Handel en Londres. Jane Glover
en el puesto de «Master of the Music» hasta 1729. Defoe continuaba: «el Duque mantiene allí un coro al completo, y hace acompañar los oficios religiosos con la mejor música, a la manera de la Chappel Royal, lo que no se hace en ninguna otra capilla de la nobleza en Gran Bretaña; y sin duda no en la del Príncipe de Gales, pese a ser el supuesto heredero del trono»16.
A mediados de 1717, este refugio musical campestre debió resultar para Handel infinitamente atractivo, mientras que para Brydges, la incorporación de Handel a su «corte» privada supuso sin duda una gran pluma en su sombrero. Como Mainwaring dijo más tarde con cierta afectación: «No nos corresponde a nosotros determinar si Handel fue incorporado por una mera exhibición de grandeur, o si fue elegido por razones de índole superior. Pero uno podría aventurarse a afirmar que el hecho de tener a un compositor de su talla revelaba una posición de verdadera magnificencia, a la cual ningún súbdito o persona privada; qué digo, ningún príncipe o potentado en la tierra podría hoy por hoy aspirar»17.
Instalado en Cannons, desde finales del verano de 1717, Handel cambió de registro, abandonando temporalmente el teatro para concentrarse en la música de iglesia. La nueva capilla aún no estaba terminada, pero Brydges había hecho redecorar en estilo barroco italiano la cercana iglesia de St. Lawrence, Whitchurch, utilizándola para el culto. Handel escribió para los músicos de Cannons y para el espacio íntimo pero suntuosamente teatral de la iglesia su tercera adaptación del Te Deum (a finales de 1718, quizá para celebrar algún evento de la familia Brydge), además de once potentes anthems multipartitos, hoy conocidos como los Cannons o Chandos Anthems. Durante poco más de dieciocho meses Handel se aplicó a este nuevo reto con la energía que lo caracterizaba. A finales de septiembre de 1717, Brydges escribió al Dr. Arbuthnot: «Mr. Handle ha compuesto para mí dos nuevos anthems de una gran nobleza, y todo el mundo está de acuerdo en que superan con creces a los dos primeros. Ahora está trabajando en otros dos y en algunas Oberturas que serán interpretadas antes del oficio»18. En sus años romanos Handel había escrito algunas adaptaciones de salmos sobre textos en latín. Ahora adaptó versos en inglés, con algunos textos extraídos de más de un salmo, y echando mano de su habitual técnica de reciclaje reelaboró parte de la música de los salmos italianos para las nuevas obras. Los diferentes orgánicos reflejan el gradual crecimiento de la institución musical de Cannons: seis de los anthems están escritos para un coro a tres voces, mientras que los demás están escritos para cuatro o cinco voces. La base instrumental es pequeña, con solo dos violines y un continuo aderezado con un solo oboe, aunque dos de los anthems también incorporan flautas de pico, y también en algún caso aparecen un fagot y un contrabajo. No hay violas en ninguna de las músicas que escribió en Cannons, de lo cual se deduce que no había ninguna en nómina.
Pero quizá la novedad más interesante para Handel en su palaciego retiro rural fue su concentración en el trabajo con textos ingleses, tanto en la capilla como fuera de ella. Había sido plenamente consciente del furibundo debate aún vigente acerca de la pertinencia de la ópera cantada en un lenguaje incomprensible para la mayoría del público, y, a salvo de las miradas del mundillo teatral londinense y espoleado al mismo tiempo por la necesidad de utilizar textos de salmos en inglés, comenzó a experimentar con música dramática en inglés. Una obra que tuvo su origen en este período experimental fue Esther, una historia bíblica en cuyo libreto, directamente inspirado quizá por la obra de Thomas Brereton Esther; or Faith Triumphant, de 1715, habían participado muchas plumas ilustres, entre ellas las de los amigos de Handel Burlington, Pope, Gay y Arbuthnot. No sabemos si Esther fue interpretada alguna vez en Cannons, pero doce años más tarde reaparecería en Londres.
No hacía mucho que Pepusch, el colega de Handel, había cosechado un gran éxito en el teatro Drury Lane con su mascarada Venus and Adonis, y ahora también Handel quiso dirigir su atención hacia un tema pastoral en inglés. La obra resultante, Acis and Galatea, es una indiscutible obra maestra cuyo duradero impacto, como el de Esther, se dejaría sentir mucho más tarde. En 1708, en Italia, Handel había compuesto una versión de la misma historia, Aci, Galatea e Polifemo, pero el tratamiento que ahora le dio fue completamente nuevo, para cuatro cantantes más un coro a cinco voces (probablemente los mismos solistas convertidos en conjunto), que, a la manera de un coro griego, participa en la acción y la comenta. Una vez más, algunas luminarias del círculo de Burlington House colaboraron para adaptar el mito siciliano extraído de las Metamorfosis de Ovidio: John Gay escribió la primera versión del libreto, y Alexander Pope lo amplió con sus comentarios corales. Tanto el libreto como la partitura son magistrales. En cierto modo, cada uno podría valerse por sí mismo sin el otro, pero su combinación, un todo que supera sin duda la suma de sus partes, da como resultado una obra tan intensamente emocionante a una escala íntima como lo es Rinaldo en el gran formato.
El argumento de esta miniópera está desprovisto de tramas secundarias. Acis, un pastor, y Galatea, una ninfa marina, están felizmente enamorados, pero también el monstruo Polifemo está prendado de Galatea. Celoso de Acis, lo mata. Galatea utiliza sus poderes divinos para convertir a Acis en una fuente, en cuyas trágicas aguas ella podrá bañarse por siempre. Aunque la trama es bastante simple, suministró a Handel la posibilidad de demostrar todo su poderío e ingenio teatral y emocional, a través de una música que a veces es variadamente amorosa («Love in her eyes sits playing», de Acis, y su dúo con Galatea, «Happy we»); pastoral («Hush ye pretty warbling choir», de Galatea, con otra flauta de pico imitando un canto de pájaro tan típica de Handel); dramáticamente tensa (cuando el amigo de Acis, Damon, pregunta con ansiedad: «Shepherd, what art though pursuing?»); de una abierta comicidad («O’ruddier than the cherry», de Polifemo, una grotesca expresión de lujuria para una voz grave acompañada de una flauta de pico sopranino ridículamente chillona), o terriblemente trágica (toda la escena de la muerte de Acis, «Help, Galatea», el lamento de esta, «Must I my Acis still bemoan», y muchos coros desgarradores, incluyendo «Wretched lovers» y «Mourn all ye Muses»). Con o sin puesta en escena –en el libreto también hay elaboradas descripciones de potenciales efectos visuales– esta mascarada supuso probablemente el paso más importante dado por Handel en Cannons. En especial, su tratamiento de la lengua inglesa muestra que se hallaba en pleno proceso de dominio de sus peculiaridades, y su segura representación de un gran número de emociones humanas resulta profundamente conmovedora. Orquestada para el pequeño conjunto de cuerdas de Brydges (todavía sin violas) y el continuo, además de oboes doblando a las flautas de pico, da la sensación de que nada falta. Después de algunas interpretaciones de Acis and Galatea en Cannons, Handel retiró la partitura durante algunos años. Pero, como sucedería con todas sus obras mayores, encontraría más tarde oportunidades para sacarla de la estantería. Por el momento, el salto que había dado en su aproximación a lo grande y lo pastoral había sido inconmensurable.
En el verano de 1718 falleció en Halle la hermana menor de Handel, Dorotea Sophia. Su oración fúnebre, pronunciada por Johann Michael Heineck el 31 de julio, enumeraba no solo sus propias virtudes, sino también las de su familia, indicando hasta qué punto los logros de su hermano en suelo extranjero eran motivo de orgullo local: «Dios le había concedido un marido devoto, un matrimonio fructíferamente bendecido, una considerable dote, y muchas alegrías en la persona de su único hermano, cuyas virtudes únicas y extraordinarias causan la admiración y el amor incluso de cabezas coronadas y de los más grandes señores de la tierra»19.
Profundamente apenado, Handel se mostró ansioso por volver a casa para llorar con su madre, con el viudo de su hermana, Michael Dietrich Michaelson, y con su ahijada de siete años, Johanna Friederika. Escribió con frecuencia a su cuñado, reiterando su propio dolor, su preocupación por su amada familia y su intención de verlos a todos lo antes posible. Esa oportunidad, sin embargo, se estaba retrasando mucho, como explicó con cierta angustia en una carta a Michaelson, en febrero de 1719:
Mi queridísimo hermano
Os ruego que no juzguéis mi afán de veros por la demora de mi partida; es muy lamentable que me encuentre aquí atrapado por asuntos de la mayor importancia, de los que (me atrevo a decir) depende toda mi fortuna; pero se han dilatado mucho más tiempo de lo que yo había previsto. Si supieras de mi angustia al no haber podido realizar aquello que tan ardientemente deseo, serías indulgente conmigo; pero espero concluirlo todo dentro de un mes