Conciencia akáshica. Eric Barone

Conciencia akáshica - Eric Barone


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se sobresalte, sólo piense.

      ¿Sabía Ud. que convive con un extraterrestre escondido en su cuerpo?

      Supongo que si fuera un ferviente ovnílogo le encantaría saberlo... pero si mi lector es un pragmático, racional hombre concreto que sólo se interesa por lo científicamente demostrado, tal vez corremos el riesgo de que cierre este libro. Le pido solamente leer una página más antes de tomar su decisión.

      Existe una energía cuyo estudio sería clave para la ciencia moderna si tuviéramos algún captador electrónico o bioquímico que pudiera demostrar su existencia. En países orientales es ya conocida y empleada cotidianamente desde hace milenios, pero la falta de claras definiciones y de medios de medición, hace que no sepamos si el “prana” del cual hablan los maestros hindúes, es lo mismo que la energía que circula por los “meridianos” estudiados en la medicina china, o la “consciencia cósmica” de la cual hablan los espiritualistas occidentales, o el “Espiritu Santo” adorado por los cristianos, el “vril”, el “orgón”, el “magnetismo universal”... en otras palabras no sabemos si estas creencias o culturas se refieren a la misma energía con nombres diferentes o si se trata de energías sin relación entre ellas.

      La energía ligada a la vida, nosotros, la llamaremos «Bioenergía», (que no se debe confundir con la Bioenergética de Lowen) y adelantaremos una lista de definiciones que podrán ser útiles al lector que, supongo, ya estará ansioso por encontrarse con el extraterrestre que evocaba al inicio del capítulo.

      La bioenergía es de una única naturaleza, pero de doble polaridad que cambia automáticamente de sentido cada tres mil años. Existen pocos medios a nuestra disposición para obligarla a cambiar de polaridad cuando nos parezca necesario, citamos: la alquimia, los milagros de santos -obviamente siempre de naturaleza energética en razón de la gran vecindad que existe entre bioenergía y energías espirituales- y ciertas prácticas de vida espiritual (que no están ligadas al funcionamiento del cuerpo, no se trata por ejemplo de vegetarismo ni de castidad).

      Para despreocupar al lector, y evitarle tener que buscar más lejos, le comunico que está al alcance de una persona de cada trescientos mil el poder efectuar estos cambios de polaridad a voluntad. En conclusión vivamos con la bioenergía que tenemos, y contentémonos con observar la epopeya de su transformación.

      Se presenta bajo la forma de pequeños filamentos de 3 centímetros de longitud y de un trimillonésimo de milímetro de espesor. Se apoya y circula en un medio extraño y de naturaleza todavía inexplicada, el medio donde se mueven las fuerzas que relacionan los contrarios. Por ejemplo: entre la materia y el vacío, la fuerza de gravedad, la fuerza centrífuga y la centrípeta, la fuerza que permite a los neutrones conservar su vacío entre los núcleos y los electrones, la fuerza que en el chakra del corazón del hombre opone el egoísmo al altruismo, el límite entre el blanco y el negro, la luz y la oscuridad, el hombre y la mujer, la vigilia y el sueño, etc...

      No podemos decir que “es” la energía de la vida sino uno de sus más importantes ingredientes.

      Sí, podemos afirmar que “es” la energía de la consciencia, de la inteligencia y del saber. No es como la electricidad nerviosa, no pasa por los circuitos conocidos tales como neuronas, axones, dendritas; no participa de la materia cerebral misma, por ser de otra naturaleza más sutil, dicha materia cerebral es prisionera de un mundo de solamente tres dimensiones, (tal como todo lo que concierne nuestro cuerpo físico y a los cinco sentidos). La bioenergía, por su parte, se mueve en un mundo de cuatro dimensiones; la cuarta dimensión en cuestión no es la del tiempo, sino la constituyente de este “medio de los contrarios” descripto anteriormente.

      En nuestro cerebro material, ella constituye una red de filamentos relacionados lógicamente entre ellos tal como las energías constituyentes de un software en una computadora. Digamos que en el ser humano, las pistas por donde circula esta energía están ligadas a las moléculas de agua.

      Esta naturaleza sutil es el origen de que apenas el 2% de la consciencia more en el cerebro neuronal (neurofisiológico) mientras el 98% restante se encuentra disperso por varios otros lugares energéticos de nuestro cuerpo.

      Para que podamos empezar a dividir las aguas respecto de nuestra inteligencia y de la consciencia, sepamos que: todo lo que concierne al uso de objetos “materiales y concretos” depende de la consciencia neuronal propiamente dicha, es de naturaleza eléctrica, utiliza los fenómenos sensorios y motores descriptos por la neurofisiología, pertenece al mundo de tres dimensiones y sólo se puede canalizar a través de los cinco sentidos. Todo lo que concierne a objetos “abstractos, inmateriales” se apoya sobre la consciencia bioenergética, vive en un mundo de 4 dimensiones, y se refiera a esta red descripta anteriormente.

      El extraterrestre que vive en nosotros, es finalmente este otro “yo”, responsable de la vida abstracta, conceptual, espiritual, inmaterial, autor de todo lo grande que el hombre construyó desde hace milenios. Un ejemplo sintético podría verse en la gran pirámide de Keops. Es un producto material, existe en el mundo tridimensional, fue bien construida por hombres neuronales. No obstante, la inteligencia que calculó sus medidas conocía la ciencia de las otras dimensiones donde la consciencia se mueve, y por el poder mismo de este conocimiento, plasmó en este monumento una verdadera anomalía espaciotemporal, capaz de momificar la materia biológica, de amplificar las radiaciones psicotrónicas de la mente y de los otros poderes parapsíquicos, y de enviar una onda modulable hacia el espacio. La pirámide de

      Keops ilustra perfectamente esta combinación entre lo material y lo inmaterial, tal como las reencontramos en el ser humano.

      El extraterrestre que vive en nosotros “es” esta organización bioenergética de la cual dependen nuestra inteligencia y sus creaciones. Este ser que tiene órganos energéticos, 18 cuerpos y 60 sentidos diferentes, puede vivir en un mundo que tiene desde 4 hasta 22 dimensiones según el desarrollo espiritual que alcanza la persona; es el que puede explicar todos lo fenómenos de la vida y de la muerte, de las superación de la inteligencia, de los hechos espirituales y supranormales, que la ciencia no puede explicar.

      Prácticamente, nuestro extraterrestre es el responsable de la vida, de la muerte, de los 42 estados de consciencia, de las relaciones entre humanos, sin olvidarnos de... nuestros sueños.

      ¿Por qué de ellos? porque desgraciadamente, durante el día, le prestamos tan poco interés a este ser extraordinario que albergamos, que solo puede despertarse y liberarse mientras nuestro cuerpo físico duerme.

       ¿Cuál es la saga de la bioenergía, y cómo conduce a dar nacimiento a este extaterrestre interno?

      El otro yo interno que tenemos es producto de una construcción hecha en paralelo a la de nuestro cuerpo físico. Su historia empieza con el décimo latido de nuestro corazón cuando éramos feto. En él se incorporó nuestra alma, llegando de su viaje de transmigración después de su desencarnación anterior. El alma (conjunto energético) se plasmó en las células nerviosas de nuestro minúsculo corazón gracias a un canal que partió de la columna vertebral de nuestra madre, entre su 4ta y 5ta vértebra lumbar, sede de lo que, por ahora, llamaremos el alfomega. Se prolongó a través del cordón umbilical para llegar hasta nosotros, por ese motivo nuestro ombligo quedará por toda nuestra vida como el lugar preferencial de entrada de la bioenergía de vida.

      En el momento de nacer, en el preciso instante en el que se corta el cordón umbilical, se incorpora en nosotros un cuerpo energético llamado “cuerpo de causalidad de la naturaleza”; es el que nos ligará para siempre a la madre de todas las madres: la naturaleza. No debería sorprendernos al descubrir que todos los daños que cometemos contra ella, se transforman en castigo para cada ser viviente del planeta, somos responsables de ella y de lo que hacemos.

      Desde nuestro nacimiento hasta los 6 años de edad, los 18 cerebros de nuestros 18 cuerpos desarrollan sus prolongaciones nerviosas, cada una sobre un plano más sutil que la anterior, y se provocan las interconexiones entre estos 18 cuerpos. Por ese motivo, los trastornos ocurridos en este período1 de la infancia se traducirán en difícultadas, ventajas, problemas o anomalías, durante el resto de nuestra vida.

      


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