo que pensabas. A mí me ha sucedido un poco lo mismo, solo que yo estaba segura de que ninguno de mis sentimientos estaba muerto.

      Nos quedamos en el pub. No es el mejor sitio para una cena, pero es suficiente para nosotros dos. Y más porque lo importante es la compañía y en estos momentos yo tengo a la mejor de todas. Lástima que para él no sea lo mismo. De todas maneras, no soy una egoísta egocéntrica y puedo entender su postura. De ser al revés, probablemente yo hubiese reaccionado mucho peor. Es decir, si llega a ser él el que se marcha, yo le hubiese recriminado que no luchara por lo nuestro y no hubiese tenido todas las conversaciones que tuvimos al inicio. Así que, en términos generales, no puedo quejarme.

      —Voy a intentar explicarme lo mejor que pueda, porque estoy más nervioso de lo que aparento, esto es lo último que me esperaba.

      —Me imagino que esta cerveza no es la primera que te tomas hoy —intento bromear un poco.

      —Llevo aquí desde que me has dicho que estabas en el pueblo. —En el fondo nos conocemos demasiado bien—. Sinceramente, creía que no volverías.

      —Y no he dicho que vuelva para quedarme, he venido a pasar una temporada con la familia… —Tengo que ser realista también.

      —Vaya, así que te volverás a ir… —¿Dolor?—. Lara, ¿cuánto tiempo llevamos sin hablar?

      —Dos años, diez meses y seis días. —Soy una friki de las fechas y recuerdo perfectamente mi último mensaje.

      —Cuatro días. Te envíe un mensaje después de nuestra última discusión, al que no respondiste jamás —cosa que dudo, puesto que siempre tengo la última palabra, pero no es momento para debatir esta chorrada— y me acuerdo como si fuera ayer de cómo lo pasé. No quise hablar con nadie, seguramente porque todos estaban de tu parte y sabes que el orgullo me pierde, así que me cerré conmigo mismo. Estuve casi dos meses sin salir con los chicos, solo iba de casa al trabajo y del trabajo a casa.

      —¿Por qué no me dijiste nada? ¿Por qué dejaste de insistir?

      —Por agotamiento, Lara. Porque tú estabas en tu burbuja perfecta y en los medios solo hablaban de tu gran historia de amor con Peter, la que tú solo tratabas de negarme todo el rato, y era consciente de que tenía que pasar página, de que no ibas a volver por un simple pueblerino.

      —Sabes que no eres un simple pueblerino para mí y quiero que sepas que nunca te mentí en todo lo que te dije.

      —Da igual eso ahora, la cuestión es que la única persona que estuvo ahí en todo el proceso fue Teresa. —Anda, que tardó poco en aprovechar su oportunidad—. Entró a trabajar en la escuela de surf hará tres años y se preocupó todos los días por intentar que remontase. Al final una cosa llevó a la otra y empecé a verla como una gran compañera para mí.

      —¿Una gran compañera? ¿La quieres? —Siento ser cínica, pero para mí es el amor de mi vida, no un compañero.

      —Claro que la quiero, me voy a casar con ella. —Debo decir que no lo veo convencido.

      —¿Más que a mí?

      —No me hagas contestar a eso, no ahora que acabas de volver y te veo después de tres años.

      —De verdad que espero que puedas ser feliz. Ahora mismo no puedo quedarme a cenar, para mí es demasiado doloroso.

      Ni siquiera le doy dos besos para despedirme, no puedo; necesito salir de ahí, que me dé el aire. Esto ha sido un tanto extraño para mí, aunque tremendamente necesario. Entiendo que para él haya podido ser un shock tenerme delante, pero para mí también lo es la situación que se me plantea. Llevan aproximadamente dos años juntos y ya están comprometidos. Vale, que las relaciones se viven distintas a los quince que a los treinta, pero conmigo compartió mucho más que con ella y no se atrevió a dar ningún paso más. ¿Y si me hubiese pedido que me quedara? Si hubiésemos tenido en mente tener una familia no muy tarde… Era joven, sí, pero tenía más que claros mis sentimientos. Además, ni siquiera se opuso a que me fuera, le pareció bien que luchara por mis sueños y estaba convencido de que triunfaría con ello. Me hizo creer en mí y confiar en que era lo correcto. Quizás, después de todo, no me quería tanto como yo pensaba y por eso me dejó marchar. Vio la oportunidad de tener que dejarme sin que uno de los dos fuese culpable, fue el puente a la libertad que estaba buscando… Ahora mismo no tengo nada claro.

      No quiero pensar en ello, no he venido para amargarme la vuelta, y pensando de manera superficial, a mi cutis no le sienta nada bien llorar, así que tengo que evitarlo a toda costa. Por lo que, si tengo que hacerlo, será mañana con Vanesa y con copas de por medio. Me autoexijo que solo en esas condiciones derramaré todo lo que tenga que sacar y a partir de entonces se acabarán los dramas para poder disfrutar del mes de la mejor manera posible. En nada volveré a la gran ciudad y podré seguir mi vida como hasta ahora. Con una nueva idea en mente, olvidarme del gran amor de mi vida.

      Capítulo 2

      Ayer ni siquiera miré el móvil antes de dormirme, por lo que esta mañana tengo unos cuantos mensajes que debería responder. Solo avisé a Vanesa de que venía, porque quería que fuese una sorpresa, no contaba con que la sorpresa fuese para mí, pero poco ha tardado en correrse la voz y ya están todos enterados. Sin embargo, hoy no voy a ser de nadie más que de mi queridísima amiga y de todos los cosmopolitan o margaritas que me puedan servir. También tengo un mensaje de Álvaro, que me ha costado horrores abrir, pero tenía que hacerlo.

      Álvaro: No me ha gustado cómo te has ido, necesito tiempo para procesar esto, espero que la semana que viene podamos hablar con más calma.

      Lara: Yo también necesito tiempo, ya hablaremos.

      No quiero ser mala, pero necesito coger distancia. Cuanto más cerca lo tenga, peor será para mí, y no me apetece pasar por esto. Solo una estúpida tarda seis años en asumir que su relación está rota y pasa el proceso de duelo entonces. Así que no, no puedo permitirme ser una estúpida. Además, ni siquiera lo vi ilusionado hablando de Teresa. Parece que ha sido más un salvavidas, un parche al que se agarró porque no tenía otra cosa. Lo que sea, pero es con ella con la que se casa, así que de nada me sirve intentar montarme cualquier teoría al respeto. Nada me lo devolverá ahora mismo.

      Aprovecho que no estoy muy fina para pasar el rato con mi abuela y cotillear todas las historias del corazón que tiene por aquí. Estoy bastante al día de los culebrones americanos, pero la verdad es que a los españoles los he dejado un pelín abandonados. A mi abuela le encanta marujear y siempre tiene disponibles todas las revistas de la prensa rosa. Es una fiel seguidora de Sálvame y tiende a creerse absolutamente todo lo que se diga en ese programa. No voy a llevarle la contraria; tal y como me cuenta las cosas, a mí ya me sirve para disfrutar un rato.

      Además, mi abuela siempre ha sido mi gran confidente y una de las personas que más quiero en el mundo. Siempre ha sabido decirme las verdades que necesito saber, por muy duras que fuesen, y sabe entretenerme cuando no estoy de humor con ciertos temas. En ese aspecto es muy precavida y sabe jugar bien sus cartas, sabe exactamente en qué momento tocar qué tecla, así que es el mejor recurso que tengo para intentar desconectar. La mala pata es que también es del clan de porteras del pueblo y conoce todas las rencillas que puedan existir, así que poco ha tardado en sacarme a relucir el tema de Álvaro.

      —Ya te has enterado de que tu muchacho anda ahora con Teresa, hasta creo que le ha regalado


Скачать книгу