Drogas inteligentes. Juan Carlos Ruiz Franco

Drogas inteligentes - Juan Carlos Ruiz Franco


Скачать книгу
efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno.

       3. Medicamento.

      Es evidente que el significado real va mucho más allá de ese término que suele utilizarse tan sólo peyorativamente. Sin embargo, debido a las campañas estatales, al bombardeo de los medios de comunicación, a la demagogia y a la falta de información Verás, casi todos los ciudadanos se atienen sólo a ese sentido que va ligado a marginalidad y enfermedad, sin tener en cuenta que sólo en las últimas décadas ha venido siendo así.

      Una droga es algo neutro, algo que puede utilizarse para curar o para matar, como medicina o como veneno, dependiendo de la dosis. Igual que un comprimido de analgésico alivia el dolor y diez pueden causar la muerte, de la misma forma un poco de opio calma la tos y mucho puede intoxicar. Hay un buen uso o un mal uso, no droga buena o mala en sí (6).

      Muchas personas, instituciones y organismos oficiales, a veces desde la mejor de las voluntades, creen que deben evitarnos todo lo que implique riesgo. Con ello no hacen sino adoptar el típico rol paterno para mantenernos bajo su protección y apartarnos de cualquier indicio de peligro. En consecuencia, nos convierten en niños sin libertad para elegir lo que más nos convenga en cada caso.

      La buena o mala fama de una droga no tiene que ver con la droga en sí, sino con la sociedad, dependiendo de modas, creencias, intereses económicos y legislaciones. En cada cultura y en cada época histórica los seres humanos han tenido drogas preferidas y drogas aborrecidas. Curiosamente, hoy en día son malditas las que escapan al control de los gobiernos y de las multi-nacionales farmacéuticas o dispensadoras de drogas legales (alcohol y tabaco), porque no les reportan beneficios en forma de impuestos o de ventas. Son malditas las utilizadas para evadirse, porque todo lo que no se haga en provecho del estado pastor (7) está mal visto, excepto el caso del alcohol, droga de paz, de evasión y de olvido, integrada dentro del sistema y estupenda fuente de ingresos para gobiernos y empresarios. Tampoco son bien consideradas las utilizadas para mejorar el rendimiento, en un intento del individuo por potenciar su físico y su intelecto; en parte porque no son medicinas reconocidas por el estamento médico oficial, y en parte porque la mentalidad que aún domina nuestra civilización contempla con malos ojos el querer ser más y mejor, pretender destacarse de la masa, mientras que se tolera, alaba y estimula la ambición de tener más. «¿Ser o tener?» es la pregunta de los filósofos que intentan dar sentido a la vida cotidiana. Todas las doctrinas oficiales de Occidente decidieron sin antes debatir la cuestión. Quien desea superarse a sí mismo es considerado una especie de bicho raro, un ser antisocial tachado de misántropo y arrogante por un rebaño sólo preocupado por acumular bienes materiales.

       1.5.6. ¿Acaso las drogas prohibidas no son las duras, las más perjudiciales? ¿Defiende este libro el consumo de drogas duras?

      Estamos ante un argumento totalmente falso, aunque continuamente repetido. Por un lado, alcohol y tabaco son responsables de un número mucho mayor de enfermedades y muertes, di-recta o indirectamente, que ninguna otra sustancia; por otro, pueden adquirirse en farmacias, libremente, medicinas legales cuyo margen entre la dosis activa y la dosis tóxica es mucho menor que el de las drogas estigmatizadas, y que pueden envenenar o matar más fácilmente que la heroína, la cocaína o la marihuana. Además, algunas de las drogas legales causan dependencia mucho más rápidamente que otras que son perseguidas, y el síndrome de abstinencia que se produce si se dejan de usar es mucho más fuerte y supone más riesgos que el causado por las prohibidas.

      Por poner un ejemplo, un síndrome de abstinencia de alcohol, droga totalmente legal, y a cuyos adictos sólo se tilda de alegres borrachos o, como mucho, de pobres alcohólicos, puede acarrear consecuencias mucho más graves que el producido por la heroína, sustancia ilegal. Incluso los tranquilizantes benzodiacepínicos, una droga en auge hoy en día, son más difíciles de dejar de tomar que la mayoría de las drogas perseguidas.

       1.5.7. ¿Acaso las drogas prohibidas no matan y generan delincuencia?

      Dirán algunos que las drogas ilegales matan y crean marginalidad y delincuencia, añadiendo que no importa si en el fondo son mejores o peores que las otras, que lo que cuenta son los hechos. Y se les podrá replicar que crean grupos marginales porque son perseguidas, que cuando se dispensaban legalmente —y no hace tanto de eso— no había delincuencia asociada a ellas, que si fueran accesibles no estarían adulteradas —con menos riesgos al usarlas— y que no habría mafias organizadas en torno a su producción y distribución. Y, sobre todo, que se incluyen dentro de las sustancias controladas porque interesa a ciertos grupos socioeconómicos, los más beneficiados con el prohibicionismo.

      Además, las drogas legales crean una mayor cantidad de adictos y enfermos. La única diferencia es que ese gran grupo de afectados es considerado como algo normal e integrado en el sistema: adictos al tabaco, alcohólicos, cafetómanos y personas dependientes de tranquilizantes, antidepresivos y analgésicos. Evidentemente, los problemas de salud que generan estas drogas son mucho mayores y más costosos, con más afectados y más muertos.

      Aquí no defendemos ni una ni otra droga, ya que nuestra postura particular no viene al caso. Creemos que lo correcto es informar de todo lo que nos ofrece la naturaleza y la química, y que cada cual elija lo que crea apropiado sin que nada ni nadie ejerza coacción sobre su persona; algo que de hecho ocurre hoy día, debido a la crítica feroz que reciben unas drogas y a la aceptación implícita de otras, junto a la propaganda que incita a su consumo. En todo caso, lo que sí reconocemos es que ponemos énfasis en los daños que conlleva el uso de sustancias legales, en un intento de contrarrestar la propaganda manipuladora que tanto abunda en los medios de comunicación, que pretende hacernos creer que las drogas oficiales son inofensivas —tan sólo pequeños vicios sin importancia o medicinas que curan sin efectos adversos— y en cambio las perseguidas son terriblemente dañinas.

       1.5.8. ¿Crean adicción las drogas inteligentes?

      No. Ninguna de estas sustancias genera ese irrefrenable impulso a seguir consumiéndolas, acompañado de síndrome de abstinencia al dejar de tomarlas. Estos síntomas son achacables a opiáceos, alcohol y drogas psiquiátricas, pero no a las drogas inteligentes. Cuando se dejan de usar, varios días después, la persona notará que sus capacidades, antes aumentadas por el suplemento que ha estado consumiendo, van disminuyendo hasta llegar a su estado anterior, pero sin efecto rebote ni sensaciones molestas.

       1.5.9. ¿Cómo sabemos que las drogas inteligentes funcionan?

      Hay ensayos que así lo demuestran, si bien es cierto que su número no es tan grande como el de los que se han realizado con medicamentos convencionales. En realidad, lo que definitivamente demuestra su eficacia es la experiencia personal de quienes las han tomado, toman y seguirán tomando, por más que no esté sometida a comprobación por parte de especialistas.

       1.5.10. ¿Es posible un mundo sin drogas?

      Algunos aún se preguntarán si no sería mejor un mundo sin drogas de ningún tipo, sin tomar ninguna sustancia para ayudarse, curarse, superarse o evadirse. Ciertamente, esto implicaría tirar a la basura los avances médicos y científicos. Pero, sobre todo, no olvidemos que somos seres humanos, con nuestras grandezas y nuestras miserias, con nuestras bajezas y nuestras ambiciones, y es posible que este ser a medio camino entre el animal y el dios, que puede preguntarse por lo metafísico sin poder hablar con propiedad de ello, lleve inherente —como parte de su esencia misma— el uso de plantas, nutrientes y productos químicos que le proporcionen lo que no puede encontrar ni conseguir por sí mismo, aunque sea consciente de que a la larga le pasarán factura. Por ello, la mejor opción quizá sea la total permisividad en lo que respecta a las drogas, junto con una información veraz que lleve a un consumo sensato.

      Cambiando algo el sentido de la frase, recuerdo aquí la respuesta en forma de graffitti urbano a una de las primeras campañas antidroga del gobierno español, la cual utilizaba eslóganes del tipo «Drogas, ¿para qué? Vive la vida». La pintada callejera decía así «Vida, ¿para qué? Drógate».


Скачать книгу