E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras
pero ella no tenía ni ganas ni fuerzas para contarle una mentira, así que tragó con dificultad y le dijo la verdad.
—Dos semanas después de empezar a trabajar para ti, llegué pronto a la oficina un día. Tenía que prepararme para una reunión importante. No esperaba encontrarme a nadie, pero había luz en tu despacho.
En ese momento vio cómo Drew contraía la mandíbula.
—Estabas…
—Estaba casi en coma —dijo él, sin dejarla terminar.
—Estabas dormido —Deanna prosiguió, suavizando los hechos—. Llevabas allí toda la noche.
El funeral de su madre había sido unos días antes.
—Pero tú me hiciste espabilar a toda costa y me obligaste a prepararme para la reunión más importante de mi carrera.
—Te hice un café —dijo ella—. Y te busqué una camisa limpia y una corbata.
—Y yo te lo agradecí propasándome contigo. Deanna sintió que las mejillas le ardían en llamas.
—Me besaste —le aclaró.
—Pero tú no te marchaste. No me pusiste una demanda. Podrías haber hecho las dos cosas.
—Pero te creí cuando me dijiste que no volvería a pasar.
Él se lo había dejado bien claro y en los años posteriores ella había entendido por qué. Simplemente no era como las mujeres con las que solía salir.
—Pero lo que me hizo quedarme… —dijo ella, prosiguiendo—. Fue la mirada que tenías esa mañana.
—¿La mirada de resaca? —le preguntó él en un tono corrosivo.
—No. La mirada que me decía que sí sabías lo que era querer a alguien de verdad. Entonces supe que sería bueno trabajar contigo.
—Y eso lo dice la mujer que dejó irse a todo el personal antes de la hora de salida porque pensaba que estaba siendo demasiado exigente.
Ella respiró hondo. Ésa era la faceta que lo convertía en todo un reto.
—Entonces supe que eras un buen hombre, y punto. Y he visto esa mirada en tus ojos desde que desapareció tu padre. Es por eso que no dejé el trabajo entonces, y es por eso que no voy a dejarte ahora. No me voy.
Él dejó caer los párpados y le agarró con fuerza los hombros, atrayéndola hacia sí hasta no dejar ni un centímetro entre sus cuerpos.
—¿Y si te besara ahora de nuevo?
Trataba de hacerla salir huyendo. Deanna lo sabía sin ningún género de dudas. Pero, aunque las piernas le temblaran y un gélido escalofrío le recorriera la espalda, tenía que ser valiente.
Levantó la barbilla y le miró de frente.
—¿Y qué si lo hicieras?
Capítulo 7
DREW cerró los ojos casi por completo. Deanna sólo podía ver un pequeño destello de sus pupilas color miel oscuro. De repente sintió que no podía respirar. Él deslizaba las manos sobre sus hombros, hasta llegar a su cuello.
—¿Y si lo hiciera? —le preguntó, bajando la cabeza hacia ella. Apoyó los pulgares en la base de su garganta.
Ella fue consciente de repente del brusco palpitar de su corazón. Pero él no se detuvo, sino que deslizó las yemas de los dedos a lo largo de su cuello hasta alcanzar los dos lados de su mandíbula. Suavemente, la hizo levantar la barbilla. Sus labios se detuvieron un momento a un milímetro de distancia, tan cerca que si se movían lo más mínimo… De pronto sonó un portazo en algún lado de la casa. Drew levantó la cabeza y Deanna se echó atrás de un salto.
—Dios —masculló él, mesándose los cabellos.
Deanna recogió su chal, que se había caído al suelo. El fino tejido se le escurría entre las manos mientras intentaba recogerlo. No hacía más que enredarse, así que desistió de volver a ponérselo y lo hizo una bola en las manos. No era capaz de mirar a Drew a la cara. Después de haberse comportado como lo había hecho esa misma mañana, no podía dar media vuelta y fingir que nada había pasado. Tenía todo el cuerpo en llamas, pero no era sólo vergüenza lo que sentía.
Si él realmente hubiera llegado a besarla…
—Oh, aquí estás —Isabella apareció en el umbral—. Sabía que tenías que estar por algún lado porque vi la camioneta ahí fuera —se apartó un mechón de pelo de la cara—. Supongo que no has oído nada de… No. Claro que no. De ser así, nos lo habrías dicho inmediatamente —Isabella se apoyó en el reposabrazos del sillón en el que estaba sentada Deanna un momento antes—. Esta lluvia acompaña, ¿verdad? —sacudió la cabeza y suspiró—. J.R. está con Lily, pero Jeremy ha vuelto conmigo. Dice que tiene que hacer unas llamadas —esbozó una sonrisa triste—. Supongo que cuando eres médico, no puedes ignorar las urgencias, ni siquiera cuando tienes una propia.
Deanna asintió con la cabeza vagamente. Podía ver a Drew por el rabillo del ojo, inmóvil frente a la ventana.
—¿Cómo… cómo está Lily?
—Fuera de sí. Y tratando de aguantar el tipo todo lo que puede, como siempre hace —Isabella se alisó el vestido—. No sé cómo lo hace. No sé si ya tiene práctica después de haber perdido a Ryan de esa manera. Y no es que William esté perdido —añadió rápidamente—. No sabemos nada todavía.
—Todavía —dijo Drew en un tono sombrío.
Deanna se mordió el labio.
—Isabella, ¿por qué no tratáis de calmaros un poco? Podría prepararos algo de comer. A lo mejor, Jeremy también quiere algo.
—Algo de comer —Isabella sacudió la cabeza y se incorporó—. Mi cerebro no funciona bien hoy. Es por eso que he vuelto. Evie se marchó después del desayuno. Se va de vacaciones unas semanas, y yo sabía que todos estaríais hambrientos a estas alturas. Lily tenía razón. Los del catering han dejado un montón de comida, pero lo único que hicimos fue envasarla y meterla en el congelador. Nadie tenía ganas de comer nada.
—Entiendo. Pareces exhausta. No deberías preocuparte por darnos de comer —le dijo Deanna rápidamente.
Se había olvidado completamente de la cocinera de Isabella, Evie. La había conocido fugazmente cuando había ido a prepararse una taza de té mientras Drew se arreglaba para la boda.
—Si no te importa que me meta en tu cocina, puedo preparar algo.
Isabella se sujetó el pelo detrás de la oreja.
—Prácticamente eres de la familia, Deanna. No me importa en absoluto. Vamos las dos. No será difícil encontrar algo. Evie nos ha dejado un montón de comida. Creo que tiene miedo de que J.R. y yo nos muramos de hambre durante su ausencia —miró a Drew—. ¿Quieres algo, Drew? ¿Café? ¿Una cerveza?
Él sacudió la cabeza y se apartó de las ventanas.
—Tengo que hablar con Jeremy —dijo y salió de la habitación bruscamente, pasando por delante de Deanna.
Ella le siguió con la mirada.
—Pobre —murmuró Isabella—. Tiene que estar volviéndose loco, igual que J.R. —se colgó del brazo de Deanna—. Nos alegramos tanto de que estés aquí con él. Así no está solo.
Deanna se las arregló para esbozar una tenue sonrisa.
—Yo también me alegro de estar aquí —le dijo con sinceridad—. ¿J.R. y tú veis mucho al señor Fortune?
—William —le dijo Isabella con una sonrisa gentil—. Pronto será tu suegro, ¿recuerdas? No quiero pensar que pueda ser de otra manera.
Deanna supo a qué se refería Isabella, pero no pudo evitar sonrojarse.