Parménides y el problema de la metafísica. Francisco Bahamonde Farías
su ocupación con las cosas consistía en embargarse plenamente en el trato con ellas, y jamás se les hubiera ocurrido hacer lo que estamos haciendo ahora gracias a Parménides, vale decir, ocuparnos no de las propias cosas, sino de su estar ahí, de su ser. Supone esto último abrir un espacio crear una distancia que nos permita, en vez de ocuparnos en hacer algo con las cosas […], no hacer precisamente nada, sino “dejarlas estar ahí” […]. Es esto, justamente, lo que quiere decir descubrir el ser11.
Con Parménides la pregunta ya no indaga por el origen o procedencia de las cosas, sino por las cosas en cuanto que ya son, en la medida en que realizan la acción de ser: en palabras de Aristóteles, se indaga por el ente en cuanto ente12. En cierto modo, la pregunta por la naturaleza queda relegada ante esta nueva interrogante; pero es ciertamente decidor que los antiguos editores hayan llamado al Poema de Parménides περὶ φύσεως, pues con esto lo insertan plenamente en la tradición de la pregunta física presocrática. La interrogante ya no es por la φύσις como ἀρχή, sino como surgencia (pues está emparentada con el verbo φύω), como la manifestación del ente “independientemente” de su origen. Parménides agudiza la mirada y la dirige a las cosas para buscar su carácter mismo de ente y no su procedencia. Con esto queda determinada la dirección que tomará la filosofía griega clásica, pues en esta línea se moverán, posteriormente, Platón y Aristóteles. Así, no sin razón se expresa W. K. C. Guthrie cuando señala:
El nombre de Parménides divide la filosofía presocrática en dos mitades. Sus excepcionales dotes discursivas detuvieron la especulación en torno al origen y constitución del universo, y fueron la causa de que la misma se orientase, con renovados bríos, por caminos diferentes13.
Con todo, una característica realmente notable del pensamiento de Parménides es que pone en evidencia el hecho de que no se trata tanto de que el filósofo haga filosofía (o cree una filosofía), sino que es al revés: el filósofo es guiado por la filosofía, el caminante es conducido en su sendero por la Verdad y hacia la Verdad, hacia la σοφία. Cuánta razón tenía el Eleata cuando dijo que él por las yeguas era llevado14: él no era el guía, jamás lo fue. El pensador parte de un punto de arranque, una idea que le adviene tan inesperada como poderosa, pero el desarrollo de esta idea no se da según su capricho, sino que, más bien, él va descubriendo y explicitando qué se esconde en esa idea, sacando a la luz todas sus implicancias. El filósofo está más cerca del descubridor que de un creador.
De esta manera, Parménides es una figura central en la historia de la filosofía griega, y también lo es para la filosofía posterior. No es posible entender a Aristóteles o a Platón sin el Eleata, pues la figura del “padre Parménides”15 gravita fuertemente en la comprensión del problema acerca de τὸ ὄν. Y todo el pensamiento sucesivo encara a Parménides al ponerse en diálogo con Platón o con Aristóteles, sin ser siempre consciente de ello. Por lo tanto, no es tan descabellado afirmar que, dado que con el Eleata se dan los primeros pasos hacia la metafísica tal como Aristóteles la concebía, toda la filosofía hasta hoy está en deuda con Parménides.
3. Testimonios sobre la vida de Parménides
De la vida de Parménides sabemos poco, y casi nada con certeza. Según Diógenes Laercio, fue discípulo de Jenófanes (e incluso quizá de Anaximandro)16, pero la influencia decisiva fue de Aminias, un pitagórico, de quien se dice que fue él quien llevó a Parménides hacia la tranquilidad de la vida17. La relación entre Jenófanes y Parménides fue señalada por Platón18 y retomada por Aristóteles19, por lo que probablemente haya permanecido en la historia de la filosofía debido a su autoridad.
El mismo Diógenes señala que el ἀκμή de Parménides se dio hacia la Olimpiada 69° (504-501 a. C.)20. Dado que el ἀκμή se fijaba tradicionalmente hacia los 40 años (siguiendo el dato presentado por Apolodoro21), Parménides habría nacido hacia el 544-541 a. C. Sin embargo, esto contrasta con el testimonio de Platón, quien, en su diálogo Parménides, señala que Parménides y Zenón acudieron a Atenas con ocasión de las Grandes Panateneas y se encontraron con Sócrates, que a la sazón era “bastante joven” (σφόδρα νέον), mientras que Parménides contaba con 65 años22. Asumiendo que “bastante joven” quiere decir que Sócrates tenía no más allá de veinte años, esto significaría que Parménides tenía 45 años cuando Sócrates nació el año 470 a. C., lo cual fijaría su fecha de nacimiento hacia el 515 a. C. Según Leonardo Tarán, esta cronología de Platón es más preferible que la de Apolodoro, a pesar de que quizá dicha reunión no se haya realizado23.
Así, es claro que, lamentablemente, los datos que tenemos sobre la vida de Parménides son tan fragmentarios como los versos que poseemos de su Poema. Debido a esto, es muy difícil ubicar al Eleata en relación con los demás filósofos presocráticos, lo cual es especialmente problemático al intentar situarlo respecto de, por ejemplo, Heráclito. Todo intento de pensar la filosofía del Efesio como una respuesta ante el Poema de Parménides o viceversa no pasa de ser conjetural, condición que no puede ser olvidada ni pasada por alto.
4. Sobre las traducciones y agradecimientos
Unas últimas palabras para cerrar esta introducción. En primer lugar, los textos griegos han sido traducidos por mí a menos que se indique lo contrario, al igual que los pasajes de libros o artículos escritos en inglés. En los Anexos he procurado presentar los textos griegos usados en la obra y otros que puedan ser de interés junto con su traducción.
En segundo lugar, quisiera agradecer a todos quienes me acompañaron, me ayudaron, me guiaron y me apoyaron durante el proceso de redacción de este libro. En particular, quisiera agradecer a mi familia: mi madre, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos y mis primos, quienes me han apoyado y animado a seguir mis sueños y estudiar Filosofía. También agradezco a mis amigos, quienes con sus conversaciones, su simpatía y compañerismo han hecho dulces y hermosos los años de mi formación de Pregrado en el Instituto de Filosofía de la PUCV. Doy las gracias a mis profesores, especialmente al Prof. Dr. Héctor García, de quien he aprendido mucho, quien me ha ayudado y animado calurosamente a estudiar Griego para poder leer los grandes autores de la Antigüedad en su idioma original, especialmente a Parménides, y que me ha brindado su valiosísima ayuda, guía y apoyo durante la investigación y redacción de este estudio. Por último, quisiera agradecer a todos quienes me han acompañado en este camino. La filosofía es una búsqueda constante, según la frase de san Agustín que tanto le gustaba a Zubiri: “Busquemos como si hubiéramos de encontrar, y encontremos con el afán de buscar” (De Trinitate IX, 1). Y la belleza de la filosofía radica en que consiste en una búsqueda incesante e inagotable, de manera que siempre estaremos en marcha. Aceptemos la invitación de la filosofía y emprendamos la marcha hacia la Verdad, como el Eleata nos ha mostrado.
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