Insomnios del alma. Denisse Martínez

Insomnios del alma - Denisse Martínez


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un gran enigma

       Noche cincuenta y ocho

       Libre

       Noche cincuenta y nueve

       Te regalo mis deseos

       Noche sesenta

       Tu último verso

       Final de la historia

       Agradecimientos

       Sobre la autora

      Dedicatoria

      A Dios por traerme hasta aquí.

      A mi hijo por ser quien me inspira

      a seguir luchando mis batallas cada día.

      A mi familia y a mis amigos sinceros.

      A un amor fugaz.

      “Como si se pudiese elegir el amor,

      como si no fuera un rayo

      que te parte los huesos”.

      Julio Cortázar

      Preludio

      Estas son las poesías de mis insomnios, de mis lunas de espera, de los días que han pasado nublados de nostalgia, de los cansancios que han descansado en tu recuerdo. En mis insomnios, mi alma lloró. En mis insomnios, mi alma te habló. No sé si la escuchaste, pero quiero pensar que sí y te fue imposible responder.

      Son mis dedos esclavos de la tinta y el papel, los que escribirán todo aquello que mi boca no quiere decir, porque es tímida y callada, pero ellos son atrevidos y no se avergüenzan. No sienten pena y les gusta escribir, mientras estos ojos se encuentran pasmados en plena medianoche, perplejos en recuerdos que no se van, pero que duelen como heridas en la piel.

      Con la poesía podemos darle voz al alma. No siempre es perfecta. A veces es un misterio. Hay que sentirla para entenderla. Con ella surgen nuevos capítulos e ilusiones, porque estamos hechos para renacer, aunque el camino sea largo y algunas veces maltrecho.

      Aquí describo las noches en que los sentidos se hicieron cómplices de un alma confundida, y escribieron mis poemas más delirantes.

      Noche uno

      Primera noche sin hablarme. Se ha marchado sin despedirse, y ni siquiera puedo esperar que me escriba. No veré nunca más esos ojos que amo y esa sonrisa que adoro por completo.

      Esta noche será, sin dudar, la más larga y sé que no necesitaré café. Estoy desvelada y seguiré estándolo por largo, largo tiempo; porque el insomnio ha llegado despiadado y violento, como este sentimiento que me quema el alma.

      El lamento de mi piel es por no haberse enredado un poco más con la tuya. No haberse escurrido entre tus noches con esa pasión que tan solo con una palabra provocabas. El lamento de mi alma, que te hayas metido demasiado profundo en ella.

      Siempre tuve miedo a no volver a verte. Siempre tuve miedo a no tenerte… Y cuán acertado presagio, ese en el que pude ver que te irías.

      Tu partida

      Y te vi fugaz, como en un sueño,

      y te abracé deprisa, con la corazonada

      de que sería la última vez que te vería…

      Lo vi venir, pero no pude evitarlo,

      porque ese era el destino, tuyo y mío:

      todo y nada, razón y locura…

      Estoy rota y mi corazón sangrando.

      Ni transfundirme podría salvarme

      de este triste desenlace que,

      aunque presentí,

      confié que fuera de esos que solo te inquietan,

      pero al final no se cumplen.

      Qué errada estuve.

      Y lloré, lloré, lloré sin sentido…

      Y esperé, esperé, esperé,

      sin saber qué esperar.

      Y mis lágrimas fueron cuchillos

      que desgarraban mis mejillas

      y caían cual tormenta despiadada.

      Y mis ojos ya no durmieron,

      pero no sabían

      que ese era apenas el comienzo

      de un largo, pero largo desvelo…

      Noche dos

      Otra noche de desvelo, esperando al sueño que no llega. Deseando que esto sea solo una pesadilla. Las letras llegan a mi mente, empujadas por el huracán de mi dolor que necesita arrasar todo lo que esté a su paso. Devastar con violencia estos pensamientos que no pueden estar en calma.

      Escribo y al mismo tiempo sujeto los pedazos de mi alma. Veo que esta noche promete un poema más…

      Culpable es mi alma

      Fue mi alma la que se enamoró de ti,

      de tus demonios…

      La que no pudo librarse de tus miradas,

      de tus palabras, de tu piel.

      Fue ella la que quedó atada a cada fragmento de ti.

      Es ella la que no quiere dejarte ir,

      la que quiere seguir persiguiendo tus sentidos,

      tus desaires, tu desamor…

      Es ella la que me tiene hundida en este insomnio,

      que me martiriza y me somete.

      ¡Reclámale a ella!

      Porque yo soy la víctima en esta historia.

      Es ella la que te busca en cada parte de mi ser,

      la que te tiene atado a mí sin sentido,

      y no quiere soltar las cadenas.

      Es ella la que alimenta mis noches de miedo y soledad,

      con tu recuerdo.

      Noche tres

      Seguimos aquí, mi amigo insomnio y yo. No hay café. No es necesario. Quizás debería descorchar una botella de vino y servir una copa para disfrutarla con esta soledad abrumadora que me arropa.

      Estoy planeando qué hacer mañana. Quizás tendré otra botella para degustar, o saldré al jardín a escuchar, lo que otra larga noche tendrá para contar.

      Voces de la Noche

      Una luna eclipsada para mí.

      Una noche como pocas,

      larga y agitada.

      El eco de las palabras que no dijiste,

      pero


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