Jenisjoplin. Uxue Alberdi

Jenisjoplin - Uxue Alberdi


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      «Jenisjoplin abarca una historia social, o, mejor dicho, muchas historias sociales, y una dramática historia personal. (…) nos encontramos con un personaje creíble, el de Nagore Vargas, fuerte y frágil al mismo tiempo, que nos mostrará cómo ve ella el mundo. A pesar de todos los temas que aborda, Jenisjoplin, al fin y al cabo, es una canción de amor a la vida; una canción con mucho rock&roll». —Txani Rodríguez, Pompas de papel, EITB

      «Una cualidad de la novela es la precisión del lenguaje, la vitalidad del habla de los interlocutores y de los modos de expresión de los protagonistas. Alberdi utiliza un lenguaje vivo, un lenguaje que los nuevos lectores “necesitan”». —Mikel Asurmendi, Argia

      «El personaje de Nagore Vargas, su complejidad y evolución, es uno de los ingredientes más potentes de la novela, que se clava en el ánimo de quien la lee y abre el camino a profundas reflexiones en múltiples direcciones». —Ibon Egaña, Deia

      «Por un lado, habla del conflicto (o conflictos) vasco. Realiza una radiografía de una época mirando al cambio de siglo. Por otro lado, habla de la identidad vasca, trata de dibujar el sujeto político actual a través de sus personajes, hechos y reflexiones. “En nombre de la clase, la patria y el sexo cada cual catalizaba su rabia contra el de al lado. Todo lo que me excitaba a mí”, dice Nagore». —Amaia Álvarez Uria, Argia

      «Mientras se nos cuenta la trayectoria del personaje, en esta novela también se nos muestra la crónica de lo ocurrido en Euskal Herria en estos últimos años, con Nagore Vargas como testigo de todos estos hechos». —Javier Rojo, El Diario Vasco

      Uxue Alberdi Estibaritz (Elgoibar, 1984). Escritora y bertsolari. Es autora de dos libros de relatos Aulki bat elurretan, Elkar, 2007; Euli-giro, Susa, 2013; dos novelas Aulki-jokoa, Elkar, 2009; Jenisjoplin, Susa, 2017 (Premio 111 Akademia); un ensayo Kontrako eztarritik, Lisipe-Susa, 2019 (Premio Euskadi); y una crónica literaria Dendaostekoak, Susa, 2020. También ha publicado varios títulos en literatura infantil, los álbumes Poza y Besarkada (Premio Euskadi 2016), entre otros.

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      Fotografía: X.E.A.

       Jenisjoplin

       Uxue Alberdi Estibaritz

      Traducción de Irati Majuelo Itoiz

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      Autora Uxue Alberdi Estibaritz

      Traducción Irati Majuelo Itoiz

      Corrección Miguel Alpuente Civera y Beatriz Morales Bastos

      Diseño de colección Rosa Llop

      Imagen de cubierta Daiana Ruiz

      Producción del ePub Bookwire

      Edición consonni

      C/ Conde Mirasol 13-LJ1D

      48003 Bilbao

       www.consonni.org

      Primera edición en español:

      noviembre de 2020, Bilbao

      eISBN: 978-84-16205-63-9

      Esta obra está sujeta a la licencia Creative Commons CC Reconocimiento-NoComercial-SinObra-Derivada 4.0 Internacional CC BY-NC-ND 4.0. Los textos, edición, traducciones e imágenes pertenecen a sus autoras/es.

      Edición original en euskera: Jenisjoplin de Uxue Alberdi, Susa, 2017

      consonni es una editorial con un espacio cultural independiente en el barrio bilbaíno de San Francisco. Desde 1996 producimos cultura crítica y en la actualidad apostamos por la palabra escrita y también susurrada, oída, silenciada, declamada; la palabra hecha acción, hecha cuerpo. Desde el campo expandido del arte, la literatura, la radio y la educación, ambicionamos afectar el mundo que habitamos y afectarnos por él.

       1

      Era un lunes por la mañana y nos dirigíamos en coche a Artxanda. Transcurrían los últimos días del verano de 2010.

      —Igual que el alcalde Azkuna, ¡a ver cómo está Bilbo sin nosotros!

      El humor era la vía de escape para la inquietud de Irantzu. Las dos chicas detrás, delante los chicos: Karra de chófer y Luka a su lado. Parecíamos cuatro jóvenes con intención de dar una vuelta por el monte; el olor a la tortilla de patatas que había preparado Luka acentuaba esa sensación.

      —A una no la pueden detener con el tupper de tortilla entre las piernas, es antiestético. —Irantzu llevaba el paquete entre las botas.

      —Intentad meter tupperware y detención en la misma frase. ¡A que no podéis! ¿Le has puesto cebolla?

      —Un poco.

      —Entonces estamos a salvo.

      Karra aprovechó para subir el volumen de la música.

      —«¡No pasarán! Los venceremos, amor, ¡no pasarán!» —seguimos todos a coro el canto de Carlos Mejía Godoy—: «Aunque no estemos juntos, te lo juro: ¡no pasarán!».

      Era la sintonía del programa de Luka, que aquel día nos evocaba resonancias más profundas que de costumbre. Llegamos cantando a Artxanda. Allí estábamos, los compañeros de la radio Libre, mientras el sol le calentaba los tobillos a la ciudad. El temblor de la hoja en septiembre es también un modo de espera.

      Habíamos hablado de todo lo que había que hablar. Cuando me llevaran presa, Karra retomaría la responsabilidad de mi programa y la dirección de la radio, y la sustituta de Irantzu estaba dispuesta a dirigir la tertulia política. Acordamos en asamblea no escondernos y seguir haciendo nuestro trabajo periodístico.

      Luka quizás tendría suerte, podía no estar fichado. Llevaba alrededor de cinco meses con nosotros, tratando información sobre el conflicto vasco en la televisión que habíamos puesto en marcha en la red. Era un híbrido tímido y políglota al que llamábamos el Transatlántico. Sin rumbo en la ciudad, lo acogí en mi casa, a cambio de que colaborara en la radio. Le ofrecí el sofá cama de la sala de estar, porque yo ocupaba el cuarto de invitados desde que mi madre se metió en el mío «por una temporada», para recuperarse de su última relación frustrada.

      En muy poco tiempo, pasamos de ser un medio de comunicación minoritario y marginal que a nadie le importaba a ser «la radio de Segi*» para los periódicos españoles y, en una sola zancada, un medio que colaboraba estrechamente con ETA. Se nos multiplicaron los oyentes y los adversarios. Un columnista sin demasiado carisma nos acusó de enaltecer el terrorismo. En las últimas semanas nos acechaban con descaro, Irantzu y yo soportábamos seguimientos de policías de paisano. Luces y sombras en la noche.

      —He comprado el billete de autobús para mañana —dijo Luka.

      Visitaría a un primo en Madrid y volvería a La Habana, donde lo esperaban su madre y su novia.

      —¡A no ser que te lleven los txakurras* por la cara! —Karra le dio una palmada en el muslo.

      Pusimos las cervezas y la tortilla de patatas sobre una mesa para domingueros.

      Miré a mis compañeros. La cercanía de la detención los hacía más bellos a mis ojos, aunque hacía ya tiempo que me lo parecían.

      Karra e Irantzu habían sido mis amantes, él de modo esporádico durante largos años y ella durante una etapa corta pero intensa; y estaba convencida de que eso nos daba una especie de parentesco. No esperaba hijos a cambio de sexo, buscaba hermanos y hermanas, tantos como fuera posible. Para mí, el sexo era una especie de pacto para


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