Un mundo sin rostro. Liliana Silvia Ebner

Un mundo sin rostro - Liliana Silvia Ebner


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de hermosas aves.

      Hay silencio en las calles, la ciudad parece abandonada.

      Pero ellas, inquietas y aventureras, se van apropiando de nuestros lugares.

      Todo permanece cerrado, no hay restaurantes ni confiterías. Los contenedores están casi vacíos, las plazas cerradas. Entonces se animan. Vienen por todo.

      Porque el hambre les da valor para salir y deambular. Y como en aquella película, ellas sobreviven a todo, porque son fuertes, atrevidas, maestras de la adaptación.

      Acostumbrados al turismo que esparce desperdicios, a cantidades de comida de los locales, ahora no disponibles, los roedores cambian su forma de sustentarse el alimento.

      Y pienso en aquella película e imagino un ejército de ratas sitiando la ciudad y provocando muchas más enfermedades.

      El hombre, durante miles de años ha desarrollado vacunas para erradicar la viruela, la poliomielitis, el sarampión y muchas más enfermedades. Hay muchas personas contrarias a la vacunación y así es como han comenzado a aparecer nuevos focos de estas.

      Hoy, no tenemos vacuna para prevenir el COVID-19 y los muertos se suman día a día.

      Se abren fosas comunes, se cierran centros de recreación para albergar féretros. Los médicos y enfermeros dejan la vida, luchando para salvar la del prójimo.

      Pero ellas, las ratas, siguen avanzando, invaden barrios y ciudades, cruzan las calles y se esconden en cualquier hueco.

      Mieles de años desarrollando tecnología, hemos logrado llegar a la luna, pero hemos hecho oídos sordos a los problemas ambientales que producimos, que provocamos, con nuestra técnica.

      Y el universo nos envió un aviso. El mundo permanece aislado, en cuarentena.

      Pero las ratas siguen avanzando, cada vez en mayor número, cada vez más hambrientas.

      Y yo me pregunto: ¿la evolución que hemos logrado significa involución?

      Es como una puesta en escena de ciencia ficción, donde la obra que se desarrolla lleva por título: VOLVER AL PASADO.

      

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      6

       RESILIENCIA

      Insomnio, única cara de esta nueva noche de luna plateada, la que preocupada siempre acompaña.

      Me levanto en puntillas, para no interrumpir el sueño de quienes fueron premiados con el reparador descanso.

      Busco esa bata blanca, que no abriga, pero reconforta con el recuerdo de otras noches plagadas de besos.

      Me asomo al balcón, miro las calles. Desiertas. Hasta parece que no existe la sombra de los tristes árboles al reflejo de las mortecinas farolas.

      Pienso en tantos niños que no disfrutan del sol, ni del abrazo de los abuelos. Tampoco se maravillan, ni crean historias, pues no pueden ver el danzar de las hojas, que, mecidas por el viento de otoño, danzan para nadie y, mustias, se arrojan a las aceras.

      Pienso en los ancianos, sin las caricias, sin las sonrisas de los que más aman, y en los que agonizan sin besos ni abrazos.

      

      

      * Capacidad de sobreponerse a momentos críticos. Puede utilizarse para indicar fortaleza, invulnerabilidad, resistencia.

      7

       DON MANUEL

      El edificio de 10 pisos, donde habita don Manuel, ha cambiado. No de aspecto, pero sí de vida.

      Ya no se oyen las risas alegres de los adolescentes que allí viven, al bajar a encontrarse en la puerta con amigos y compañeros.

      Ya no se escuchan las voces alegres de los transeúntes, porque casi nadie transita. No hay sonido de cláxones en el semáforo, pues el tránsito es escaso.

      Don Manuel se ha quedado solo. Vive solo desde hace muchos años, desde que falleció doña Irma. Pero es un señor dinámico, sale a caminar muy temprano cada mañana y los domingos, como buen español, prepara unas aromáticas paellas para hijos y nietos que siempre lo acompañan.

      Pero el confinamiento, esta cuarentena interminable, que lleva ya más de seis meses, lo imposibilita de salir, lo priva de recibir visitas, lo sume en una abrumadora angustia.

      Los vecinos lo llamamos, los nietos pasan a dejar alimentos y medicación, pero no pueden dejarle lo que más necesita: el beso, el abrazo.

      Nos dice que ha comenzado a padecer insomnio. Y sí, esta vida anormal a la que estamos sometidos está haciendo mella en nuestra salud, de diferentes maneras.

      En el edificio aledaño, hace días han comenzado a escucharse los acordes de un violín. Debo decir que, si bien el sonido es suave, las melodías maravillosas, este buen hombre lo ejecuta... ¡¡¡en horas de la madrugada!!!

      Las quejas se multiplican, pero don Manuel nos sorprende.

      Desde que comenzó a escuchar las suaves sinfonías que brotan del violín se sintió acompañado. Sus desvelos se tornaron placenteros, y después vuelve a dormirse como un angelito, nos dice.

      El violinista pide perdón por su irrupción nocturna, está también solo, y el violín es su compañía.

      Todos queremos mucho a don Manuel y decidimos dejar que esa música irrumpa en nuestros sueños.

      Pero ¿saben algo? Al cabo de unos días uno acaba por acostumbrarse y la dulzura de esos acordes nos sume en un sueño más tranquilo.

      Además, don Manuel ha encontrado un compañero que, a través del pulmón de manzana, lo acompaña y le hace olvidar que la pandemia nos ha quitado la libertad y hasta el sueño.

      8

       REALIDAD

      Anoche en la penumbra del cuarto te pensaba.

      Entorné los ojos y mis dedos dibujaron el contorno de tu cabeza sobre la almohada, la silueta de tu cuerpo sobre sábanas heladas.

      Estiré los pies buscando la tibieza de los tuyos y mis manos, en el aire, acariciaron la fortaleza de tus muslos.

      Sentí tu abrazo apretando nuestros cuerpos, sintiendo el calor de nuestra piel, que despedía fuego.

      Incliné mi cabeza, buscando tu rostro amado y mi boca se abrió esperando el néctar de tus labios.

      Abrí los ojos, para verme reflejada


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