Parménides y el problema de la metafísica. Francisco Bahamonde Farías

Parménides y el problema de la metafísica - Francisco Bahamonde Farías


Скачать книгу
él. Por ello, es necesario indagar otra posibilidad de interpretación que sí cumpla con la condición de que se le puedan atribuir los σήματα. La condición óntica de los entes, es decir, el carácter que todo ente manifiesta por el simple hecho de ser-ente, por realizar la acción de ser, cumple, a nuestro parecer, con esta condición, puesto que ella sí es ingénita, imperecedera, totalmente única, inmóvil y perfecta, como veremos en el capítulo III.

      En esta línea, Raúl Echauri se refiere al ser del ente, usando notas que nosotros podemos aprovechar para caracterizar a la condición óntica de los entes. Obsérvese, por ejemplo, la siguiente cita:

      Los entes cambian, pero el ser ente no se muda, sino que perdura en el ser, pues, al cambiar, el ente deja de ser tal o cual ente, es decir, deja de revestir tal o cual aspecto inteligible, mas no cesa de ser ente […]. Lo que es, al padecer el movimiento, no dejará de ser ente, sino que cesará tan solo de ser tal ente. Por ello, el cambio no afecta al ser ente, y el ser ente, τὸ ἐόν, resulta entonces indestructible y ajeno al devenir. En resumen, la entidad como tal, el hecho de ser ente, no se puede aniquilar. Siempre habrá entes y, en consecuencia, siempre habrá entidad, aunque los entes cambien su esencia, esto es, lo que son2.

      Aquello que Echauri llama el “ser ente” es análogo a lo que nosotros llamamos la condición óntica del ente.

      Ahora bien, con respecto a la motivación para escoger a Parménides para desarrollar nuestra obra, el interés por estudiar la filosofía del Eleata radica en la convicción de que el estudio de la historia de la filosofía y sus distintas dimensiones enriquece nuestra propia actividad filosófica. La sabiduría antigua nos enseña que la contemplación de la Naturaleza (y, en nuestro caso, el estudio de un autor) por pura erudición es un esfuerzo inútil, como ya señaló agudamente Heráclito en su famoso fragmento 403. Más bien, la motivación ha de ser profundizar en nuestra propia comprensión (νόον ἔχειν) del mundo y de la realidad, en la medida en que dicha comprensión se vea enriquecida con las perspectivas de un pensador precedente. ¿Qué aporta a mi propia reflexión y actividad filosóficas el estudio del pensamiento de tal o cual pensador? Esa es la pregunta que debe regir el modo en que se desenvuelva nuestro estudio. En particular, Parménides aporta una comprensión del ἐόν sumamente interesante, pues repercute directamente en Platón y en Aristóteles, como veremos en las conclusiones de esta obra.

      Ahora, para presentar adecuadamente la investigación que hemos realizado, quisiéramos contextualizarla por medio de esta introducción. Para ello, daremos tres pasos sucesivos. En primer lugar, reflexionaremos sobre la experiencia filosófica y cómo esta surge. En segundo lugar, comentaremos cómo Parménides recibe esta experiencia filosófica y cómo la redirige hacia la pregunta que él intenta responder. Por último, señalaremos algunos datos sobre el contexto histórico de Parménides, lo que nos permitirá ubicar su pensamiento en relación a la historia de la filosofía posterior.

      1. La experiencia filosófica

      El trato cotidiano del hombre con las cosas que se le presentan en el mundo es el primer paso para la constitución de la pregunta filosófica. El hombre griego, como prácticamente todo ser humano, con toda seguridad comenzó a vivir en un trato directo con las cosas que había en su mundo, luego de haber tenido alguna experiencia básica con ellas: recibir la luz del sol en su cara, recoger los frutos de los árboles, reunir el ganado, refugiarse ante un clima adverso, etcétera. Las cosas salían al paso del hombre, y él debía hacerse cargo de ellas ante la inmediatez de su aparición: en esta línea, la vida se trata de emergencias, tanto en el sentido de apuros (ante los cuales hay que responder apuradamente) como en el sentido de las cosas que emergen, es decir, que hacen su aparición. Y, probablemente, la propia aparición de las cosas nunca fue un tema en sí mismo: las cosas simplemente estaban ahí y se le aparecían, relativamente, sin más. Ante las emergencias de la vida, el hombre se veía obligado a actuar, y eso lo mantenía ocupado, inmerso en un trato ocupacional con lo que había.

      Solo en el momento en que el hombre tiene tiempo se abre espacio para la mirada reflexiva, sin la necesidad de tener que atender a las cosas como apuro. La σχολή es la instancia en la cual la “emergencia” de las cosas no representa una emergencia, o al menos no una emergencia grave: ante ella se puede hacer una pausa y tomar la distancia necesaria para la contemplación tranquila. De este modo, al hombre se le abre un espacio para otro tipo de trato con las cosas, el trato de un “nuevo” ver. Las cosas ya no son vistas como un emerger que exige nuestra atención operativa, sino que, por el contrario, ahora ellas reclaman nuestra atención “escópica”: es el surgimiento del θαυμάζειν, que Platón y Aristóteles tendrán tan presente en su filosofía4. Con ello, el hombre griego aprende a ver de otra manera5: ya no solo βλέπει u ὁρᾷ las cosas, sino que ahora σκοπεῖ6, es decir, otea o avizora las cosas que le salen al paso, en búsqueda de una explicación para ellas7. Así, se alcanza la noción de “mundo” como conjunto ordenado (κόσμος, diría el griego) de las cosas que le salen al paso al hombre.

      Ahora bien, este σκοπεῖν puede darse, en primera instancia, desde un paradigma mitológico, es decir, proporcionando un relato en el que participan distintas entidades humanas y suprahumanas: es el caso de Homero y Hesíodo. Las divinidades son causa de algunos de los hechos del mundo y, por ello, se busca su favor. Sin embargo, ya en Hesíodo vemos otra actitud, razón por la cual Olof Gigon se atreve a incluirlo en su obra Los orígenes de la filosofía griega: Hesíodo quiere no tanto relatar, sino más bien exponer (es decir, “poner fuera”, o sea, des-plegar) el nacimiento de los dioses y su acontecer, y esto es precisamente el tema de una Teogonía. Eso lo diferencia de Homero, para quien los dioses siempre han sido (no por nada ellos son los αἰὲν ἐόντες8), mientras que, para Hesíodo, las divinidades también caen bajo la mirada indagadora.

      Sin embargo, este σκοπεῖν también puede darse intentando dar cuenta (λόγον διδόναι) de las cosas, acudiendo no a presuntas causas antropomórficas, zoomórficas o fisiomórficas como los poetas9, sino a otra cosa; y como la única otra cosa que le salía al paso al hombre era la naturaleza misma, pareció evidente partir de ahí. Así comienza la aventura de los φυσικοί: el pensador griego, para entender la naturaleza, intenta ver más allá de la naturaleza, es decir, metafísicamente.

      Una experiencia de este tipo debe haber vivido Tales de Mileto: el contemplar la realidad y preguntarse: “Si las cosas se me aparecen, ¿desde dónde lo hacen?”. La pregunta por el “desde dónde” encauza inmediatamente el pensar de los milesios, al tiempo que les impone un nombre bien preciso para el objeto de su indagación: la φύσις que ahora estamos “escopeando” (σκοπεῖν) es origen (ἀρχή) de las cosas. Sin embargo, con ello no se agota la cuestión. Al otear las cosas10, Tales observará que, junto con proceder de la naturaleza, las cosas se dirigen de vuelta a ella. Por ello, la φύσις es, al mismo tiempo, τέλος, el lugar de arribo de las cosas. En esa misma línea se movieron los tres milesios: Tales, Anaximandro y Anaxímenes. Sin embargo, en la medida en que el pensador milesio no se limita a preguntar por la mera φύσις, sino que indaga, además, al ἀρχή en cuanto principio material, esta pregunta no es simplemente “física”, sino que es, sobre todo, meta-física, es decir, apunta a comprender a la φύσις como totalidad.

      De esta manera se constituye, al menos in nuce, el problema de la metafísica, pues los primeros pensadores milesios ya hacían metafísica, en la medida en que preguntaban por un principio explicativo que diera cuenta de la naturaleza como un todo, en general (καθόλου, dirá posteriormente Aristóteles). Así, los primeros esbozos de pensamiento metafísico englobaban la necesidad de dar cuenta de aquello a lo cual los pensadores tenían más directo acceso. La naturaleza misma era motivo de admiración y les suscitaba un problema a resolver.

      2. Parménides y su visión del problema de la metafísica

      El cambio de foco en la pregunta llega después, prácticamente con la filosofía de los eleatas y su figura más destacada, Parménides de Elea. Como señala Jorge Eduardo Rivera:

      Parménides descubre por primera vez el ser […].


Скачать книгу