Las disciplinas de una mujer piadosa. Barbara Hughes
Juan 3.36.
a. ¿Qué dos clases de personas se describen aquí?
b. ¿Qué debe hacer usted para tener vida eterna?
c. ¿Por qué razón permanecería el enojo (ira) de Dios sobre ciertas personas?
d. ¿Cuál de estas dos opciones es la manera en que usted desea vivir?
¿Qué debería hacer yo a continuación?
Quizás desee pensar más acerca de las verdades que hemos cubierto en este breve estudio. Lo puede conocer mejor a Jesús leyendo el Evangelio de Marcos.
Sin embargo, si usted sabe que está listo para dar su vida a Dios sometiéndose al gobierno de Jesús, debería orar una sencilla oración en sus propias palabras. Pida a Dios que lo perdone por haberlo ignorado y haberse rebelado. Pídale su ayuda para permitir que Jesús maneje su vida y para confiar en su muerte para perdón y vida eterna.
De aquí en adelante, es cuestión de vivir su nueva manera de vida un día a la vez, pero ya no estará solo. Dios estará siempre con usted. Él seguirá hablándole (cuando lea la Biblia); Él seguirá escuchándole y ayudándolo (cuando le ore); Él le ayudará a cambiar y a vivir a su manera (por medio de su Espíritu que mora en usted); y Él le proporcionará hermanos y hermanas que lo animen en el camino (cuando se reúna con otros cristianos).
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LA DISCIPLINA DE LA SUMISIÓN
La postura de la piedad
Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor.
FILIPENSES 2.10-11
Me produce una gran tristeza el hecho de que «la palabra S» haya sido eliminada tan por completo de nuestro vocabulario cultural. No es por supuesto sorprendente que las feministas prefieran evitar la idea de la sumisión, pero este término se encuentra curiosamente ausente de las conversaciones en las reuniones de la iglesia y en las clases de escuela dominical, así como en los lugares de trabajo profesionales.
Casi de un día al otro, lo que alguna vez se atesoró como virtud cristiana se ha convertido en algo ofensivo, algo para desechar. Durante la década de los sesenta, cuando Betty Friedan le presentó al mundo The Feminine Mystique (La mística femenina), un movimiento comenzó a sacudir a los Estados Unidos y al mundo. Friedan dijo: «Apenas ha comenzado la búsqueda de las mujeres de sí mismas. Pero está llegando el momento en que las voces de la mística femenina no pueden ahogar la voz interior que está impulsando a las mujeres a ser completas».6 Varios otros libros publicados durante la década de los setenta encasillaron la palabra sumisión con el sentido del consentimiento de las mujeres al dominio de los hombres. Luego, a medida que el feminismo comenzó a infiltrarse en la iglesia evangélica, la idea de la sumisión pasó a ser algo ofensivo para las mujeres cristianas en vez de ser algo primordial a su identidad como hijas de Dios.
Esto presenta un grave problema para las mujeres que desean vivir vidas piadosas. La ideología feminista no puede tener el lugar más importante en su vida. La Dra. Kirsten Birkett señala las razones por qué en su libro The Essence of Feminism (La esencia del feminismo): «El feminismo es un movimiento egoísta, sin ninguna filosofía sostenible, una historia fabricada, y una moralidad incoherente. No aporta ninguna libertad ni satisfacción a las mujeres, y no corregirá injusticias».7
Todos los creyentes, tanto hombres como mujeres, son llamados a someterse voluntariamente y con gozo a lo que conocemos y confiamos acerca de Dios: que Él desea que vivamos una vida de bendición. Esa vida de bendición se encuentra en nuestra sumisión al reinado de amor de Dios y a su orden en este mundo. De modo que la sumisión es el sendero que nos conduce a la bendición.
¿QUÉ ES LA SUMISIÓN?
¿Qué piensan que es la sumisión? Algunas personas piensan correctamente que la sumisión involucra actuar en forma amable y considerada hacia los demás, pero lo más frecuente es que se vea a la sumisión como algo degradante o denigrante.
Muchos cristianos están algo confundidos y piensan que la sumisión tiene algo que ver con el matrimonio y la relación de la mujer con su esposo (lo cual es cierto), o quizás con el rol de una mujer en la iglesia (lo cual también es cierto). Pero el llamado a la sumisión es mucho más extenso que estos usos reducidos.
La sumisión es ceder a la autoridad de otro. El predicador puritano Jeremiah Burroughs escribió: «Mantener debajo, eso es someterse. El Alma se puede someter a Dios en el momento en que puede colocarse bajo el poder y la autoridad y el dominio que Dios tiene sobre ella».8
La sumisión al gobierno amoroso de Dios
Por supuesto que la autoridad a la que debemos ceder es la autoridad de Dios. El Evangelio revela la verdad que Jesús es Señor. Los cristianos lo sabemos. Esta frase nos ha servido incluso como calcomanía para colocar en la defensa de nuestros automóviles. Pero lejos de ser trivial, estas palabras expresan laesencia misma del Evangelio. El arzobispo de Sydney, Peter Jensen, lo dijo así en su At the Heart of the Universe (En el corazón del universo):
Existía una diferencia monumental entre Jesús y los demás profetas de la Biblia. No sólo que Jesús trajo un mensaje de Dios; él mismo era el principal contenido del mensaje que había traído. Él anunció el reino y reveló que él era su Rey. Los profetas apuntaban a Cristo; él aceptó el testimonio de ellos. Él mismo era la luz del mundo, el pan de vida, el que da agua viva, la perfecta revelación de Dios, inigualable e insuperable. «El que me ha visto a mí», dijo Jesús a sus asombrados discípulos, «ha visto al Padre» (Juan 14.9). No hemos de sorprendernos pues que cuando estos discípulos comenzaron a predicar después de la muerte y resurrección de Jesús, su mensaje se redujo a: «Jesucristo es Señor».9
Pedro predicó el señorío de Cristo ante una multitud en Jerusalén después de Pentecostés: «Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo» (Hechos 2.36).
Pablo escribió sobre el señorío de Cristo en sus cartas a las iglesias:
Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2.8-11)
Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. (Efesios 1.9-10)
El mensaje de la Biblia es claro: ¡Jesucristo es Señor! Es un hecho. La clave para ser una mujer piadosa es colocar nuestra vida en completa sumisión a su voluntad en todo. Es también el sendero que nos conduce al gozo.
Jesús, nuestro Señor, es una clase diferente de rey, y nos sometemos a Él, en parte, conformando nuestras vidas según su ejemplo. Como Señor, Jesús se comportó en una forma que era diferente a todo rey que haya conocido jamás el mundo. En vez de asumir una postura orgullosa de dominio, Jesús se humilló a sí mismo. En el Aposento Alto, poco tiempo antes de su crucifixión, Jesús aplacó una discusión entre sus discípulos sobre quién de ellos era el más importante, llevando a cabo algo asombroso: «Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a