Pack Bianca y Deseo marzo 2021. Varias Autoras

Pack Bianca y Deseo marzo 2021 - Varias Autoras


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      Pronunció aquellas palabras con toda su pasión, preguntándose si algo de lo que ella pudiera decir conseguiría aplacar las sospechas de Paul.

      Cuando él llegó a la habitación de su abuelo, la primera reacción de Lia no había sido pánico, sino un claro e innegable deseo. Era tan guapo… Sus anchos hombros y su gran altura le aceleraban los latidos del corazón mientras que su apostura empujaba sus deseos hacia un terreno muy peligroso.

      En aquellos momentos, mientras la observaba con el ceño fruncido, Lia se vio de nuevo abrumada por su atractivo sexual. La luz del sol provocaba reflejos dorados en el rubio cabello y hacía destacar aún más su fuerte estructura ósea. En los breves momentos en los que no estaba frunciendo el ceño, sus rasgos eran tan atractivos como los de un muchacho. Lia deseaba que la sonriera, un deseo ridículo considerando que Paul había dejado totalmente clara la opinión que tenía sobre ella.

      Antes de que Paul pudiera responder, su teléfono empezó a sonar. Él miró la pantalla e hizo un gesto de disgusto.

      –Tengo que contestar.

      En el momento en el que él centró su atención en la llamada, Lia regresó hacia la casa. Quería comprobar cómo estaba Grady antes de marcharse a su apartamento. Dado que Paul había regresado a casa, decidió que cuanto menos tiempo pasara junto a él, mucho mejor para ambos.

      Cuando estaba a punto de llegar a la casa, vio que la madre de Paul descendía por la escalera que llevaba a la terraza. La sonrisa de Constance le dio a Lia una falsa sensación de pertenencia que le hizo sentir muy culpable por el engaño que ella representaba.

      –Por fin te encuentro –dijo Constance–. ¿No está Paul contigo?

      –Tenía que contestar una llamada.

      –Seguramente será de su trabajo. Te juro que ese hijo mío no hace más que trabajar.

      –Ethan me dijo que es muy bueno en su profesión.

      –Se le da muy bien el trabajo con ordenadores y está completamente comprometido con la detención de delincuentes. En realidad, causó un gran revuelo en la familia que él decidiera trabajar para el departamento de policía al salir de la universidad en vez de hacerlo para Watts Shipping. Sin embargo, tenía que hacer lo que le pedía el corazón.

      –Atrapar delincuentes parece ser su pasión.

      –Sí, pero en realidad, desde hace dos años, se ha convertido más bien en una obsesión.

      –¿Por qué?

      –La empresa de un amigo suyo fue atacada por piratas informáticos, que le introdujeron un virus que afectó a cuatro millones de dominios, provocándoles que se filtraran datos de clientes sensibles, como las tarjetas de crédito. Esto estuvo ocurriendo durante seis meses antes de que se dieran cuenta. La mala prensa que le produjo ese incidente le provocó la pérdida de casi todas las cuentas más importantes y le dejó sin nada.

      –¿Atrapó Paul a los responsables?

      –Al final sí, pero no lo suficientemente rápido como para poder evitar lo que al final le ocurrió a Ben.

      –¿Y qué le ocurrió a su amigo?

      –Después de perderlo todo, murió en un terrible accidente de coche –dijo Constance con expresión sombría–. Paul estaba convencido de que las circunstancias eran muy sospechosas, porque no había otros coches implicados. Ben perdió el control, cayó por un puente y se ahogó. Además, Paul recibió un correo electrónico muy raro poco antes del accidente. Eso le convenció de que, tal vez, Paul se había suicidado.

      –Es horrible…

      –Sí. La muerte de Ben afectó mucho a Paul. Después de eso, se comprometió aún más con su lucha para poner entre rejas a todos esos delincuentes informáticos. ¿Sabes una cosa? Es increíble lo mucho que te pareces a tu madre –comentó Constance cambiando de tema, algo que pilló completamente desprevenida a Lia.

      Sabía que su cabello y sus ojos oscuros la distanciaban de los rubios Watts y sus ojos verdes. Y eso incluía a Ava. Había visto fotografías de ella. Sin embargo, había bastado la palabra de Ethan para que todos la acogieran sin hacer preguntas. Al menos, la mayoría.

      –Háblame de ella –dijo Lia.

      –Era hermosa y con mucho talento. Jugó al tenis hasta que cumplió los catorce años, a un nivel que podría haberlo hecho profesionalmente.

      –¿Y por qué no lo hizo?

      –Le costaba mantenerse centrada en una sola cosa –contestó Constance–. Cuando llegó a la adolescencia, Ava era una niña muy complicada. Creció sin madre y Grady la mimaba terriblemente. Todo el mundo lo hacía porque podía ser totalmente encantadora cuando se lo proponía.

      –Ethan me dijo que, al terminar la educación secundaria, se marchó a Nueva York para intentar ser modelo.

      –Grady y ella tuvieron una pelea terrible cuando él descubrió que ella no tenía intención de ir a la universidad. Le dio a elegir, o seguía estudiando o se ponía a trabajar. Tenía muchas esperanzas en su futuro y quería motivarla –suspiró Constance–. Después de muchos años sin contacto alguno, Grady contrató a un detective privado para que la encontrara. Fue entonces cuando nos enteramos de que había fallecido. La policía no se puso en contacto con nosotros porque Ava consiguió borrar muy cuidadosamente todo lo que la ataba a Charleston. Cuando descubrimos que te había tenido, ya habías sido adoptada y tu expediente había sido sellado.

      –Y mi… padre –dijo Lia. Le costó pronunciar aquella palabra. No solo porque no era la hija de Ava, sino porque ella no sabía nada de su propio padre. Su madre se había negado a hablar de él.

      Constance parpadeó sorprendida.

      –No sabemos nada de él. Lo que tu madre hizo en Nueva York es un absoluto misterio… Por eso es tan maravilloso tenerte aquí. Solo siento que nos llevara tanto tiempo encontrarte.

      –He tenido una buena vida –comentó Lia, que, por alguna razón se sintió obligada a defender su infancia–. Una vida feliz.

      –Claro que sí. Resulta evidente que eres una persona cariñosa y amable. Eso solo se consigue cuando has tenido la educación adecuada. Anoche estuve hablando con tu tía Lenora y creemos que deberías mudarte al antiguo dormitorio de tu madre.

      –Oh… –susurró Lia, abrumada ante la idea de tener que mantener el engaño constantemente. Trató de encontrar la manera de zafarse de aquella invitación–. No podría imponer mi presencia…

      –Eres de la familia. No estarías imponiendo nada. Además, nosotras tenemos razones puramente egoístas para sugerirlo. Pensamos que, cuanto más tiempo pases con Grady, más rápido mejorará él.

      –Sí, pero…

      –Lleva sin ti demasiado tiempo. Tenéis mucho de lo que hablar.

      –Bueno, sí, pero…

      –¿De qué estáis hablando las dos? –preguntó Paul mientras se acercaba a ellas por el sendero.

      Lia se dio la vuelta para enfrentarse a él y prepararse para el desagrado con el que él recibiría la sugerencia de su madre.

      –Por fin te encuentro –dijo Constance–. ¿Has subido a ver a Grady? Sus progresos son absolutamente sorprendentes.

      –Sorprendentes, sí –repitió Paul mientras miraba a Lia con desconfianza.

      –Y tenemos que darle las gracias a Lia.

      –Eso oigo todo el rato –comentó él en tono neutral.

      Constance, que pareció no notar la tensión que había entre Lia y su hijo, siguió hablando.

      –Le estaba diciendo a Lia que Lenora y yo queremos que se mude aquí.

      –Y yo le estaba respondiendo que no creo que sea buena


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