Terapia craneosacra I. John E. Upledger
A medida que mejora el estado clínico, las frecuencias rítmicas se aproximan a la amplitud normal.
En circunstancias no patológicas, la frecuencia del ritmo craneosacro es muy estable. No fluctúa como lo hace la frecuencia del ritmo de los sistemas cardiovascular y respiratorio como respuesta al ejercicio, a las emociones, al descanso, etc. Por tanto, parece ser un criterio fiable para la evaluación de procesos patológicos.
En circunstancias razonablemente normales, esta actividad rítmica se manifiesta en el sacro como un balanceo sobre un eje transverso localizado aproximadamente 2,54 cm por delante del segundo segmento sacro. El balanceo del sacro mantiene una correlación rítmica con el ensanchamiento o estrechamiento del diámetro transversal de la cabeza. A medida que se ensancha la cabeza, el vértice del sacro se mueve en dirección anterior. Esta fase del movimiento se denomina flexión del sistema craneosacro. El movimiento correlativo a la flexión es la extensión. La base del sacro se mueve anteriormente mientras el vértice del sacro lo hace posteriormente.
Durante la fase de flexión del ritmo craneosacro, todo el cuerpo rota externamente y se ensancha. Durante la fase de extensión, el cuerpo rota internamente y parece estrecharse un poco. Un ciclo completo del ritmo craneosacro se compone de una fase de flexión y otra de extensión. Hay una zona neutra o de relajación entre el final de una fase y el inicio de la siguiente fase de cada ciclo. La zona neutra se percibe como una pausa breve que sigue a la vuelta de una amplitud extrema de una fase, y antes de que las fuerzas fisiológicas inicien la fase opuesta del movimiento (ILUSTRACIÓN 1.1A).
Ilustración 1.1A.
Representación del ritmo craneosacro normal.
Los terapeutas expertos son capaces de palpar el ritmo craneosacro en cualquier parte del cuerpo. Valiosa información diagnóstica y pronóstica puede reunirse con rapidez palpando la frecuencia, amplitud, simetría y calidad del ritmo craneosacro. Este potencial diagnóstico quedó probado en el Instituto Loewenstein cuando se examinaron pacientes neurológicos con las técnicas de evaluación del ritmo craneosacro, y se sugirieron diagnósticos sin más datos sobre los pacientes. Mediante la exploración directa de cambios en el ritmo craneosacro, pudimos localizar con precisión niveles de la médula espinal responsables de paraplejías y tetraplejías en casos de poliomielitis, síndrome de Guillain-Barré, tumor medular y sección de la médula espinal por traumatismo. También pudimos localizar problemas neurológicos en el cráneo que se debieron a hemorragia cerebral, trombosis y tumor.
Se observó que el ritmo craneosacro se situaba entre 20 y 30 ciclos por minuto en esas porciones del cuerpo que ya no estaban bajo la influencia de los centros superiores del sistema nervioso central. Por tanto, mediante la palpación para determinar el nivel vertebral del cambio del movimiento rítmico en la musculatura paravertebral, también se determina el nivel de lesión de la médula espinal. La función de la médula se ve interrumpida unos dos segmentos por encima del cambio palpable en el ritmo de los músculos paravertebrales.
Los músculos denervados se mueven rítmicamente entre 20 y 30 ciclos por minuto, mientras que los músculos inervados se mueven fisiológicamente en correspondencia con el ritmo craneosacro (6 a 12 ciclos por minuto es normal).
Un ritmo craneosacro de baja amplitud manifiesta una nivel bajo de vitalidad en el paciente; es decir, la resistencia del paciente es escasa, y de ahí que la susceptibilidad a sufrir enfermedades sea alta.
En ocasiones, la frecuencia craneosacra, palpada en la cabeza, es el doble de lo normal y la amplitud es baja, si bien la energía interna que mantiene el sistema craneosacro parece bastante alta. Interpretamos este dato como indicador de que el límite del sistema hidráulico, que son las meninges del sistema craneosacro, está restringido y no consigue acomodarse al ritmo craneosacro. Por tanto, la frecuencia se dobla mientras la amplitud se reduce aproximadamente un 50%. Esta situación mantiene una distancia normal de movimiento por minuto (ILUSTRACIÓN 1.1B). A menudo encontramos esta situación en casos de problemas inflamatorios que en la actualidad afectan, o lo hicieron en el pasado, las meninges y/o el sistema nervioso central. Con frecuencia también hallamos esta anomalía clínica en autistas. Esto tal vez signifique que el autismo es el resultado de un problema fisiológico previo que afectó las meninges, y que las volvió menos flexibles.
La falta de simetría en el ritmo craneosacro por todo el cuerpo es un indicador que se emplea para localizar problemas patológicos de cualquier tipo y que causan pérdida de movimiento fisiológico, como una lesión osteopática del sistema musculosquelético (disfunción somática), respuestas inflamatorias, adherencias, traumatismos con cicatriz, cicatrices quirúrgicas, accidentes vasculares, etc. Aunque la asimetría del movimiento no determine el problema, sí señala su localización. Una vez localizado, hay que pasar a otros métodos diagnósticos para determinar la naturaleza patológica exacta del problema. El restablecimiento del ritmo craneosacro simétrico en el área de restricción se emplea como herramienta pronóstica. A medida que se elimina la asimetría y se restablece el movimiento fisiológico normal, tal vez se haga una predicción fiable de que el problema se está solucionando o se ha resuelto.
Ilustración 1.1B.
Representación del ritmo craneosacro: efecto de las barreras.
PAPEL DE LA FASCIA CORPORAL
Se puede considerar la fascia corporal como una vaina laminada móvil, ininterrumpida de la cabeza a los pies, de tejido conjuntivo que reviste y envuelve (entre láminas) todas las estructuras somáticas y viscerales del cuerpo humano. Teniendo presente este modelo, resulta evidente que cualquier pérdida de movilidad de este tejido en un área específica puede ayudar a localizar el proceso patológico que ha causado esa falta de movilidad. Por varios medios, probablemente a través del sistema nervioso, este sistema fascial suele mantenerse en constante movimiento en correspondencia con el ritmo craneosacro. Mediante conexiones directas y puntos óseos comunes de inserción, la fascia extradural y las meninges están interrelacionadas y son interdependientes en lo que a su movimiento se refiere. Por tanto, la cantidad de información diagnóstica y pronóstica que puede obtenerse de la exploración de la movilidad o restricción fascial sólo queda limitada por la habilidad para la palpación y los conocimientos anatómicos del examinador. La atención se dirige a la frecuencia, amplitud, simetría y calidad del ritmo craneosacro y su reflejo en todo el cuerpo.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Mientras todavía se cuestiona el origen del ritmo craneosacro, la teoría de que el cráneo se mueve constantemente en condiciones normales no es nueva. Se dio a conocer a la profesión osteopática hace más de 50 años.
MODELO DE SUTHERLAND
Mientras cursaba estudios en la American School of Osteopathy en Kirksville (Missouri), a comienzos de la década de 1900, William G. Sutherland quedó fascinado por la estructura anatómica de los huesos del cráneo humano. Le pareció que habían sido concebidos para moverse, a pesar de que le habían enseñado que en los adultos normales los huesos del cráneo están sólidamente fusionados mediante su calcificación y que el movimiento era, por tanto, imposible. Se decía que las únicas excepciones a esta condición de inmovilidad en el cráneo humano se hallan en los diminutos huesos móviles del oído y en las articulaciones temporomandibulares. Los anatomistas enseñaron a Sutherland, tal y como muchos lo siguen haciendo hoy en día, que el cráneo sólo tiene funciones protectoras y hematopoyéticas.1
Imbuido de la profunda convicción de que todas las estructuras de la naturaleza tienen un propósito, Sutherland llegó al convencimiento de que los huesos del cráneo debían moverse unos respecto a otros durante la vida normal. Ciertamente, el estudio detallado del cráneo humano y sus suturas muestra la posibilidad