Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. Lilia Ana Bertoni

Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas - Lilia Ana Bertoni


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estancamiento y el crecimiento de la población infantil formada en gran parte por hijos de extranjeros. A eso se sumaron los intentos de constituir a través de sus escuelas otras identidades nacionales y de cultivar lealtades hacia otras patrias. Pero además del problema específico que las escuelas de los extranjeros representaban, había una cuestión previa: ¿cómo podría ser la escuela pública formadora de la ciudadanía y la nacionalidad si no era capaz de captar, no sólo a la mayoría, sino a toda la población infantil? Era imprescindible trascender sus limitados alcances.

      Además, el número de inscriptos dependía de la propia capacidad de recepción de las escuelas –edificios e instalaciones, amplitud del cuerpo docente y técnico, estructura administrativa–, factor que condicionaba estructuralmente la obligatoriedad y que debía crecer paralelamente con el crecimiento poblacional. Los recursos destinados a la educación nunca fueron demasiado abundantes, como lo evidencia la modestia de los sueldos, aunque en comparación con otras épocas se hicieron aportes notables que por sí solos revelan que la educación era una verdadera empresa de interés nacional.

      Lo cierto es que también se necesitaba aumentar la capacidad de atracción de la escuela. Aún no se había formado, ni en los padres ni en sectores amplios de la sociedad, un sólido consenso acerca de la importancia de la asistencia a la escuela ni de la obligatoriedad establecida por la ley. Eventualmente, se debería recurrir a la coerción: “He aquí una enfermedad crónica cuyo tratamiento debe ser enérgico por parte de los consejos escolares. Es verdad que tenemos tarjetas de inasistencia, las cuales deben mandarse diariamente a casa de aquellos niños que hubieran faltado a clase, bien, pero de qué sirven?”. Los motivos de las ausencias “son frívolos y ridículos […] impóngaseles multas, oblígueseles a que envíen a sus hijos diariamente a clase y habremos dado un gran paso”.

      La escuela, la enfermedad y la vacuna

      Esto se debía a que, como explicaba el doctor Villar, “el germen de la difteria se encuentra esparcido en toda la población”; “de la casa del pobre, del conventillo, que sirve de combustible para la preparación del mal, pasa a la del rico, el que a su vez por vecindad se encarga de transportarlo a otra parte”. Los síntomas aparecían en las escuelas, pues allí se reunían los niños de toda la población, pero la enfermedad se originaba en otra parte, en sitios peligrosos por el hacinamiento, como los conventillos. Sugería un duro programa de emergencia:

      No siendo posible clausurar las escuelas en las cuales no existe peligro alguno, es de todo punto urgente que la Municipalidad intervenga por medio de la Asistencia Pública […] para evitar en lo posible la propagación […] el Director de cada escuela anota el domicilio del niño que sale enfermo sospechado de difteria, esta nota servirá para trasmitirla al médico municipal de la sección o al inspector para que inspeccione el domicilio, si es casa de inquilinato, aísle al enfermo, pida su desalojo si se encuentra en malas condiciones higiénicas, desinfecte el local e impida la concurrencia de los demás niños de la misma casa a las escuelas […] [que] no llevarían consigo el mal ni serían agentes conductores del mismo para sus compañeros como sucede actualmente.


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