Estudios sobre la Filosofía Política de Francis Bacon. Teresita García González
of Francis Bacon,1 como en su ensayo titulado Francis Bacon.2 En su libro, White toma como punto de partida la comparación que, en una carta de 1609, Bacon hiciera de sí mismo con un molinero de Huntington que reza por la paz entre los sauces como condición para la llegada del molino de agua. White enfatiza el carácter de medio que adquiere la paz en la imagen, y distingue en el pensamiento de Bacon una política provisional de una política definitiva, esta última expuesta en su utopía.3 En su ensayo, White afirma que la Nueva Atlántida es “la obra política más importante de Bacon”, pero que tal importancia sólo puede reconocerse si comprendemos que las cuestiones políticas significaban para el pensador inglés mucho más de lo que normalmente se cree.4 Ciertamente, una lectura general de las obras más conocidas de Bacon alienta esta afirmación. Al mismo tiempo, pensamos que es posible comprender la importancia capital de la Nueva Atlántida en tanto obra política si logramos explicar lo que significa que la ciudad dada a conocer en la obra sea calificada como “tierra de ángeles”, como “feliz y santo territorio”. Este es nuestro objetivo general: comprender las razones por las cuales Francis Bacon consideró que la Nueva Atlántida guardaba la mejor organización política imaginable.
No es difícil percatarse de las dificultades que implica lograr este propósito, pues tan pronto miramos el estilo y la estructura del texto, se hace patente su complejidad. Leer la Nueva Atlántida significa atender de golpe, sin dedicatoria ni prólogo, el relato hermético –dados los detalles, las imágenes y los simbolismos que lo rodean– de un narrador cuya identidad se oculta. Aunado a lo anterior, la obra en su conjunto presenta una posible paradoja, ya que por un lado posee un carácter ideal y, por otro, su autor es reconocido por subrayar la supremacía de la acción sobre las ideas. Es claro que la intención de Bacon no es explícita ni manifiesta, y pretender descubrirla acabadamente sería tanto como negar el carácter hermético de su obra. Nuestra propuesta es que debemos atenernos al movimiento mismo del texto, atendiendo los detalles, el inicio y el final, o más bien la falta de final, ya que como pretendemos mostrar, la elección de un relato mítico para dar a conocer la mejor ciudad no es en absoluto casual; Bacon anuncia con ello su confianza en el poder de la acción más que en el de los argumentos. Con acción del texto nos referimos específicamente al paralelismo observable entre la revelación del orden de la ciudad imaginaria y el cambio que experimentan los extranjeros que, encontrándose por azar en ella, ya no querrán abandonarla.
Si la mejor ciudad es una ciudad feliz, se vuelve necesario preguntar por el origen de esta felicidad y la comprensión de Bacon respecto de lo que ésta significa, así como por el tipo de leyes que hacen posible su conservación. Estos son nuestros objetivos particulares: comprender la enseñanza baconiana acerca de una comunidad política feliz e identificar el papel de la ley, no para hacerla posible, sino para eternizarla. De lograr lo anterior, podremos percatarnos de la influencia que como “extranjeros” tiene en nosotros la llamada tierra de ángeles.
Del narrador y su relato
Entre las inquietudes que suscita la Nueva Atlántida se encuentra la relacionada con la identidad del narrador, la que si bien no está a la mano, puede inferirse a través de los datos que se van presentando a lo largo del texto. El inicio, “Partíamos del Perú”,5 anuncia el interés de Bacon por acercarnos al relato,6 dotándolo de una verosimilitud que va en aumento según nos enteramos que el narrador, sin ser el jefe de la expedición europea que involuntariamente arriba a la desconocida isla, posee o adquiere tal autoridad que es elegido por sus propios compañeros para escuchar los más preciados secretos de la ciudad.
La expedición que naufraga está conformada por cincuenta y un marineros que, aunque venidos desde diferentes partes de Europa,7 ;utilizan el español para expresarse por primera vez ante quienes los hospedarán.8 Es notorio el interés de Bacon por enfatizar la diversidad y jerarquía en la tripulación, mismas que parecen enfocar la diversidad y jerarquía en la ciudad que la acoge. Asimismo, el texto nos da a conocer que quien narra no es tampoco el segundo hombre de la expedición; pero lo ubica entre los cuatro marineros que acompañan a este último en tanto emisario ante el dignatario que los recibe,9 y también entre la comitiva conformada por seis náufragos que es guiada por algunas calles de la ciudad, como parte del protocolo de traslado a ella. En la descripción de la instalación de los recién llegados a la Residencia para Extranjeros, nos enteramos que cuatro habitaciones fueron destinadas para los cuatro principales hombres de la compañía, e inferimos que el narrador no se encontraba en este grupo, pues de ser así hubiese descrito el carácter de estas habitaciones, como lo hace con las quince cámaras destinadas para el resto de los hombres que no estaban enfermos.10 El texto deja ver, además, que el narrador no es de clase humilde,11 y que ha sido instruido en diferentes colegios europeos.12 Es él quien, solucionadas las dificultades de traslado de hombres a la ciudad, convoca a todos y los amonesta para que en los tres días de encierro a los que han sido destinados no muestren sus vicios y debilidades, pues piensa que de ello depende su futuro en la isla.13 Pasados estos tres días, lo encontramos formando parte de un grupo de seis hombres que platican con el gobernador de la Casa para Extranjeros, interrogándolo sobre la cristianización de Bensalem.14 Curiosamente no es el narrador quien en primera instancia se interesa por el llamado carácter sobrenatural de la isla, ni tampoco es él quien asiste a la fiesta representativa de la ciudad;15 en cambio, llama la atención su interés en los detalles de vestimenta propia de los principales hombres de la isla, así como la gran amistad que entabla con un judío comerciante, descrito como sabio, ilustrado y cortés.16
Quien narra es un hombre con amplia cultura y avisado, elegido por la comitiva europea para participar en una conferencia privada con el padre de la Casa de Salomón, hombre de mayor jerarquía en la ciudad, de quien adquiere autorización para hacer público todo lo referente a la ciudad hasta entonces desconocida, con la convicción de que reportará beneficio a otras naciones.17 Esta convicción obliga a atender la narración ofrecida en forma de un diario de navegación; aunque –como veremos en adelante– sólo la primera parte refiere con precisión los días transcurridos, mientras que en la segunda el tiempo se desdibuja.
Del naufragio a la salvación. Once días
El proyecto de la expedición europea era viajar, en el transcurso de un año, del Perú a China y Japón. Aunque con vientos débiles, la embarcación avanza durante cinco meses; sin embargo, una repentina calma del viento es el preludio de un fuerte vendaval que la arrastra hacia el Norte.18 El primer día muestra un plan quebrantado por la naturaleza y al grupo de europeos, perdidos en medio del océano, dispuestos a morir; condición desde la cual consideran que su única alternativa es suplicar para que surja tierra firme y un asilo para no perecer. Tras la súplica, y con varios enfermos, la expedición navega toda la noche y gran parte del siguiente día hacia lo que parece una costa, con la esperanza de hallar salvación.
La razón de la estancia en el Perú permanece oculta, así como el motivo que conduce a la expedición hacia Oriente; aunque quizá pueda advertirse el carácter de sus intereses si consideramos que entre sus pertenencias contaban con una pequeña carga de mercancías.19 Esto es importante, porque nos ayuda a dotar de cierta identidad a quienes quedarán eclipsados por la prosperidad de la isla. Hay que agregar que si bien las espesas nubes que motivan la esperanza de salvación se presentan repentinamente al atardecer del segundo día, la naturaleza de esta salvación se clarifica poco a poco en los siguientes nueve. Seis de éstos se caracterizan por la incertidumbre y la obediencia; mientras que en los tres restantes reinan los discursos del gobernador de la Casa para Extranjeros.
En el tercer día, también al atardecer, aparece tierra llana, luego el puerto de una ciudad “muy agradable a la vista”. El arribo a ella es al mismo tiempo el encuentro con costumbres precisas acerca del trato hacia los extranjeros, entre las que destaca la prohibición de desembarcar inmediatamente. El encargado del recibimiento es un dignatario que porta una especie de vara de justicia y se hace acompañar de al menos siete personas, quienes