El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila
Dice al respecto AGUSTÍN DE HIPONA [354-430]: «Dios “inclinó su oído” hacia nosotros cuando nos envió a Cristo, que inclinando su cabeza en tierra, escribía con el dedo para librar a una mujer adúltera que le habían presentado con el propósito de que la condenara (Juan 8:3-11). Jesús se inclinó desde el cielo hasta la tierra, es decir, Dios se inclinó en él hasta el hombre al que había dicho: “hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). Dios no inclina su oído hacia nosotros de forma literal, como si se hallara circunscrito a espacios físicos específicos y escuchara a través de los miembros del cuerpo humano. Evitemos, por tanto, que nuestra imaginación humana se forje conceptos erróneos de este tipo. Dios es la verdad absoluta, y la Verdad no se inclina ni se agacha, porque carece de forma física, no es ni cuadrada, ni redonda, ni alargada. Se halla presente en todas partes y escucha todo lo que existe, siempre que los ojos del corazón se mantengan abiertos a ella. Sin embargo, cabe decir que Dios inclina su oído hacia nosotros cuando derrama sus misericordias sobre nosotros. Y en este sentido ¿cabe mayor misericordia que la de darnos a su Hijo unigénito, no solo para que viviera con nosotros, sino para que muriera por nosotros? (Juan 3:16). Así es como Dios inclina su oído hacia nosotros».
22 Hechos 1:7.
23 Salmo 18:10.
24 1 Samuel 23:29.
25 1 Samuel 22:1.
26 Juan 15:7. Dice al respecto AGUSTÍN DE HIPONA [354-430]: «Se tú mi defensa, mi protector, mi “fortaleza para salvarme”. Porque a menudo trato de huir y no se adónde ¿A qué lugar inexpugnable puedo acogerme? ¿Qué monte escalo? ¿En qué cueva me escondo? ¿En qué fortaleza me refugio? ¿Qué murallas me darán amparo? Porque donde vaya, me persigo a mí mismo. Puedo eludir todo cuanto me venga en gana con una sola excepción: mi propia conciencia. Porque penetra en mi hogar, se introduce en mi lecho, irrumpe en lo más íntimo de mi ser: no hay lugar, por recóndito que sea que pueda protegerme de mi propia conciencia. Por ello exclama el salmista: “líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte, y ciudadela para salvarme”. A ti solo me acojo, ya que solo tú me puedes librar de mi conciencia. Pues: “¿Adónde me iré lejos de tu espíritu? ¿Y adónde huiré de tu presencia? Si subo a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol trato de acostarme, he aquí, allí tú estás. Si tomara las alas del alba y emigrara hasta el confín del mar, aun allí me alcanzaría tu mano, y me agarraría tu diestra” (Salmo 139:8-10). Allí donde vaya, allí te encuentro. No puedo escapar de ti, por tanto, no me queda más alternativa que refugiarme en ti: “Sé tú mi fortaleza para salvarme”».
27 Mateo 6:7.
28 El llamado PEÑÓN DE GIBRALTAR, en inglés “Rock of Gibraltar” o simplemente “The Rock”, es un macizo rocoso monolítico de piedra caliza con una altitud de 426 metros sobre el nivel del mar, ubicado en el extremo suroeste de Europa en la península ibérica (actual Reino de España) y frente a las costas de África, formando lo que se conoce como Estrecho de Gibraltar. La mitología griega atribuía su formación al mítico héroe griego Heracles (Hércules en la mitología romana) hijo del dios Zeus y la humana Alcmena, quien dotado de una fuerza sobrehumana extendió los brazos entre uno y otro y fue separándolos hasta abrir un paso al mar en mitad de las dos, separando Europa de África y creando el estrecho de Gibraltar. En la parte norte en Calpe o Peñón de Gibraltar colocó una columna, y en el sur en el monte Abyla, lo que hoy se conoce como el monte Musa en el reino de Marruecos, en África, colocó la otra. Debido a esta leyenda, estos dos peñascos son conocidos como las “Columnas de Hércules”. Aunque el Peñón de Gibraltar ha estado habitado desde tiempos primitivos, la primera fortificación militar data del año 711 de nuestra era y fue construida por los árabes tras llegar a la península ibérica, que lo habitaron durante 710 años hasta casi el final de la Reconquista 1421. Quedó en manos españolas hasta el año 1713, cuando pasó a manos británicas en virtud del Tratado de Utrecht tras la guerra de Sucesión en España. Los ingleses lo fortificaron cavando túneles y galerías en el interior, instalando baterías de cañones en diversos puntos y convirtiendo así la propia Roca en una fortaleza inexpugnable. Prueba de ello es que, pese a los diversos intentos de España de recuperar el Peñón por la vía militar y numerosos asedios, uno de ellos durante cuatro años (1779 a 1783), y a pesar de la abultada desigualdad entre las fuerzas combatientes y los incesantes bombardeos, la Roca resistió impasible todos los ataques convirtiéndose en un símbolo del poderío militar británico, y sigue en manos de la corona inglesa hasta el día de hoy. Nada tiene de extraño, por tanto, que Spurgeon se expresara en estos términos.
29 Salmo 71:3.
30 En hebreo תַּֽנְחֵ֥נִי וּֽתְנַהֲלֵֽנִי tanḥênî ūṯənahălênî de נָחָה nachah y נָהַל nahal. SCHÖKEL observa que si bien נָחָה nachah es un verbo común en el Antiguo Testamento, particularmente en el Salterio, נָהַל nahal es un verbo raro, de uso pastoril, como vemos por su uso en Salmo 23:2 o Isaías 40:1, un argumento más a favor de la autoría de David. Ver nota 4.
31 Salmo 23:1-2.
32 Josué 7:9.
33 En las antiguas catedrales el SILLAR DE CORONAMIENTO era una piedra labrada por varias de sus caras, generalmente en forma de paralelepípedo o poliedro de seis caras, que se colocaba la parte superior y más alta de la bóveda, y en la que confluían los distintos arcos. Era la última piedra que se colocaba y por tanto considerada como piedra final de la construcción.
34 Salmo 23:1-2; Isaías 53:6; Lucas 15:3-7.
35 Génesis 24:27 Nehemías 9:12-13 Salmo 23:3; 73:24.
36 Dice AGUSTÍN DE HIPONA [354-430]: «No por méritos propios, sino “por amor de tu nombre”, a fin de que la gloria únicamente para ti, puesto que yo no soy digno “me encaminarás y me guiarás” para que no me extravíe y me aparte de ti».
37 Dice AGUSTÍN DE HIPONA [354-430]: «Estas palabras son una clara alusión a nuestro Señor Jesucristo, al que el diablo estuvo tendiendo trampas hasta el final. Y del mismo modo que se las tendió a él, también las tiende a todos los que seguimos sus enseñanzas, por ello nos es necesario clamar constantemente: “En ti, oh Señor, he confiado; no sea yo confundido jamás; líbrame por tu justicia (…) sácame de la red que me han tendido, pues tú eres mi refugio” (31:1, 3). Y esa red que nos tiende en enemigo tiene una doble malla: la del deseo y la del terror. Con el deseo trata primero de seducirnos; y si ello resulta insuficiente, con el temor intenta debilitarnos y hacernos sucumbir. Esa fue la táctica que utilizó con Cristo. Le tentó primero con halagos: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes (…) Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está (…) Todo esto te daré, si postrado me adoras”(Mateo 4:3, 6, 9). Trató de seducirlo con el deseo. Pero al hallar en Aquel que fue tentado por nosotros (Hebreos 4:15-16) cerraba la puerta del deseo, recurrió en Getsemaní al temor ante la Pasión y la Cruz. Así nos lo cuenta el evangelista al decirnos que “Cuando el diablo dio por concluida toda clase de tentación, se alejó de él por un tiempo hasta el momento oportuno” (Lucas 4:13). ¿Y qué significa por un tiempo? Que volvería a intentarlo por la puerta del temor, dado que la del deseo la encontró cerrada. ¡Cerremos la puerta del deseo ante la seducción; cerremos la puerta del miedo ante el temor; imploremos a Dios liberación; y el tentador huirá de nosotros! (Santiago 4:7)».
38 Génesis 3:15.
39 Salmo 22:1; 35:17; 58:6; Daniel 6:16-22; 2 Timoteo 4:17.
40 Jonás 2:2. La versión inglesa KJV traduce: “out of the belly of hell”, “desde el vientre del infierno”.
41 Job 18:8; Salmo 35:7; 141:10; Proverbios 26:27.
42 Lucas 8:17.
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