Manual de psicología. Luz María Edwards García Huidobro
por Sigmund Freud
Durante algún tiempo he tenido ocasión de estudiar, con todo detalle, a una niña que pasó por diversos estados psíquicos. En la demencia frenética con que comenzó su enfermedad, mostró una especial repulsión hacia su madre, insultándola y golpeándola en cuanto intentaba acercarse a su lecho. En cambio, se mostraba muy cariñosa y dócil para con su hermana, bastante mayor que ella. A este período de excitación siguió otro más despejado, aunque algo apático y con grandes perturbaciones del reposo, fase en la que comencé a someterla a tratamiento y a analizar sus sueños. Gran cantidad de los mismos trataba, más o menos encubiertamente, de la muerte de la madre. Así, asistía al entierro de una anciana o se reía sentada a la mesa con su hermana, ambas vestidas de luto. El sentido de estos sueños no ofrecía la menor duda. Conseguida luego una más firme mejoría, aparecieron diversas fobias, entre las cuales la que más le atormentaba era la de que a su madre le había sucedido algo, viéndose incoerciblemente impulsada a retornar a su casa, cualquiera que fuese el lugar en que estuviese, para convencerse de que aún se hallaba con vida. Este caso, confrontado con mi experiencia anterior en la materia, me fue altamente instructivo, mostrándome, como una traducción de un tema a varios idiomas, diversas reacciones del aparato psíquico a la misma representación estimuladora. En la demencia inicial, dependiente, a mi juicio, del vencimiento de la segunda instancia psíquica por la primera, hasta entonces reprimida, adquirió poder motor la hostilidad inconsciente contra la madre. Luego, al comienzo de la fase pacífica, reprimida la rebelión y restablecida la censura, no quedó accesible a dicha hostilidad para la realización del deseo de muerte en que se concretaba, dominio distinto del de los sueños, y, por último, robustecida la normalidad, creo, como reacción contraria histérica y fenómeno de defensa, la excesiva preocupación con respecto a la madre. Relacionándolo con este proceso, no nos resulta ya inexplicable el hecho de que las muchachas histéricas manifiesten con tanta frecuencia un tan exagerado cariño a sus madres.
“Edipo y Antígona”. Óleo de Antoni Brodowski, 1828.
En otra ocasión me fue dado penetrar profundamente en la vida anímica inconsciente de un joven al que la neurosis obsesiva hacía casi imposible la vida, pues la preocupación de que mataba a todos los que con él se cruzaban le impedía salir a la calle. Encerrado así en su casa, pasaba el día ordenando los medios con lo que le sería posible probar la coartada en caso de ser acusado de algún asesinato cometido en la ciudad. Excuso decir que se trataba de un hombre de elevado sentido moral y gran cultura. El psicoanálisis –mediante el cual conseguí una completa curación– reveló, como fundamento de esta penosa representación obsesiva, el impulso de matar a su padre –persona de extremada severidad– sentido conscientemente con horror por nuestro sujeto a la edad de siete años; pero que, naturalmente, procedía de épocas mucho más tempranas de su infancia. Después de la dolorosa enfermedad que llevó a su padre al sepulcro, teniendo ya el sujeto treinta y un años, surgió en él el reproche obsesivo que adoptó la forma de la fobia antes indicada. De una persona capaz de precipitar a su padre a un abismo, desde la cima de una montaña, ha de esperarse que no estimará en mucho la vida de aquellos a los que ningún lazo le une. Así, pues, lo mejor que puede hacer es permanecer encerrado en su cuarto.
Según mi experiencia, ya muy repetida sobre estas cuestiones, desempeñan los padres el papel principal en la vida anímica infantil de todos aquellos individuos que más tarde enferman de psiconeurosis y el enamoramiento del niño por su madre y el odio hacia el padre –o viceversa, en las niñas– forman la firme base del material de sentimientos psíquicos constituidos en dicha época y tan importante para los síntomas de la neurosis ulterior. Sin embargo, no creo que los psiconeuróticos se diferencien en esto grandemente de los demás humanos que han permanecido dentro de la normalidad, pues no presentan nada que les sea exclusivo y peculiar. Lo más probable es que sus sentimientos amorosos y hostiles con respecto a sus padres no hagan sino presentarnos amplificado aquello que con menor intensidad y evidencia sucede en el alma de la mayoría de los niños, hipótesis que hemos tenido ocasión de comprobar repetidas veces en la observación de niños normales. En apoyo de este descubrimiento nos proporciona la antigüedad una leyenda cuya general impresión sobre el ánimo de los hombres sólo por una análoga generalidad de la hipótesis aquí discutida nos parece comprensible.
Aludimos con esto a la leyenda del rey Edipo y al drama de Sófocles en ella basado. Edipo, hijo de Layo, rey de Tebas, y de Yocasta, fue abandonado al nacer sobre el monte Citerón, pues un oráculo había predicho a su padre que el hijo que Yocasta llevaba en su seno sería su asesino. Recogido por unos pastores, fue llevado Edipo al rey de Corinto, que lo educó como un príncipe. Deseoso de conocer su verdadero origen, consultó un oráculo, que le aconsejó no volviese nunca a su patria, porque estaba destinado a dar muerte a su padre y a casarse con su madre. No creyendo tener más patria que Corinto, se alejó de aquella ciudad, pero en su camino encontró al rey Layo y lo mató en una disputa. Llegado a las inmediaciones de Tebas, adivinó el enigma de la Esfinge que cerraba el camino hasta la ciudad, y los tebanos, en agradecimiento, le coronaron rey, concediéndole la mano de Yocasta. Durante largo tiempo reinó digna y pacíficamente, engendrando con su madre y esposa dos hijos y dos hijas, hasta que asolada Tebas por la peste, decidieron los tebanos consultar al oráculo en demanda del remedio. En este momento comienza la tragedia escrita por Sófocles. Los mensajeros traen la respuesta en que el oráculo declara que la peste cesará en el momento en que sea expulsado del territorio nacional el matador de Layo. Mas ¿dónde hallarlo?
¿Dónde hallar
La oscura huella de la antigua culpa?
La acción de la tragedia se halla constituida exclusivamente por el descubrimiento paulatino y retardado con supremo arte –proceso comparable al de un psicoanálisis– de que Edipo es el asesino de Layo y al mismo tiempo su hijo y el de Yocasta. Horrorizado ante los crímenes que sin saberlo ha cometido, Edipo se arranca los ojos y huye de su patria. La predicción del oráculo se ha cumplido.
Sigmund Freud, Interpretación de los Sueños II
Vocabulario V
Apático: Que no tiene interés por nada.
Fobia: Temor irracional, compulsivo.
Incoercible: Que no puede ser reprimido o impedido.
Coartada: Argumento para demostrar la no culpabilidad.
Análoga: Que tiene cierta semejanza.
Oráculo: Respuesta que dan los dioses a través de sacerdotes o pitonisas.
Esfinge: Ser enigmático y poderoso, representado con cuerpo mezcla de animal y ser humano.
Cuestionario C
1. Analice el conflicto de la niña tratada por Freud:
a) ¿Cuál sería el conflicto que se le presenta en su primera infancia?
b) ¿Cómo se manifiesta este conflicto en su adultez?
c) ¿Cómo se manifiesta el conflicto en los sueños y qué mecanismos utiliza en ellos?
d) ¿Cómo podemos unir el temor que ella manifiesta de adulta frente a la muerte de su madre con el conflicto de la infancia?
2. El segundo caso:
a) ¿Cuál es la relación que encuentra Freud entre el temor que el hombre tenía de matar con los problemas que tuvo con su padre cuando era niño?
¿Por qué cree que se produjo su mejoría?
3. Complejo de Edipo:
¿Cuál es la relación que señala Freud entre los neuróticos y los no neuróticos con respecto al complejo de Edipo?
AUTOEVALUACIÓN
Los padres de Larry llegan a consultarle a usted su problema, relatando este diálogo que ha tenido lugar entre ellos la tarde anterior.
Madre: (Dirigiéndose a su hijo Larry, de 10 años de edad.) Tu padre y yo queremos hablar contigo. Ya estamos cansados de tu actitud en la casa. Tratas a tu hermano en una forma