Las profecías y revelaciones de santa Brígida. Santa Brígida
un suave perfume, asciende hasta Dios. Tú eres la gloria y la Reina de los ángeles y de todos los santos, porque Dios fue consolado por ti y a todos los santos deleitas. Y porque tu voluntad ha sido la mía desde el comienzo de tu juventud, una vez más cumpliré tu deseo”. Entonces, él le dijo a la Corte Celestial: “Porque habéis luchado valientemente, por el bien de vuestra caridad, me apiadaré por ahora.
Mirad, reedificaré mi muro por vuestros ruegos. Salvaré y sanaré a los que sean oprimidos por la fuerza y los honraré cien veces por el abuso que han sufrido. Si los que hacen violencia piden misericordia, tendrán paz y misericordia. Aquellos que la desprecien sentirán mi justicia”. Entonces, Él le dijo a su esposa: “Esposa mía, te he elegido y te he revestido de mi Espíritu. Tú escuchas mis palabras y las de los santos quienes, aunque ven todo en mí, han hablado por tu bien, para que puedas entender. Al fin y al cabo, tú, que aún estás en el cuerpo, no me puedes ver de la misma forma que ellos, que son mis espíritus. Ahora te mostraré lo que significan estas cosas.
La fortaleza de la que he hablado es la Santa Iglesia, que yo he construido con mi propia sangre y la de los santos. Yo mismo la cimenté con mi caridad y después coloqué en ella a mis elegidos y amigos. Su fundamento es la fe, o sea, la creencia en que Yo soy un Juez justo y misericordioso. Este fundamento ha sido ahora socavado porque todos creen y predican que soy misericordioso, pero casi nadie cree que yo sea un Juez justo. Me consideran un juez inicuo. De hecho, un juez sería inicuo si, al margen de la misericordia, dejara a los inicuos sin castigo de forma que pudieran continuar oprimiendo a los justos.
Yo, sin embargo, soy un Juez justo y misericordioso y no dejaré que el más mínimo pecado quede sin castigo ni que aún el mínimo bien quede sin recompensa. Por los huecos perforados en el muro, entran en la Santa Iglesia personas que pecan sin miedo, que niegan que Yo sea justo y atormentan a mis amigos como si los clavaran en estacas. A estos amigos míos no se les da gozo y consuelo. Por el contrario, son castigados e injuriados como si fueran demonios. Cuando dicen la verdad sobre mí, son silenciados y acusados de mentir. Ellos ansían con pasión oír o hablar la verdad, pero no hay nadie que les escuche ni que les diga la verdad.
Además, Yo, Dios Creador, estoy siendo blasfemado. La gente dice: ‘No sabemos si existe Dios. Y si existe no nos importa’. Arrojan al suelo mi bandera y la pisotean diciendo: ‘¿Por qué sufrió? ¿En qué nos beneficia? Si cumple nuestros deseos estaremos satisfechos, ¡que mantenga Él su reino y su Cielo! Cuando quiero entrar en ellos, dicen: ‘¡Antes moriremos que doblegar nuestra voluntad!’ ¡Date cuenta, esposa mía, de la clase de gente que es! Yo los creé y los puedo destruir con una palabra. ¡Qué soberbios que son conmigo! Gracias a los ruegos de mi Madre y de todos los santos, permanezco misericordioso y tan paciente que estoy deseando enviarles palabras de mi boca y ofrecerles mi misericordia. Si la quieren aceptar, yo tendré compasión.
De lo contrario, conocerán mi justicia y, como ladrones, serán públicamente avergonzados ante los ángeles y los hombres, y condenados por cada uno de ellos. Como los criminales son colgados en las horcas y devorados por los cuervos, así ellos serán devorados por los demonios, pero no consumidos. Igual que las personas atrapadas en cepos no pueden descansar, ellos padecerán dolor y amargura por todas partes.
Un río de fuego entrará por sus bocas, pero sus estómagos no serán saciados y su sed y suplicio se reanudarán cada día. Pero mis amigos estarán a salvo, y serán consolados por las palabras que salen de mi boca. Ellos verán mi justicia junto a mi misericordia. Los revestiré con las armas de mi amor, que les harán tan fuertes que los adversarios de la fe se escurrirán ante ellos como el barro y, cuando vean mi justicia, quedarán en vergüenza perpetua por haber abusado de mi paciencia”.
Palabras de Cristo a su esposa sobre cómo su Espíritu no puede morar en los malvados; sobre la separación de los buenos y los perversos y el envío de los buenos, armados con armas espirituales, a la guerra contra el mundo.
Capítulo 6
Mis enemigos son como la más salvaje de las bestias, que nunca pueden estar satisfechos ni permanecer en calma. Su corazón está tan vacío de mi amor que el pensamiento de mi pasión nunca lo penetra. Ni siquiera una sola vez, desde lo más íntimo de su corazón, ha escapado una palabra como ésta: “Señor, tú nos has redimido, ¡alabado seas por tu amarga pasión!” ¿Cómo puede vivir mi Espíritu en personas que no sienten el divino amor por mí, personas que están deseando traicionar a otros por conseguir su propio beneficio?
Su corazón está lleno de viles gusanos, es decir, lleno de pasiones mundanas. El demonio ha dejado sus excrementos en sus bocas y, por eso, no tienen gusto por mis palabras. Por ello, con mi serrucho, los cortaré para apartarlos de mis amigos. No hay forma peor de morir que bajo la sierra. Igualmente, no habrá castigo que ellos no compartan: serán serrados en dos por el demonio y apartados de mí. Los encuentro tan odiosos que todos los que se adhieran a ellos se separarán de mí.
Por esta razón, estoy enviando a mis amigos para que ellos separen a los demonios de mis miembros, ya que los demonios son mis verdaderos enemigos. Los envío como nobles soldados a la batalla. Todo el que mortifique su carne y se abstenga de lo ilícito es mi verdadero soldado. Como lanza llevarán las palabras de mi boca y en sus manos esgrimirán la espada de la fe; en sus pechos estará la coraza del amor, por lo que, pase lo que pase, no dejarán de amarme. Deben tener el escudo de la paciencia en su costado, de forma que soporten todo con paciencia. Los he atesorado como oro en un estuche: ahora deben salir y andar por mis caminos.
Según los designios de la justicia, Yo no podría entrar en la gloria de mi majestad sin soportar tribulación en mi naturaleza humana. Por tanto ¿cómo entrarán ellos? Si su Señor sufrió, no es de extrañar que ellos también tengan que sufrir. Si su señor soportó latigazos, no será para ellos gran cosa el soportar palabras. No han de temer porque nunca les abandonaré. Igual que es imposible para el demonio entrar en el corazón de Dios y dividirlo, igual de imposible le será separarlos de mí. Y como, ante mi vista, son como oro purísimo, pues han sido testados con un poco de fuego, no les abandonaré: es para su mayor recompensa.
Palabras de la gloriosa Virgen a su hija, sobre la forma de vestir y el tipo de ropas y ornamentos con los que la hija debe adornarse y vestirse.
Capítulo 7
Yo soy María, que alumbró al Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre. Soy la Reina de los ángeles. Mi Hijo te ama con todo su corazón ¡Ámale! Debes de adornarte con muy honestos vestidos y yo te mostraré cómo y qué tipo de ropas deben ser. Igual que antes tenías una enagua, una túnica, calzado, una capa y un broche sobre tu pecho, ahora has de cubrirte de ropas espirituales. La enagua es la contrición. Igual que la enagua se viste pegada al cuerpo, así la contrición y la conversión son el primer camino de conversión a Dios. A través de ello, la mente, que en su momento encontró gozo en el pecado, se purifica, y la carne impura se mantiene bajo control.
Los dos zapatos son dos disposiciones, en concreto la intención de rectificar las transgresiones pasadas y la intención de hacer el bien y mantenerse lejos del mal. Tu túnica es la esperanza en Dios. Igual que la túnica tiene dos mangas, ha de haber justicia y misericordia en tu esperanza. De esta forma, esperarás a la misericordia de Dios porque no olvidarás su justicia. Piensa en su justicia y en su juicio, de forma que no olvides su misericordia, porque Él no emplea la justicia sin misericordia ni la misericordia sin justicia. La capa es la fe. Lo mismo que la capa lo cubre todo y todo está contenido en ella, la naturaleza humana puede igualmente abarcar y conseguir todo mediante la fe.
Esta capa debe ir decorada con las insignias del amor de tu Esposo, o sea, de la forma que te ha creado, de la forma que te ha redimido, de la forma que te alimentó, te atrajo hacia su Espíritu y abrió tus ojos espirituales. El broche es la consideración de su pasión. Fija firmemente en tu pecho el pensamiento de cómo Él fue burlado y mortificado, cómo se mantuvo vivo en la cruz, ensangrentado y perforado en todas sus fibras, cómo a su muerte su cuerpo entero se convulsionó por el agudo dolor de la pasión, cómo encomendó su Espíritu en manos de su Padre. ¡Que este broche permanezca siempre en tu pecho! Sobre tu cabeza, póngase una corona, es decir, castidad en tus afectos, que prefieras resistir los azotes antes que volver a mancharte. Se modesta y digna.