¿Volveremos?. Elisabet Campuzano Ayllón

¿Volveremos? - Elisabet Campuzano Ayllón


Скачать книгу

      ¿VOLVEREMOS?

exlibric

      ELISABET CAMPUZANO AYLLÓN

      ¿VOLVEREMOS?

      EXLIBRIC

      ANTEQUERA 2016

      ¿VOLVEREMOS?

      © Elisabet Campuzano Ayllón

      Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

      Iª edición

      © ExLibric, 2016.

      Editado por: ExLibric

      C.I.F.: B-92.041.839

      c/ Cueva de Viera, 2, Local 3

      Centro Negocios CADI

      29200 Antequera (Málaga)

      Teléfono: 952 70 60 04

      Fax: 952 84 55 03

      Correo electrónico: [email protected]

      Internet: www.exlibric.com

      Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma.

      Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o

      cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno

      de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida

      por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico,

      reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización

      previa y por escrito de EXLIBRIC;

      su contenido está protegido por la Ley vigente que establece

      penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente

      reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria,

      artística o científica.

      ISBN: 978-84-16848-15-7

      Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.

      ELISABET CAMPUZANO AYLLÓN

      ¿VOLVEREMOS?

      Para todos y todas los que se han atrevido a comprar mi libro. Si esperáis que os ayude en algo no lo hagáis, pero si lo que esperáis es pasar unos buenos ratos sin pensar en vuestras preocupaciones, seguro que juntos lo conseguiremos.

      Introducción

      Todo esto lo causa una mente hiperactiva que no me deja descansar ni un momento. Va dando saltos de un sitio a otro como las cabras en el monte y es agotador, pero claro es que no es para menos, como podréis ir comprobando poco a poco.

      Aunque sé que me quedan muchas experiencias por vivir, (si no, sería muy malo), también he experimentado ya, muchas otras. Entre ellas os explicaré las seis veces que me he mudado de vivienda, ¿os imagináis? Soy toda una experta en preparar cajas, todas identificadas y perfectamente ordenadas, la reina de las mudanzas, que lleva locos a los carteros que ya no saben dónde encontrarme, aunque creo que lo peor es que no va a quedar así que una más seguro que habrá.

      Bueno, ¡empecemos!

      Capítulo uno

      Así empezó todo

      Sin saberlo, la vida de mi marido y la mía siempre han sido bastante paralelas. Los dos hemos vivido en la misma calle toda nuestra vida, hasta casados vivimos allí unos años, pero de solteros él en una punta y yo en la otra. En una calle Ripollés, del barrio de Can Oriach en Sabadell. Hemos tenido amigos comunes, pero nosotros no coincidíamos casi nunca, la sensación era que la calle se dividía en dos partes, justo la mitad de la calle era la barrera y de ahí no se podía pasar ni para un lado ni para el otro. Él se mantenía en su esquina, donde tenían el negocio familiar llamado “Restaurante-Hostal Comellas” y yo en la mía con mis amigas.

      Antes de que hicieran el hostal, había sido uno de los restaurantes más importantes de la zona, con dos enormes salas para celebraciones de todo tipo y con muchísima demanda, precisamente allí se casaron mis padres, un 5 de mayo de 1974, para entonces mi marido ya tenía casi dos añitos. ¡Vaya sorpresa! Y justo yo, nacía en febrero del siguiente año.

      Cuando yo tenía unos seis años, mi madre montó una jardinería justo debajo de nuestro piso y mi suegra le encargaba los ramos para decorar las mesas de los salones, aunque no duró mucho tiempo, la ubicación de la jardinería no era muy apropiada y mi madre no consiguió el resultado que esperaba, así que la tuvo que cerrar.

      Para nosotros era una edad muy muy temprana para saber de nuestra existencia, pero el destino siempre está por ahí haciendo de las suyas.

      A mi padre le gustaba mucho el fútbol y teníamos cerca el campo del Club de Fútbol Can Oriach y los domingos por la mañana, antes de ir a casa de mis abuelos a comer, que vivían en otra barriada, pasábamos por allí a ver a los equipos del barrio jugar. En uno de ellos jugaba mi marido, por supuesto yo iba creciendo y con trece para catorce años empecé a fijarme en él (sí, la verdad un poquito precoz). Mi padre sin imaginar nada siempre lo elogiaba por lo bien que jugaba, así que poco a poco fue despertando un interés en mí hacia él un tanto especial. Hasta que mi padre se dio cuenta de que algo raro estaba pasando y ya empezó a no caerle tan bien (las cosas de los padres). “Papitu, ya era tarde, las mariposas crecían en el estómago a toda velocidad”.

      Nunca habría imaginado que él se hubiera fijado en mí también (eso me hacía sentir muy triste, pero claro es que yo era muy niña) pero, poco a poco la barrera de la mitad de la calle fue desapareciendo, cuando iba a entrenar pasaba por delante de mi casa, cuando nunca lo había hecho, ya que desde su esquina podía ir perfectamente. Yo ya me había estudiado los horarios sobre todo cuando volvía de entrenar y como mi casa hacía esquina, lo veía venir de frente desde tres calles más atrás. Para que no me vieran mis padres, me metía en el lavabo y en otras ocasiones me subía a la azotea para verlo venir desde más lejos aún. Jamás levantó la cabeza, pero cuando lo hemos hablado en ocasiones, me ha dicho que sí, que me veía, que sabía que estaba ahí. ¡Vaya dos! ¡Que chico tan duro!

      Así que poco a poco junto a mis amigas, también empezamos a pasar por delante del restaurante, como también era bar, en alguna ocasión habíamos tomado unos refrescos atendidas por su hermana un poco mayor que él, muertas de risa y de vergüenza a la vez, haciendo tiempo para ver si aparecía. Pronto su hermana se dio cuenta de lo que pasaba y pasó a ser una cómplice más, fue una época muy entretenida.

      En esos años, habían discotecas que los sábados y domingos abrían a las cinco de la tarde y hasta las once de la noche dejaban entrar a los que ya teníamos catorce años. Yo salía con mi amiga Rosi, un año mayor que yo, y allí nos pasábamos las tardes bailando y a las nueve en casa. A mis padres no les gustaba mucho que fuera, pero lo bueno era que allí me encontraba con mi primo David y toda la colla que vivía en el barrio de mis abuelos, entonces lo llevaban un poco mejor.

      Fue aquí donde empecé a tener más contacto con mi marido, ya que los amigos le dieron un ultimátum:

       – Andy, ya no queremos pasar las tardes de los fines de semana saltando la valla del colegio para jugar al fútbol. Queremos ir a la discoteca, o te vienes o te quedas como tú lo prefieras, ¡pero nosotros nos vamos! –¡Era el tonto del balón! Y eso fue lo que pasó, que se tuvo que ir con ellos.

      Así que como teníamos amigos comunes, nos saludábamos todos y poco a poco empezamos a coincidir más. En verano en piscinas públicas, nosotras quedábamos con sus amigos y ya él también venía, todo esto fue durante el año 1989 y al cabo de los meses un 26 de diciembre, día de San Esteban, se decidió y me hizo la pregunta que yo tantas veces había imaginado, en ese tiempo la frase era así:

       –


Скачать книгу