Diplomacia y revolución. Manuel Alejandro Hernández Ponce
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Diplomacia y revolución. Intervención, conflicto y reclamaciones entre México y Estados Unidos (1910-1923)
se terminó de editar en agosto de 2020 en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara, 44657 Guadalajara, Jalisco.
En la formación de este libro se utilizaron las familias tipográficas Minion Pro, diseñada por Robert Slimbach, y Ronnia, diseñada por Veronika Burian y José Scaglione.
Índice
Capítulo 1. Las relaciones México-Estados Unidos a principios del siglo xx
Capítulo 2. La controversia diplomática durante las primeras semanas del estallido revolucionario
Capítulo 3. La diplomacia estadounidense frente al derrumbe de la democracia mexicana
Capítulo 4. Diplomacia en tiempos de guerra: las múltiples caras del intervencionismo estadounidense
Capítulo 5. La intervención armada como la solución final al conflicto revolucionario
Capítulo 6. La Casa Blanca y el constitucionalismo
Capítulo 7. El obregonismo y la diplomacia de Estados Unidos
Capítulo 8. Consideraciones finales
La relación de México con Estados Unidos es históricamente compleja, caracterizada por importantes asimetrías económicas, políticas y militares. En consecuencia, para explicar las dinámicas de enfrentamiento y negociación desarrolladas por ambas naciones es necesario considerar los múltiples cuerpos diplomáticos, los cuales han sido claves para evitar la unilateralidad.
Esta obra analiza cómo las relaciones entre México y Estados Unidos durante los años revolucionarios fueron resultado de una interdependencia compleja, pues en los años de mayor violencia, ninguna nación logró imponer totalmente sus intereses, aun cuando existieran importantes asimetrías en su economía, sociedad y poderío militar. Para ello se parte de una reconstrucción de los debates políticos, académicos y mediáticos que contemplaron una posible intervención estadounidense en México en el periodo de 1910 a 1923. A su vez, se analizan las estrategias de política exterior que los distintos grupos revolucionarios establecieron para alcanzar el reconocimiento y la legitimación de la Casa Blanca. Ambas perspectivas son fundamentales para explicar la relación que existió entre la diplomacia estadounidense y el mundo revolucionario.
El estallido de la Revolución mexicana fue una de las noticias que ocuparon las primeras planas de la prensa nacional e internacional a finales de 1910. En Estados Unidos se discutió la posible acción intervencionista, la cual, similar a otros casos latinoamericanos, buscaría resguardar sus intereses comerciales, así como garantizar su influencia política continental. Contra todos los pronósticos, el gobierno de Estados Unidos tomó una postura neutral, actitud que generó controversia entre distintos círculos de opinión. Sin embargo, esta postura no fue monolítica, pues el arribo y caída de los distintos caudillos revolucionarios fue uno de los principales argumentos con que se sustentó el cambio de la conducta diplomática hacia México en 1913. No obstante, las acciones armadas tuvieron que esperar, especialmente ante el contexto de la pugna electoral que generó una actuación moderada por parte de la Casa Blanca. Desde el llamado a las armas en 1910 en Estados Unidos, se comenzaron a organizar estrategias diplomáticas y militares para planear una intervención rápida y efectiva. Los ejercicios “preventivos” de tropas, las evacuaciones de sus ciudadanos y el retiro de la representación diplomática fueron la antesala de la intervención armada.
Un aspecto medular de esta obra es el análisis de la actitud de la diplomacia estadounidense frente a los acontecimientos políticos y armados que se desarrollaron en México desde 1910 hasta 1923, cuyas acciones estuvieron encaminadas por el intervencionismo. El interés estadounidense de influir sobre el destino de México marcó significativamente el rumbo y los discursos con los que las facciones revolucionarias identificaron su movimiento. Las presiones económica, diplomática y militar se entrelazaron y se instauraron de manera concomitante. La acción intervencionista diplomática se legitimó desde la Casa Blanca, aun cuando se violó la soberanía y capacidad de autodeterminación de la nación vecina.
No es posible entender la complejidad de la interrelación entre ambas naciones a lo largo del siglo xx si no se atiende al conflicto armado revolucionario. Esta investigación propone una mirada crítica a la compleja relación de vecindad desde la perspectiva de la diplomacia. Los interesados en el estudio del comercio, la seguridad transnacional y la frontera México-Estados Unidos podrán encontrar en este trabajo algunos antecedentes, aclarando que la diplomacia sólo es uno de los múltiples rostros de la interdependencia que sustenta la relación de ambas naciones desde principios del siglo xx.
Décadas después de que se firmó el acta de independencia de México, el cuerpo diplomático mexicano inició una tradición de convenciones que buscaron atender los reclamos que resultaron de los conflictos políticos, territoriales, bélicos y económicos en los que se vio involucrada la joven nación a lo largo del siglo xix.
Paralelamente, en Estados Unidos se discutió si debían dar a la diplomacia mexicana el mismo trato que a las potencias europeas. Los temas de los privilegios y las concesiones comerciales fueron objeto de acalorados discursos y debates, especialmente después de la intervención de 1847.1 Específicamente, un tema que se puso en el centro de la discusión política estadounidense fueron las diversas pugnas fronterizas, las cuales iban desde ranchos fraccionados hasta desviaciones naturales del río Bravo, a las que se sumaron los problemas binacionales causados por grupos de asaltantes, contrabandistas y apaches. Para atender las desavenencias y conflictos entre ambas naciones se acordó la instauración de juzgados o convenciones que atendieran y resolvieran los reclamos. Ello permitió a la Casa Blanca negociar la anexión de porciones del territorio mexicano a cambio del desistimiento en ciertas reclamaciones.2
Durante la presidencia de Andrew Jackson (1829-1837) se solicitó ante el Congreso la aprobación de la Comisión de Represalias, una práctica diplomática combativa que amenazaba con la intervención en caso de que el gobierno mexicano no aceptara sus reclamos.3 Esta coyuntura fue aprovechada por México mediante la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre) a fin de reclamar los saldos por la intromisión estadounidense en Texas.4
Después de este periodo