Retrato hablado. Javier Darío Restrepo
a continuación: relato, conversación e interés público.
A diferencia de los medios electrónicos que pueden transmitir en directo la conversación entre el periodista y su interlocutor, la prensa escrita está obligada a convertir ese diálogo oral en un texto. Esta conversión implica necesariamente una transformación porque el lenguaje oral y el escrito están sujetos a formas y reglas distintas. Como veremos más adelante, es prácticamente imposible que una buena entrevista sea una transcripción de la charla. Por esta razón, la entrevista no es la reproducción de la conversación sino el relato escrito de ésta. El trabajo del periodista consiste entonces en recrear el diálogo y no en plasmarlo tal cual. En este sentido, Bastenier sostiene que la entrevista “es el género de ficción veraz por antonomasia. Difícilmente encontraremos nada más literario, más directamente creativo que la entrevista. Las entrevistas en alguna manera se inventan todas, pero no por ello tienen que dejar de responder a la verdad”.t
El segundo elemento es la conversación. Podemos obtener información de una fuente por muchas vías: comunicados, estudios, conferencias, discursos, textos, etc. Pero lo propio de la entrevista es la posibilidad que tiene el periodista de hacer preguntas, lo que no ocurre en los otros casos.
Si las preguntas del entrevistador son buenas, llevarán al entrevistado a decir cosas que no había dicho (si ya las ha dicho, entonces la entrevista será poco periodística porque lo propio de este oficio es la novedad) o a profundizar en ellas. La entrevista permite al periodista fijar los temas de la conversación y dirigir la charla, situación que no sucede con la noticia ni con algunas crónicas donde el periodista está sujeto a lo que ocurra y no interfiere en el desarrollo de los hechos. En la entrevista, en cambio, es el periodista el que provoca que ocurran ciertas cosas que de otro modo no sucederían. Si un reportero va a trabajar la noticia sobre el informe de un alcalde, su trabajo básicamente consistirá en narrar lo que ocurre y eso que ocurre será, no única pero sí principalmente, el discurso del funcionario que es controlado por él mismo y por su equipo. En cambio, en una entrevista el alcalde no puede decir solamente lo que él quiere porque se ve “obligado” a responder las preguntas de su interlocutor.
El periodista es en este sentido una especie de representante del lector no sólo para decirnos lo que pasó sino para preguntar a quien haga falta lo que suponemos le interesa saber a una persona común. El lector no tiene posibilidad de estar en todos los lugares en donde suceden los hechos que le atañen. Si yo soy un profesor, no podré ir al Congreso para presenciar la discusión de una ley importante porque estoy a esa hora impartiendo clase. Espero entonces que el periodista vaya “en mi lugar”, me diga qué ocurre y no sólo eso, sino que además pregunte lo que yo quiero o necesito saber. El reportero sí tiene tiempo para estar allá, le pagan por eso, es su trabajo y además sabe hacerlo.
Así entra en escena el último elemento de la definición, el interés público. La entrevista, decíamos antes, es la recreación de un diálogo, pero no de cualquier conversación sino de la que sostienen formalmente un periodista y una persona sobre un asunto de interés público. Señala Campbell: “Lo específico y distintivo de la entrevista periodística es su finalidad: el entrevistador entrevista al entrevistado con el propósito de recabar información y publicarla”.y
Y eso que publican los medios que pretenden ser serios no es cualquier cosa sino información de interés general. Entendemos por interés no solamente lo que resulta atractivo, lo genera curiosidad. Hay muchas cosas que nos atraen y no son periodísticas. El interés público se refiere a lo que atañe, a lo que incumbe al lector en tanto miembro de una comunidad. Los textos periodísticos, las entrevistas en este caso, se ocupan de asuntos de actualidad que no son privados sino públicos. Por supuesto que el periodista deberá preocuparse porque su texto sea atractivo, eso se da por descontado.
Ahora bien, muchas de las entrevistas se ocupan de mostrarnos aspectos de la vida personal del entrevistado por lo que se podría pensar que estos casos contradicen lo recién dicho. Sin embargo, esa información tiene que ver con la vida comunitaria, ya sea por la trascendencia de esa persona en la sociedad, por lo que le ha ocurrido, por los hechos de los que es protagonista o porque su manera de ser y de pensar son expresiones en que se muestran el momento y la cultura de una comunidad. Dice Rosa Montero:
La entrevista siempre ha sido un género muy literario, y hay piezas periodísticas que aspiran tanto a la eternidad como un buen cuento. Son esas entrevistas que se pueden leer cincuenta años después de su publicación con el mismo interés e idéntico placer que en el momento en que fueron hechas, porque no responden a nada accidental, no se deben a la fugacidad de una noticia pasajera, sino a la sustancia misma de la vida.u
Tres etapas
La palabra “entrevista” evoca el momento en que el periodista y el entrevistado se encuentran frente a frente en un diálogo. Ese es sin duda el momento medular del proceso, pero no es el único. Elaborar una entrevista implica además un trabajo previo y uno posterior. Si estos dos procesos no se consideran con seriedad y no se les dedica tiempo suficiente, será difícil que la entrevista salga bien.
Elaborar una entrevista requiere entonces tres etapas: la preparación, la realización y la edición. Las tres son muy importantes y los descuidos en cualquiera de ellas repercuten en el resultado final.
Primera etapa. La preparación
Dedicar tiempo y trabajo a la preparación de la entrevista es fundamental. Aunque no garantiza un buen resultado, sí lo acerca y disminuye el riesgo de errores. Dice Halperín:
Los más experimentados sostienen que por cada minuto de una entrevista hay que gastar unos 10 minutos en su preparación, según John Brady […] Enric Norden se pasó unas seis semanas estudiando al ex arquitecto de Hitler, Albert Speer, antes de entrevistarlo durante cerca de diez días […] Cornelius Ryan exagera: “Nunca entrevistes a alguien sin conocer el sesenta por ciento de sus respuestas”.i
A veces el reportero se ve obligado por las circunstancias a entrevistar a alguien en el momento y sin ninguna preparación. En esos casos, será su conocimiento previo y su cultura general lo que le permitirá salir dignamente de la situación. Lo que es claro es que entre mayor sea la preparación, disminuyen las posibilidades de formular preguntas tontas y de aburrir a los lectores.
Hay al menos seis aspectos que hay que considerar antes de presentarse con el entrevistado: elegir a la persona, pactar las condiciones de la entrevista, documentarse, preparar las preguntas, diseñar el cuestionario y realizar algunas previsiones prácticas.
Elegir al entrevistado
En muchos casos el reportero no tiene oportunidad de escoger al entrevistado. Recibe una orden de información en que se le indica a quién buscar o va a un suceso donde es claro que debe hablar con los protagonistas de esa noticia. Sin embargo, en otras ocasiones sí tiene la posibilidad de elegir. Habitualmente el reportero busca entrevistar a los “famosos” y a quienes por su prominencia marcan la agenda pública, los llamados newsmakers. Eso está muy bien y hay que hacerlo. No obstante, algunas de las mejores historias están en la gente común. Suelen ser entrevistas “frescas” y con menos respuestas “prefabricadas”. Es básico asegurar que el entrevistado sea la persona que tiene la información que nos interesa. Para ello es fundamental que el reportero se pregunte: ¿Qué quiero saber? ¿Quién tiene la información que necesito? Si lo que le interesa es saber lo que significa estar en el fragor de un combate, buscará a un soldado raso que haya peleado en una batalla; si lo que le interesa es conocer cuál fue la estrategia para ganar esa batalla, deberá buscar al general que estuvo a cargo. En las instituciones existe la tendencia a “que hable el jefe”. Las oficinas de comunicación suelen responder a la petición del entrevistador con esta lógica. Si el reportero pide entrevistar a un embalsamador de cadáveres, probablemente lo mandarán con el dueño de la funeraria. El periodista debe estar atento para ser claro sobre a quién quiere entrevistar y por qué. Así se evitará la incómoda situación de estar frente a alguien que piensa que va a ser entrevistado y a quien hay que decirle que en realidad queremos hablar con otra persona.
Pactar