Talmira. Víctor López Márquez

Talmira - Víctor López Márquez


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la conversación, yo ya estaba a punto de llegar a la cueva.

      Al llegar me encontré algo inesperado: espadas y escudos rotos.

      —Parece que ha habido problemas por aquí…

      Al entrar en la cueva, me di cuenta que era mucho más grande de lo que parecía por fuera. Estaba ensimismado por el paisaje, cuando fui atacado.

      —¡Halogs, montones de halogs de tribu!

      Corrí durante tanto tiempo que se me hizo interminable.

      Parecía mi final.

      Estaba totalmente seguro de que, si salía de la cueva, los halogs no me perseguirían por mucho tiempo, pues son halogs nada acostumbrados a la luz del sol. Me aproveché del asunto e intenté buscar una salida, lo cual resultó ser la mejor idea. Salí por un boquete que daba al exterior.

      Por poco.

      Llegué hasta un poblado llamado Mina de Gelwazenh.

      Un pequeño poblado, de unos cincuenta habitantes, la mayoría mineros dedicados a picar en las minas de los alrededores.

      Por cierto, enseñé a los habitantes del poblado a aprender a defenderse de los posibles ataques de bandidos y gente de apariencia dudosa.

      Aunque sus ciudadanos no fuesen precisamente unos veteranos, la cosa consistía en que eran débiles. Por eso, como buen templario de tercera (eso de no volver a mirar a una mujer a la cara no me quedó muy claro), les ayudé dándoles lo que necesitaban.

      A cambio, solo les pedí que me diesen algunas provisiones y que, si tenían algún problema, preguntasen por mí.

      Pero algo grave ocurría en el norte del continente. En el corazón de Sylvania se daba lugar una extraña reunión. La mano negra de Hasnnurt se reunía con el Señor del Caos (el Señor Tozudo entre los templarios) para debatir unos asuntos importantes, como el mantenimiento de su oscuro ejército. El Ejército del Mal, constituido por orcos (en mayoría), halogs, goblins y humanos del caos.

      La mano negra, de origen desconocido, se proponía lanzar un ataque sobre los elfos, pero el Dueño del Grial Oscuro insistía (tozudamente) en atacar al Imperio, por lo que se cumplió la orden del “Señor Tozudo”.

      En menos de media hora, un ejército de 10.000 hombres se preparó para la batalla. El Señor del Caos y la mano negra realizaron un sermón para alentar a las tropas. La mano negra dijo por último:

      —(¡Id a Kaniethá, destruid toda esperanza de vida humana!)

      ¡Hadutcal nucadarasa es to Kaniethá, reten humane!

      —UH!! —respondieron los halogs.

      ***

      Un día, cuando caminaba tranquilamente por el bosque que rodeaba la fortaleza de la Hermandad, me volví a encontrar con él.

      —¡Ha pasado mucho tiempo, ya no soy el mismo que antes, ¿para qué me necesitas?!

      —Te necesito para lo que te prometí… —me dijo el extraño.

      —Verás, eres alguien que ni te imaginas. ¿Acaso crees que naciste con esa marca en la frente, por nada…?

      —¿Qué me quieres decir con eso, rehén? —pregunté.

      —Llámame maestro —me respondió.

      —¿Maestro?

      —Eres un Sangre Azul, joven. Perteneces a una estirpe de antiguos héroes y reyes que gobernaron Talmira durante épocas de discordia.

      Justo en ese momento, se quitó la capucha, y su largo y sedoso pelo gris brotó a la luz.

      —¿Cuál es mi primera lección?

      —Irás aprendiendo con el tiempo, hijo. Cuando te encuentres en peligro tus poderes saldrán de tu interior y te ayudarán a superarlo —me respondió solemnemente.

      —¿Cómo aprenderé mis poderes? —pregunté ansioso.

      —Estaré guiando tus pasos, no te preocupes. Y después, otro hombre mucho más poderoso los guiará…

      Capítulo 4

       Pequeñas explicaciones

      Tras lo ocurrido en las cuevas, no ocurrió nada más. Solo se delataron unos extraños movimientos del extraño. Era bastante peculiar. Sobre esto, escribí en mi diario:

      28 de febrero del año 1090 de la tercera era

      Hoy la cosa ha sido bastante excepcional. Estábamos dando clase cuando oímos sonar un cuerno en las puertas de la ciudad. Fuimos todos a ver lo que sucedía cuando divisamos a un jinete enemigo. El jinete soltó unas palabras en un extraño idioma parecido al élfico y se fue. Y eso no es todo. Estábamos en el descanso, serían las dos y media, cuando divisamos una sorprendente nube de color gris que cubría los alrededores. Esto es todo, salvo que hoy Glishac ha estado muy pesado.

      Elior el montañés.

      Todo pasó muy rápido. Los templarios no sabían lo que pasaba al norte.

      Los soldados de la Mano Negra de Hasnnurt marchaban hacia un campamento del Imperio. Comandados por el capitán Gilffred, también llamado la Tercera Garra de la Mano Negra, marchaba hacia la victoria.

      El Señor Oscuro no dudó en ayudar a los soldados de Hasnnurt mandando un ejército de sus más cercanos secuaces, los Humanos del Caos.

      Los Humanos del Caos son una raza derivada de los Elfos Sombríos, los cuales eran a la vez una evolución de los humanos corrientes.

      Durante la segunda era los humanos del caos fueron instalándose en la zona central de Sylvania, donde instauraron sus campamentos, donde se empezaron a formar pequeñas ciudades. Poco a poco, los humanos del caos formaron varios reinos en los que se practicaba una buena justicia.

      Pero la felicidad no duró mucho. En el año 2026 de la segunda era, el Señor Oscuro conquistó todos los reinos de los Humanos del Caos y los puso bajo su dominio.

      Los Humanos del Caos son muy fáciles de distinguir. Son de alta estatura, se nota que descienden de los tálmiros[2], de piel pálida y pelo de negro azabache. Poseen ojos de rasgos orientales, que decoran con una sombra de ojos negra. Son un extraño pueblo.

      Los Humanos del Caos formaron un increíble ejército de 10000 hombres, todos de su misma raza. En poco tiempo, pusieron en marcha sus habilidades para la construcción de máquinas bélicas para arietes y torres de asedio. Tan solo necesitaban de unas dos horas para construir diez torres de asedio, 200 escaleras y seis arietes.

      Sus tropas marchaban hacia la mano de Hasnnurt, preparadas para el combate.

      Mientras tanto, en Amberes, la ciudad donde residía, un grupo de guerra elitiano se preparó para el combate. Iban a marchar contra La Cruz Blanca en una pequeña misión de escaramuza. En seguida los herreros se pusieron a trabajar, preparando armaduras y espadas, lanzas, picas, hachas etc.

      Tardaron muy poco, los soldados estaban listos para la batalla que se iba a iniciar.

      El grupo de guerra marchó hacia el territorio de La Cruz Blanca, que se encontraba en la zona central de los templarios. Su capital, llamada Ilmireth (llamado enteramente Calax Ilmireth, y apodada “la Ciudad Gris”) se encontraba justo en el centro de su país. Región realmente extraña. Poseía una gran muralla de color gris, con bastante desnivel. A la ciudad no solía llegar la luz del sol, siempre estaba cubierta por una niebla de color verdoso, fruto de un poderoso y malvado hechizo.

      La ciudad era auténtico abismo, lo puedo asegurar. Por toda Talmira se hablaba de la maldición de aquel lugar, aunque nadie la conocía con exactitud. Unos creían que solo eran mitos, otros que era fruto de la magia negra, que lo hizo el Señor Oscuro, mientras que otros creían que era fruto de la naturaleza. Demasiadas supersticiones juntas para saberlo con exactitud.

      El grupo


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