Retrato hablado. Javier Darío Restrepo
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Presentación
A principios del año 2004 propuse al entonces periódico Público, hoy Milenio Jalisco, la realización de una serie de entrevistas con personajes de Guadalajara. El propósito era conocer mejor el quehacer de estas personas, su manera de ser y su forma de pensar. Con ello buscábamos también mostrar la riqueza y diversidad de la ciudad, elaborar una “acuarela” de la actual Guadalajara a partir de algunos de sus habitantes más emblemáticos. Serían entrevistas “juguetonas”, ágiles y en formato pregunta-respuesta. No se trataba de elaborar una galería de celebridades, aunque también las hubiera, sino de elegir a personas que cumplieran dos condiciones: arraigo en la ciudad (no necesariamente nacidos en ella) y una trayectoria interesante y consolidada.
Así nació Retrato hablado. Fueron 202 entrevistas que se publicaron los sábados en la página tres del diario. La primera apareció el 1 de mayo de 2004; la última se imprimió el 26 de abril de 2008.
Salir cada semana a la calle a buscar el encuentro con otra persona, con la emoción, el gusto y también el miedo que implicaba, fue para mí una experiencia especialmente significativa porque un buen diálogo rara vez nos deja indiferentes.
Durante la publicación de la serie, y también posteriormente, recibí sugerencias de varias personas para compilar las entrevistas en un libro. Me decían, cada una a su manera, cosas que coinciden con esta reflexión de la periodista española Rosa Montero: “La entrevista, además de su valor puramente literario, que implica una recreación de los límites y modos de ser a través de la palabra, ofrece también un elemento notarial, la riqueza de una visión próxima y contemporánea al entrevistado. Quiero decir que las entrevistas antiguas nos acercan al pasado como ningún libro de historia puede hacerlo: nos reconstruyen al personaje contemplado desde su época, con total ignorancia y, por tanto, total inocencia de lo que vendría después […] En las entrevistas, en las preguntas de los periodistas, en sus comentarios, en sus añadidos, late el contexto histórico y social. Son la voz y la mirada del testigo”.1
Gracias a la Universidad de Guadalajara, al iteso y al periódico Milenio Jalisco podemos presentar ahora en un libro cien entrevistas de la serie.
Resultaba inviable publicar los 202 textos. El proceso de selección me fue sumamente difícil y en cierto sentido hasta doloroso dadas las implicaciones afectivas que le guardo a cada una de las entrevistas. Recurrí entonces al consejo de varios colegas, entre ellos al de mi apreciado amigo Sergio René de Dios Corona, quien me ayudó a elegir. Las cien entrevistas que quedaron no son necesariamente las mejores ni implican una mayor valoración de los entrevistados. Buscan, solamente, mostrar la diversidad de temas y la variedad de personajes.
El orden en que se presentan es el mismo en que se publicaron. Renunciamos a la opción de agruparlas por temas para mantener el espíritu de la serie, que buscaba mostrar cada semana a un personaje distinto. Cada entrevista incluye un pequeño texto en el que se indican los datos básicos de la persona. Están actualizados al día de su publicación. La vida de varias personas ha cambiado y algunas incluso ya murieron.
Por sugerencia de mis colegas profesores del Departamento de Estudios Socioculturales del iteso, elaboré un texto sobre la entrevista que aparece al principio del libro. En él comparto algunas reflexiones a partir de lo que me enseñaron queridas y queridos profesores, de lo que he aprendido de otros periodistas, y de las experiencias, a veces duras, que me ha dejado mi propia práctica de reportero. Cristina Romo me enseñó en las primeras etapas de la universidad una lección que nunca olvidé y que ya he repetido a algunos estudiantes: hay que atreverse a interrumpir al entrevistado. Javier Darío Restrepo me ayudó a tener presente la dimensión ética que implica siempre una entrevista. A Miguel Ángel Bastenier, gran periodista y profesor de muchas generaciones de reporteros en España y América Latina, le debo mucho de lo que sé sobre este tema. Con frecuencia, cuando yo hacía las entrevistas, recordaba las lecciones que generosamente nos brindaba a sus alumnos de la Escuela de Periodismo Universidad Autónoma de Madrid-El País. Él sostiene que este oficio “se puede aprender, pero no se puede enseñar”. Por eso lo que presento aquí no es un tratado sobre la entrevista, ni un “método”. Intentarlo sería, además de pretencioso, inútil. Los periodistas sabemos que la realidad es tan compleja que escapa a cualquier fórmula y que el periodismo es un quehacer que se aprende en la práctica. Lo que escribí son sólo algunas pistas que pueden ser útiles a quienes comienzan este camino.
La serie “Retrato hablado” y este libro han sido posibles gracias a mucha gente, además de la que ya he mencionado. En primer lugar mi gratitud a las personas que me otorgaron generosamente su tiempo y su confianza para que las entrevistara y a la gente que cada sábado leía mi trabajo. A quienes me sugirieron personas para entrevistar o me ayudaron a encontrarlas. Gracias a los directivos del periódico que me permitieron ocupar durante cuatro años la página tres del periódico y apoyaron después la publicación del libro. A los fotoperiodistas que hicieron los retratos de las personas entrevistadas: Iván García, Rafael del Río, Gabriela Hernández, Paula Islas, Humberto Muñiz, Abraham Pérez, Antonio Romero, Felipe Salgado, Oswaldo Sevilla, Marco A. Vargas, Luz Vázquez y Giorgio Viera. Años después, varios de ellos hurgaron en sus archivos para recuperar algunas fotos. Gracias a Mariana Hernández León por la búsqueda de las imágenes en el archivo de Milenio Jalisco. Mi gratitud a los editores y diseñadores que cada semana convertían mi texto en una página de periódico. A Enrique Alonso Cervantes que me ayudó a transcribir en aquella época muchas entrevistas y a Elba Castro que las revisó cuidadosamente.
Ella, Sergio René de Dios y Rubén Alonso González me ayudaron además a corregir el texto introductorio y aportaron valiosas sugerencias.
Gracias a Sayri Karp, de la Editorial Universitaria de la Universidad de Guadalajara, y a Manuel Verduzco, de la Oficina de Publicaciones del iteso, quienes con sus respectivos equipos transformaron las empolvadas páginas de periódico en este libro.
Muchas gracias a usted por leerlo.
Notas
11 Rosa Montero, “La mirada del testigo”, en Christopher Silvester, Las grandes entrevistas de la historia, El País–Aguilar, México, 1999, p. 11-12.
Cómo entrevistar a Guadalajara
Miguel Ángel Bastenier
Juan Carlos Núñez era un joven periodista mexicano que apareció un día por la sede del diario El País de Madrid, con el propósito de cursar el master del periódico. El curso, de un año de duración, viene impartiéndose desde 1987, y entre los 40 alumnos que la institución admite sistemáticamente en sus aulas —de un plantel que en los años de esplendor para la prensa de papel llegó a pasar de 300— hay una media constante de alrededor de una media docena de latinoamericanos. Y, sin que falle ni un solo año, siempre entre ellos ha habido mexicanos, en ocasiones hasta tres el mismo año. Argentinos suele haber bastantes, colombianos muestran alguna afición por Madrid, los países andinos, Centroamérica, hasta Cuba, y muy recientemente Paraguay, envían con regularidad representantes al máster de periodismo de El País. Pero sólo México ha estado siempre presente en nuestra escuela, hasta el punto de que hoy no menos de medio centenar de másters del periódico, contando españoles y mexicanos, trabajan o han trabajado en la prensa del país azteca. Y ello es algo que nos enriquece a unos y otros, los de aquí y los de allá (y que el lector decida donde están el aquí y el allá). No se trata, por supuesto, de fabricar clasificaciones ni cuadros de honor, entre otras cosas porque un joven tan pudoroso como Juan Carlos se horrorizaría si lo hiciéramos. Digamos tan sólo que, de nuevo para ambas partes, la experiencia ha valido la pena.