Fútbol. Detlev Brüggemann
centrales técnicos, tácticos y de condición física deberían estar bien combinados, esto es, dispuestos de manera variada según el principio de carga y recuperación y según sus formas de movimiento. Se ha de evitar el esfuerzo unilateral de determinadas partes del cuerpo y la concentración exclusiva en la técnica o en la táctica durante una sesión de entrenamiento.
Entrenamiento regular, frecuente
Los descansos regulares de recuperación no pueden detener la fatiga de un jugador, pero sí retrasarla. Todo entrenamiento origina, aún con una alternancia razonable entre carga y recuperación, una fatiga progresiva, que dificulta las correcciones técnicas y tácticas cuanto más se prolonga la sesión.
La duración razonable para un programa de entrenamiento se sitúa, dependiendo de la edad, entre los 60 y 90 minutos.
Los niños en edad preescolar y prebenjamines disponen de una capacidad de concentración aún bastante escasa, de forma que su entrenamiento no debería durar más de 60 minutos. A partir de la edad de benjamines se ha comprobado que la duración óptima es de 90 minutos. El desgaste que supere este marco temporal no suele producir beneficios duraderos en cuanto al aprendizaje. Más bien, acarrea la pérdida de las ganas de jugar y de la disposición al rendimiento, y (posiblemente) lesiones.
Lo decisivo para una mejora a largo plazo del rendimiento no es la duración temporal de una unidad de entrenamiento, sino la regularidad de los días de entrenamiento dentro de la semana y a lo largo de todo el año. Un único día de entrenamiento a la semana apenas produce un aumento perceptible del rendimiento en ningún ámbito del deporte. La escasez de días de entrenamiento tampoco puede compensarse aumentando la duración de las sesiones. Al contrario, a la hora de fijar los días de entrenamiento en todos los niveles de edad hemos de procurar que los jugadores puedan entrenar con frecuencia a lo largo de la semana. En este sentido, y debido a los problemas organizativos derivados de la disponibilidad del espacio, se podría acortar la duración de la unidad de entrenamiento de 90 a 60 minutos intensivos, si en compensación podemos introducir un día de entrenamiento añadido.
En nuestra época, la mayor frecuencia de entrenamiento dentro de la semana adquiere una significación complementaria, sobre todo para las categorías de edad inferiores. Hoy los niños no practican deporte con tanto interés como hace aún pocos años, en la época dorada del llamado “fútbol de calle”. Entonces se podía constatar un progreso visible del rendimiento conseguido con sólo 1 ó 2 días de entrenamiento. Este progreso se basaba menos en el doble entrenamiento semanal que en la frecuente e intensa actividad lúdica de los niños durante su tiempo libre en lugares abiertos, en la plaza, el campo o el patio del colegio. La abundante oferta de ocio en nuestros días aporta al niño cada vez menos estímulos para la actividad corporal. El progreso industrial ha venido reduciendo constantemente las posibilidades de juego y movimiento libres fuera de las cuatro paredes de la propia casa. Por ello, el hecho de fijar varios días de entrenamiento dentro de la semana es hoy en día un imperativo, sobre todo para los futbolistas más jóvenes.
Entrenamiento adecuado al estado de desarrollo
En las distintas categorías de edad el entrenamiento se orienta en función de las diferentes capacidades físicas, mentales y psíquicas de cada fase del desarrollo. Los límites de edad de estas fases de desarrollo sólo se pueden establecer según cifras de años generales, entendidas como promedios, pues niños y jóvenes viven los cambios del desarrollo descritos en el capítulo anterior en edades bastante diferentes entre los individuos. A menudo, niños de la misma edad difieren en un año y más respecto a su fase de desarrollo.
Así pues, las indicaciones de edad que mencionamos a continuación para las distintas fases del desarrollo deberían proporcionarnos sólo un marco temporal general. Se debe entender que, individualmente, los límites pueden solaparse por arriba y por abajo.
La base de los contenidos y medidas del entrenamiento para las diferentes fases del desarrollo deberían ser siempre los procesos de maduración corporal reconocibles y las formas de comportamiento típicas de la edad. Así, las formas de juego de la edad escolar pueden constituir tareas de entrenamiento apropiadas para un niño “tardío” de 13 años, adecuadas a sus posibilidades y capacidades, mientras que su compañero de equipo de 12 años ha “entrado” ya en el crecimiento longitudinal y se le han de encomendar otras tareas, adecuadas para este momento crítico del crecimiento.
Figura 7. En la etapa de aprendizaje más importante, entre los 8 y 12 años, cada niño necesita “su” balón.
En la configuración del entrenamiento se han de tener en cuenta, además, las exigencias del estado de rendimiento individual del jugador y su capacidad de aprendizaje.
Las destrezas técnicas o las capacidades tácticas están repartidas de forma desigual entre los jugadores. No todos ellos poseen los mismos conocimientos y experiencias tácticas. Finalmente, los jugadores de la misma edad necesitan tiempos más o menos largos para dominar una tarea o para aprender algo.
3. Sobre el entrenamiento en las edades preescolar y escolar
3.1. El entrenamiento de los niños en edad preescolar y prebenjamines (4-8 años de edad)
Formas de comportamiento propias de la edad
–Desequilibrio coordinativo
–Carácter poco equilibrado
–Escasa capacidad de concentración
–Carecen de objetivos en lo tocante a sus necesidades y actividades
–Escasa confianza en sí mismos
–Sensibilidad aguda
–Gusto por el movimiento
FORMACIÓN DE BASE
(véase pág. 37)
— Tiempo para la familiarización a través de la actividad —
Contenidos del entrenamiento
–Experiencias de juego
–Familiarización con el manejo del balón
–Tareas motoras generales (juegos de atrapar) y de coordinación
Formas de entrenamiento
–Juegos generales
–Partidillos
–Juegos de patio, carreras
Contenidos del entrenamiento
El concepto de entrenamiento para los niños hasta la edad de 8 años no debería entenderse como medida deportiva para la mejora del rendimiento. Las tareas motoras apuntan sobre todo a una preparación general, de orientación coordinativa, para las posteriores tareas deportivas, y por otra parte al desarrollo y fomento de una capacidad general de juego, de una base mental, social y psíquica para los posteriores rendimientos en juegos deportivos exigentes desde el punto de vista de la creatividad. Las tardes de juegos variados deben ofrecer las condiciones de aprendizaje propias de la edad, que permitan acumular experiencias motoras y de juego con y sin balón. Un margen grande para la configuración propia de la oferta de juego permite al niño utilizar la creatividad y la fantasía haciéndolas realidad. El cuidador deportivo de estas categorías de edad más jóvenes debería adoptar ante todo el papel de un observador, sacando sus conclusiones del comportamiento y las particularidades de los niños para la posterior asistencia en el terreno deportivo.
Como primer aprendizaje, el niño debe acostumbrarse al balón y a sus propiedades de avance