Los misterios del Noisy. Kharla Vera

Los misterios del Noisy - Kharla Vera


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cautivado a su habitante, la sensación de historia, de haber estado allí hace tanto tiempo y la soledad que lo identifica con el abandonado castillo.

      En aquel momento cuando volvió a verlo de nuevo, sintió su alma agitarse, al fin lo tenía delante suyo. Aquel lugar le recordaba muchos acontecimientos pasados que le marcaron, pero vivía enamorado de este lugar, el castillo se había convertido en un sueño utópico para él. Inhaló la suave brisa que llevaba el viento, la frescura, el alivio, la paz que ahora sentía. Era verdad, se veía terrorífico a simple vista pero, tenías que mirarlo con otros ojos para descubrir lo hermoso que era en realidad.

      Observó cómo se había desgastado en los últimos años, pero su emoción no le hizo concentrarse en eso, mas bien siguió contemplándolo. Entró con solemnidad y admiró sus alrededores, imaginó —cómo es que Adán se habría sentido en el mismísimo paraíso—. Como si hubiera traspasado un portal del tiempo y revivieran vidas pasadas, así se percibía su felicidad, tanto que lloró de alegría. Con un nudo en la garganta se apresuró a secar sus lágrimas.

      Aquella sensación de estar en casa, se preguntaba si aquello que experimentaba era efímero o tendría que lidiar de nuevo con la tristeza que el mundo a veces le presentaba en algún momento. Lo bueno era que hoy sentía que, podía lograr cualquier cosa que quisiera, era su día de “buena suerte”.

      El castillo no solo provocaba ese aire de nostalgia y terror, también evocaba a la mente de Joseph, recuerdos no gratos de su infancia.

      Era una ironía, que el Noisy fuera tan asediado por los pueblerinos y temido por extrañas circunstancias. Tal vez era su espeluznante silencio que lo condenaba y lo sumía a la soledad y el misterio. Rosó con sus manos las polvorientas paredes, y pensó que su siguiente objetivo, sería restaurarlo.

      El estilo gótico—inglés que se resaltaba con su fascinante arquitectura podía hacernos entender que estuviéramos habitando en un castillo del siglo XVIII. El diseño del cielo raso tenía forma de telaraña, en las pilastras se podían distinguir pequeñas estatuas, que por su figura daba la idea de hombrecitos que doblaban sus rodillas y con su mano derecha sostenían una daga. Las gárgolas tenían forma de animales, pero más se podía apreciar al murciélago, eso no le agradó mucho, y pensó en ubicar también míticos elefantes o un furioso león. En las habitaciones había objetos viejos, utensilios dañados, polvo en todas partes, sus escaleras estaban desmoronándose. Se podía decir que el área más segura era la planta baja. Era una pena que todo estuviera así, después de haberlo visto en su gloria, ahora estaba consumiéndose poco a poco.

      Recorrió con cuidado todo el castillo, al final notó que no había visitado su lugar favorito, la vieja Torre del Reloj. Solía subir las escaleras de caracol a toda velocidad y ver los engranajes que formaban el enorme mecanismo, se asomaba por la pequeña ventana de la torre para mirar el bosque que se perdía en el horizonte, y lánguidos rayos de sol en pleno atardecer, que intentaban tocar la tierra.

      En ese mismo momento un aire sepulcral invade la habitación, tras de él siente que alguien le observa, lentamente gira su mirada. No tiene miedo, solo que no sabe si en realidad alguien está allí.

      No hay nadie pero, su piel se ha erizado. Y dentro de sí mismo sabe que va a suceder algo. En ese instante una sombra sinuosa camina por el pasillo. Él sale de inmediato, tratando de alcanzarla, para asegurarse de que, era real lo que veía pero, se dirige a los pasillos pero no hay nadie.

      Su corazón late rápidamente, pues sabe que está solo en ese inmenso castillo y nadie entró con él, solo su perro, al que llamó con un silbido; su mascota bien animada se avienta a él, y éste le recibe contento de tenerlo cerca.

      Nuevamente mientras camina, detrás de él pasa la sombra. Él decidido la persigue por las habitaciones su perro tras de él comienza a alterarse.

      No hay nadie en aquella habitación sin embargo la vio entrar aquí. En el solemne silencio una voz se escucha:

      —Porque has regresado.

      —¿Quién era? —se preguntó. La voz masculina y moza, sonó dimensional algo lejana, pero que sin embargo estaba allí. Algo familiar también. Se volteó y lo vio. Su piel se despelucó y el frío le recorrió el cuerpo.

      — ¿Franceis?

      Era pálido, de aspecto cadavérico. Pero se notaba su forma humana aún, cabello lacio y castaño, rostro perfilado con la punta de su nariz enrojecida como si tuviera algún resfrío. Lozano aún al momento de fenecer. Sobre el umbral de la entrada recostado, y apoyando su peso en su pierna derecha mientras miraba las uñas de sus manos le dijo.

      —Así que… has venido ¿de visita o qué?

      El hombre del castillo miró las ropas antiguas que traía puestas, las mismas de la última vez. Y consciente que era la única persona en el Noisy, entendió que estaba hablando con un fantasma. Sí, un fantasma.

      Ocultó su sorpresa entonando un largo no, mientras negaba con la cabeza.

      —Claro, entonces deja que adivine: ¡Te mueres por poseer este lugar, no! reconstruir y adueñarte de cada rincón para tu deleite, instalar toda clase de objetos inservibles, o basura de tiempo, y ¿todo para qué?, ¿para matar el aburrimiento de tu jodida vida?

      El hombre no le respondió. Y desvió su mirada.

      —Lo imaginaba —se respondió—, si sabías que, aunque llenes este lugar de muchos artilugios, seguirás siendo el mismo hombre vacío por dentro.

      Era cruel como lo conoció, y al parecer los fantasmas tenían la curiosa capacidad de leerte la mente. Como si le hubiera visto todos estos años, su vida llena de lujos y mucha ostentosidad. Llenándose de materialismo que al final del día no sanaba lo que él era.

      —Lo sé, pero al menos puedo tener momentos felices. Cosa que lo dudo de ti y todos ustedes…

      — ¿Por qué hablas así de nosotros? Es más puedo asegurar que nos habías olvidado.

      — ¡No! —reclamó.

      El ente flotó ligeramente hacia adentro de la habitación.

      —No puedo creer que después de tanto tiempo hayas decidido venir, pensamos que ya no vendrías, pero todo nos ha resultado. Es interesante como trabaja su mundo, ¿no crees?

      —No lo creo. Lo sé. Y ya te dije que estoy aquí por un solo motivo, el Noisy es mi único motivo. ¡Y llegará el día en que ustedes!

      —Shhhhhhhh

      Le interrumpió asustado el ente, que saltó hacia él para tapar su boca…

      —No lo digas en voz alta. Ellos pueden escucharte. —le murmuró.

      — ¿Ellos? ¿Quiénes?

      —Los otros.

      —No te entiendo.

      —Ya lo verás, ya lo verás… sígueme

      El ente le llevó por un largo pasillo, y él le siguió, influenciado por la duda. Con cuidado caminó por los escombros y tapando su nariz por el evidente olor a polvo, notó el desmoronado estado de las roñosas paredes; también una mala intención en el fantasma. Al final se detiene frente a una puerta, la señala y le pide que entre por ella y así lo hace.

      Temerosamente hala el oxidado picaporte y la puerta se abre. Es una habitación pequeña y oscura, no tiene ventanas y parecía haber sido una oficina en sus tiempos, la poca luz que ilumina, entra por un pequeño tragaluz. Hay estantes muy altos llenos de folders envejecidos y polvosos, además de libros y montón de papeles, se sabe a cierta vista que nadie ha estado allí en mucho tiempo. El hombre tose un poco, mientras ojea el lugar, no sabe con qué real intención le ha traído hasta aquí el ente y no era para mostrarle a los otros.

      El fantasma le mira desde el umbral esperando ansiosamente. El sigue caminando hasta una alta repisa de madera, abre la puertita lentamente, voltea con desconfianza, y el ente le señala que siga. Se aligera a abrir. La sorpresa es tal que se cae hacia


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