Los tiempos de Dios. José Luis Valencia Valencia
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Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola
Los tiempos de Dios
Se terminó de editar en octubre de 2020 en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara, 44657. Guadalajara, Jalisco.
Índice
Nosotros nunca vamos a estar en la zona de abajo
Presentación
El Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola está organizado por el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara, en colaboración con la Editorial Universitaria. Este concurso nace como homenaje a la memoria y el trabajo literario de Juan José Arreola, escritor originario de Ciudad Guzmán, y por la necesidad de convocar desde su ciudad natal un premio en uno de los géneros literarios más interesantes: el cuento. La Universidad de Guadalajara instituyó este concurso, que se ha ido consolidando a lo largo de estos años, con la finalidad de estimular el trabajo creativo de cuentistas mexicanos, el cual está abierto para obras inéditas de escritores residentes en el país. La obra ganadora de esta XIX edición es Los tiempos de Dios, de José Luis Valencia Valencia. El jurado estuvo integrado por Julián Herbert, Socorro Venegas y Vicente Preciado, quienes entregaron el premio a este libro por ser consistente en su prosa, mantiene una tensión sin concesiones alrededor de la violencia, un tema que logra tratar sin puntos de vista condescendientes, con recursos narrativos que dan cuenta de un autor experimentado.
Javier, bato, te extrañamos un chingo.
Erika, te siguen buscando, te siguen esperando.
He contado la tragedia que vive México y que debe avergonzarnos. La niñez recordará esto como un tiempo de guerra, tiene su ADN tatuado de balas y fusiles y sangre y esta es una forma de asesinar el mañana. Somos homicidas de nuestro propio futuro.
Javier Valdez Cárdenas
Si el novelar se trata de mostrar la condición humana,
ya la humanidad creó suficientes referentes como para que no hubiera más novelistas. Tampoco hay que creer que el alma humana es tan compleja. En realidad es tan simple como la de un perro. ¿No es acaso la historia de los hombres una serie de repeticiones y círculos viciosos? ¿No es acaso la misma historia la que escuchamos en las sesiones todos los días?
Eugenio Partida
Pájaros en busca de su jaula
“‘¿Por qué lloras?’ Yo le respondía que no sabía qué hacer, que esperaba que él me ayudará a salir del lío, que hiciera uno de sus tantos milagritos, que nada le costaba. Y él me preguntaba que por qué tendría que hacer un milagro más, que yo qué podía ofrecerle. Y yo le contestaba que le ofrecía mi fe. Tu fe ya la tengo, respondía él, prueba de eso es que me pides que te salve. Sí, decía yo, pero no tengo nada más que darte, soy muy pobre, tú sabes cuánta necesidad hay en casa, no tengo nada que darte. “¿Y yo por qué tendría que saberlo? ¿Por qué tendría que conocerte? Eres otro más de los que creen que dan mucho con su fe y en realidad no dan nada”.
José Luis Enciso
Los condenaditos y otras historias de impiedad
Los tiempos de Dios
“No la busques, va a regresar —decía mamá—. Espera los tiempos de Dios, hijo, y verás que regresa”. Quizá debí escucharla, pero ya entonces tenía mucha rabia y nada de fe. Si ese Dios suyo fuera bueno, no habría dejado que se la llevaran. Si fuera justo, habría matado a los primogénitos de los policías que no hicieron nada para encontrarla o habría convertido en estatuas de sal a los políticos que se están haciendo ricos con el dinero de los narcos. Si es todopoderoso, por qué no la trae de regreso, por qué los que se la llevaron andan como si nada.
No me fío de Dios, mamá no piensa igual: recita el rosario todos los días, va a misa, recibe al cura en casa, le sirve de comer en nuestra mesa, le da el dinero que no tiene. Nunca hablan de mi hermana. Encienden veladoras, rezan, pero no hablan de ella. Le rogué que fuéramos con las familias que están buscando a los suyos, pero no quiso. Está convencida de que mi hermana volverá cuando Dios disponga. Le grité, hoy me arrepiento, pero ese día le grité que ni la resignación ni sus oraciones ayudaban, que Dios no la cuidó, que no hizo nada para que no se la llevaran ni haría nada para que regresara. Le dije que a Él, mi hermana, ella y yo, le valíamos madres. Mamá jaló aire enmuinada, con voz temblorosa exigió que me arrepintiera y me encomendara al Señor. “No, mamá, hace tiempo que dejé de hacer acuerdos con Dios. Ese puto no cumple”. Me miró, primero, como si estuviera observando a un desconocido, después, como si no estuviera ahí, como si no hubiera nadie frente a ella. Fue la última vez que la vi.
***
Ya no duele. Es más como un ardor, a ratos un hormigueo, como cuando pasas mucho tiempo sentado en la taza del baño y luego no puedes apoyar el pie.
No, no es que no duela.
Lo que quiero decir es que al principio dolió tanto, durante tanto tiempo, que ya después parece que no. Ahora estoy agotado, entumido y tengo tanto