Egipto, la Puerta de Orión. Sixto Paz Wells
y Francia, queriendo abortar el ‘parto planetario’, pero no les resultó. La Orden Blanca infiltró gente para que no funcionara y el CERN fue saboteado. Hoy por hoy funciona por debajo de su capacidad.
»Considero que los Illuminati podrían estar planeando algo así, aunque quizás menos tecnológico y más ancestral, como… –dijo el padre Manuel.
–¡Una ceremonia de apertura del portal en alguna parte de Egipto tal vez? ¿Quizás en una de las tres pirámides de Gizeh? ¿No es eso lo que estaba pensando, padre? –intervino Esperanza.
–¡Así es! Y al parecer acabas de deducir brillantemente el lugar exacto donde se realizaría el ritual ancestral –sentenció el padre Dante.
–Para entender la trascendencia de la guerra entre la luz y la oscuridad, entre el bien y el mal, entre el orden y el caos, les sugiero que vuelvan al campo de batalla. Vayan a la Línea Sacra de San Miguel, que son siete lugares donde se recuerdan apariciones del arcángel a personas tan especiales como san Patricio, o tan comunes como pescadores, lugares que deberían volver a ser activados para restar fuerza al ceremonial de los Illuminati –añadió el jesuita mexicano.
–¿Activarlos? ¿Cómo, padre Manuel? –preguntó Esperanza.
–¡La oración y la meditación acompañadas de algunos ejercicios de corte energético o paranormal que movilicen las energías serían muy útiles! Y encontrando esos cristales verdes de origen meteórico que, colocados en el momento preciso y en el lugar adecuado, producirán una suerte de restauración, sanación y liberación. Todo a la vez.
–¿Cómo sabe usted, padre Manuel, de la existencia de los cristales verdes? –preguntó inquieta Esperanza.
–El padre Dante me contó lo que ustedes encontraron en la cueva del Paititi. Además, las leyendas irlandesas cuentan que de la frente de Lug o Lucifer habría caído una piedra verde a la Tierra; y en el Antiguo Egipto se habla de las Tablas Esmeralda de Thot el Atlante y de la piedra Benben de Heliópolis.
–Acabo de recordar algo que me dijeron hace un rato en el aeropuerto y que vino acompañado de esta estampita del arcángel Miguel:
«No te preocupes cuando te toque pisar las tres estrellas, eso también estaba previsto, y que no te inquiete cuando tus pasos te lleven a los siete lugares del campo de batalla. Porque, aunque cada batalla ya fue ganada, el costo fue mayúsculo, y aún no ha terminado la guerra. Solo al final el amor en el perdón vencerá».
–Fue el maestro Q’ero, ¿no, Esperanza? –preguntó Dante.
–¡Así es, padre, lo acabo de recordar! ¡Todo encaja!
»Padre Manuel, según usted ¿los cristales verdes cuántos son? ¿Y dónde podríamos encontrarlos? Como sabe, el padre Dante y yo vimos cuatro de ellos en Perú, en la cueva del disco solar en Paititi.
–De acuerdo a mis deducciones e investigaciones, los cristales verdes que vinieron o trajeron del espacio para la regeneración de la Tierra son ocho, y si ustedes encontraron cuatro en Sudamérica, los otros cuatro deben estar repartidos entre Europa, África o Medio Oriente.
»Cuatro para abrir el portal del Paititi con Pléyades y cuatro para el portal de Egipto de regreso a Orión.
–¡Solo falta encontrar tres, padre Manuel! Porque yo tengo uno en mi poder que unos seres extraterrestres de rasgos felinos nos entregaron a la salida de la cueva de Tepoztlán en México. En esa ocasión vimos descender su nave.
»Algo que encontramos dentro de la cueva activó una llamada y ellos acudieron de inmediato.
–¡Wau, vaya experiencia! Si no la conociera por su obra, doctora, y ahora en persona, pensaría que es un desvarío absoluto.
»En cuanto a los cristales, parece que ya faltan menos –dijo complacido el mexicano.
–¡No me habías dicho nada de ese cristal que tenías en tu poder, Esperanza! –comentó el padre Dante.
–¡Sí, lo siento, no hubo oportunidad! Ahora tomándonos un café se lo explico; tiene que ver con el viaje que hice a México.
»¡Muchas gracias, padre Manuel, por todas sus informaciones! Han sido esclarecedoras en grado sumo.
–Una última cosa, Esperanza. Ellos, los Illuminati, te van a querer usar como «búho» o «lechuza», que era el mensajero y enlace de los dioses del Xibalbá, los habitantes del inframundo. Que tu sabiduría te mantenga libre de toda seducción por parte de esas fuerzas oscuras.
–¡Gracias, trataré de que así sea!
Esperanza y el padre Dante salieron de la basílica, y caminando un poco se sentaron en un café con mesas y sillas en la calle debajo de un toldo. Allí continuaron su conversación, siendo observados en todo momento en la distancia.
–A ver, niña, ¿cómo es eso de que ya tienes en tu poder uno de los cristales verdes que abriría el Portal de Orión? ¿Cómo llegó a ti?
Esperanza le contó al detalle al padre Antonioni toda la aventura del Códice Mexica hasta el momento en que la doctora Victoria Garza le dejó en Chicago el cristal verde que les dieron los seres felinoides.
–¡Dios mío, qué nueva aventura la tuya! Algo había leído, pero no así, con semejante detalle.
–¡Sí, padre, como el salto cuántico vibracional ya se produjo el 21 de diciembre del 2012 todo hace pensar que las élites oscuras están intimidadas! Sabían que una parte significativa del colectivo humano estaba alcanzando un nivel de consciencia más elevado, pero no tenían idea de qué cantidad de almas despiertas hay hasta ahora.
–¡Muy interesante, Esperanza! Por lo que se puede ver los oscuros ya no se ocultan; sus ataques son directos y frontales, aunque todavía hay quienes no son capaces de verlo.
–¡Sin duda, padre! Los ataques van a incrementarse. Van a intentar por todos los medios que la gente no despierte, que los despiertos no puedan comunicarse para no despertar a otros, y que los que ya están conscientes sean vistos como necios o locos. Como pasó en la época de la pandemia del coronavirus. ¿Recuerda?
»Pero hagan lo que hagan, no importa mucho porque el salto cuántico ya se ha producido, es imparable. Una parte creciente de la humanidad ya empieza a contemplar a los animales como semejantes y a respetar a la Madre Tierra.
–¿Y qué has pensado entonces? ¿Vas a ayudar a los Illuminati a abrir el Portal de Orión a riesgo de condenar al planeta y a la humanidad a la destrucción, además de liberar esa fuerza tenebrosa de regreso al cosmos?
–¡Padre Antonioni! Hemos compartido momentos difíciles en el Paititi que permitieron que nos conociéramos en profundidad. Usted sabe cómo soy. ¿Cómo puede pensar que traicionaré a la humanidad, entre los que se encuentran mi familia y mi novio?
»Pero debe haber una forma de ayudar a estos seres a que regresen a su hogar, cambiando de actitud, liberándolos a ellos y a su vez liberándonos a nosotros de ellos.
»No sé cómo, pero siento en lo más profundo de mí que se puede y que eso es lo que se debe hacer.
–¡Dios te ilumine, querida Esperanza! ¿Cuáles son los siguientes pasos que vas a dar?
–Voy a llamar de inmediato a mis patrocinadores para decirles que ciertamente todo apunta a una de las tres pirámides, pero no les revelaré aún que sería la pirámide de Micerinos en Gizeh, que corresponde a la estrella Mintaka, la menor de las tres del Cinturón de Orión, el lugar para la apertura del Portal de Orión. Tengo que tener siempre una carta guardada bajo la manga.
»Mañana iré al Museo Arqueológico de Roma para ver la Piedra de Palermo, que se encuentra allí en exposición itinerante, y en dos o tres días más me iré a Turín en tren para visitar el Museo Egipcio y ver el Papiro del Canon de Turín.
–¿Quieres que te acompañe mañana al museo?
–¡No, padre! No quiero que los Illuminati se inquieten por su presencia. Ya su recibimiento