Mar de voces. Cecilia Magaña
Se escurren las sombras por debajo de la puerta
la música, con el viento, se va por la ventana
mientras tanto, veo cómo una mosca montada sobre un ciempiés
trepa por las patas de una mesa de centro;
huele a estiércol e insecticida
algo no anda bien, presiento: el sol dejó de brillar
a mediodía.
Los cuadros de pintura se descuelgan de su lugar
se acurrucan en el piso, así, sin más.
Los muros se juntan unos a otros;
cautivo, siento que me ahogan… no puedo respirar.
Toco mis ojos: salpicados están de la ausencia tuya;
el llanto no avisa, aparece intempestivo y se desplaza
por los distintos senderos de mi cuerpo.
Hiervo en esta caldera, solo, ausente del ruido
y la algarabía de la calle que festiva
increpa el mutismo que hoy habito.
Por algún extraño impulso no puedo despegar mi mirada del techo
él no se mueve hacia mí, se desplaza al infinito.
Alcanzo a ver cómo las estrellas se lo tragan.
En este expandible escenario, alguien, persistente
toca a mi puerta.
Con agobio me levanto, la abro:
es tu desapacible ausencia quien, como niño
golpea mis recuerdos… y se va.
Carmen Lilián Velasco Rodríguez
Preparatoria 18
Formidable
Este lugar huele a sed
que absorbe líquidos aceitosos de un rostro cansado, que tachonea espacios de ecos absurdos. Aquí se agolpan sensibilidades dulcísimas; dulzonas, como la rabia del viento sobre las ramas de quien sabe que el árbol es un lugar
Roncas cuerdas que en el eco resuenan. Agudo silencio que permanece en los techos.
Este lugar huele a miedo
y a esos sonidos que la piel siente de madrugada.
Huele a oscuro de ruinas de un furioso incendio,
como la tierra donde nace el hombre.
Huele a vicio de golpe. Sus muros son fuertes y en ellos se mide la fatiga del alma. De las almas que no perciben los colores del mundo, esas que respiran los tercos rastros de un lago que ya no está y no ven la tierra empapada que brinda todo para forjar colinas imperiales donde jugar.
No ven porque no huelen.
No huelen porque no juegan.
No juegan por no sentir.
Sandra Noemí Paz Rubio
Preparatoria 6
Perséfone
Pérdida, amor de cada estación.
Calipso
¿Quién dijo que el dolor no era sustancia?
Tan parecido al deseo,
aflicción convertida en lágrimas.
A Caro
Erinias
Furias con brazos de tinta,
tinta que rasga el papel
transmutado en carne,
carne
que sangra la muerte,
Muerte del padre en la madre.
Víctor Villarreal Velasco
Preparatoria 20
Taco
Se abre el vientre de la tortilla
para dejarle tendida la cama,
de suave lecho a las carnitas.
Llora en su rostro una salsa de tomatillo,
y guacamole aguado,
antes de cerrar la boca de masa.
Se enrolla suave y uniformemente.
El taquero es el artista que ensambla la artillería.
Nada se escapa por sus orillas;
ese es el diseño del taco,
su arquitectura, artesanal, catedralicia.
Es de tomate su anatomía,
pues sangra al partirse.
Su corazón es de cebolla,
triturada y dispersa.
Es la extensión de los dedos del mexicano,
pues su antagonista son los cubiertos.
Bravo, como los machos.
Charro de cara larga.
Caleidoscopio de sabores,
mestizos y rimbombantes.
Lengua
Exquisita la lengua.
Amante pervertida.
Látigo mortal de la palabra.
Encerrada en la cárcel de la boca,
sales para pecar,
en el peor de los delitos,
que es el habla.
Serpiente húmeda.
Bestiario
Posado en el dintel de la puerta
el cuervo mira con ojos de demonio
al desgarbado Poe,
y grita, sobre el busto de Palas,
su sólo repertorio, en aquella noche plutónica…
Never more.
Mientras tanto, en el Oeste,
la malvada bruja invoca a una horda de monos alados,
porque Baum camina por la senda