Historia de la ópera. Roger Alier
Mozart
XX. | Mozart, verdadero prodigio de la música |
XXI. | Las grandes creaciones vienesas de Mozart |
V. El belcantismo prerromántico
XXII. | Los inicios del siglo XIX |
XXIII. | El fenómeno Rossini |
XXIV. | Rossini y su entorno en el primer tercio del siglo XIX |
VI. El romanticismo en Italia y en Francia
XXV. | Bellini y Donizetti y consolidación del romanticismo en Italia |
XXVI. | Las grandes creaciones románticas de Donizetti |
XXVII. | La ópera francesa del romanticismo |
XXVIII. | La ópera alemana en Europa |
XXIX. | El máximo fenómeno operístico alemán del siglo XIX:Richard Wagner |
XXX. | El gran proyecto wagneriano: la Tetralogía |
VIII. El nacionalismo operístico
XXXI. | El nacionalismo musical italiano: Giuseppe Verdi |
XXXII. | El lento adiós al belcantismo: cambios estilísticos |
XXXIII. | Las óperas del nacionalismo europeo y americano |
IX. La tentación del realismo operístico
XXXIV. | La ópera verista italiana |
XXXV. | El postverismo |
X. La ópera en un mundo «moderno»
XXXVI. | La ópera del siglo XX en Alemania |
XXXVII. | Consideraciones finales |
Presentación
Hoy en día el aficionado a la música tiene un conocimiento mucho mejor del género de la ópera de lo que era corriente hace cuarenta o cincuenta años, cuando Europa entraba en ese elemento tan importante de difusión cultural que fue el disco de 33 rpm (hoy «disco de vinilo») que permitió que por primera vez los aficionados pudiesen escuchar en su domicilio, de un modo sistemático y bien organizado, las óperas más importantes del repertorio de todos los tiempos, que iban apareciendo gradualmente en los comercios del disco. Son pocos los historiadores del género que reconocen o mencionan siquiera la enorme importancia de este hecho, pero lo cierto es que sin el mencionado disco «de vinilo» —convertido a partir de 1984 en el universalmente difundido CD— hoy en día seguiría el gran público casi totalmente ajeno a las grandes obras del género operístico, que no siempre ven reconocida su primacía, ni siquiera su existencia, en las programaciones, casi siempre erráticas y desorganizadas, de los teatros de ópera de todo el mundo.
Estamos, pues, en un momento óptimo para publicar un libro que pueda ser para el lector el modo definitivo de hilvanar el proceso por el cual el género operístico se ha ido desarrollando desde sus remotos orígenes,