Las profecías y revelaciones de santa Brígida. Santa Brígida
muertos y llenos de sangre, su boca tan fría como el hielo, su barba erizada y su cara contraída.
Sus manos estaban tan descoyuntadas que no se sostenían siquiera encima de su vientre. Le tuve sobre mis rodillas como había estado en la cruz, como un hombre contraído en todos sus miembros. Tras esto le tendieron sobre una sábana limpia y, con mi pañuelo, le sequé las heridas y sus miembros y cerré sus ojos y su boca, que había estado abierta cuando murió. Así lo colocaron en el sepulcro. ¡De buena gana me hubiera colocado allí, viva con mi Hijo, si esa hubiera sido su voluntad! Terminado todo esto, vino el bondadoso Juan y me llevó a su casa. ¡Mira, hija mía, cuánto ha soportado mi Hijo por ti!
[1] Explicación del Libro 7 - Capítulo 15 (from the english translation): "Entonces la corona de espinas, que habían removido de Su cabeza cuando estaba siendo crucificado, ahora la ponen de vuelta, colocándola sobre su santísima cabeza. Punzó y agujereó su imponente cabeza con tal fuerza que allí mismo sus ojos se llenaron de sangre que brotaba y se obstruyeron sus oídos."
Palabras de Cristo a su esposa sobre cómo Él mismo se entregó, por su propia y libre voluntad, para ser crucificado por sus enemigos, y sobre cómo controlar el cuerpo de movimientos ilícitos ante la consideración de su pasión.
Capítulo 11
El Hijo de Dios se dirigió a su esposa, diciendo: “Yo soy el Creador del Cielo y la tierra, y el que se consagra en el altar es mi verdadero cuerpo. Ámame con todo tu corazón, porque yo te amé y me entregué a mis enemigos por mi propia y libre voluntad, mientras que mis amigos y mi Madre se quedaron en amargo dolor y llanto. Cuando vi la lanza, los clavos, las correas y todos los demás instrumentos de mi pasión allí preparados, aún así acudí a sufrir con alegría. Cuando mi cabeza sangraba por todas las partes desde la corona de espinas, aún entonces, y aunque mis enemigos se apoderasen de mi corazón, también, antes que perderte, dejaría que lo hiriesen y lo despedazasen.
Por ello serías muy ingrata si, en correspondencia a tanta caridad, no me amases. Si mi cabeza fue perforada y se inclinó en la cruz por ti, también tu cabeza debería inclinarse hacia la humildad. Dado que mis ojos estaban ensangrentados y llenos de lágrimas, tus ojos deberían apartarse de visiones placenteras. Si mis oídos se obstruyeron de sangre y oí palabras de burla contra mí, tus oídos tendrían que apartarse de las conversaciones frívolas e inoportunas.
Al habérsele dado a mi boca una bebida amarga y negársele una dulce, guarda tu propia boca del mal y deja que se abra para el bien. Puesto que mis manos fueron estiradas y clavadas, que las obras simbolizadas en tus manos se extiendan a los pobres y a mis mandamientos. Que tus pies, o sea, tus afectos, con los que debes caminar hacia mí, sean crucificados a los deleites de manera que, igual que Yo sufrí en todos mis miembros, también todos tus miembros estén dispuestos a obedecerme. Demando más servicios de ti que de otros porque te he dado una mayor gracia”.
Acerca de cómo un ángel reza por la esposa y cómo Cristo le pregunta al ángel qué es lo que pide para la esposa y qué es bueno para ella.
Capítulo 12
Un ángel bueno, el guardián de la esposa, apareció rogando a Cristo por ella. El Señor le respondió y dijo: “Una persona que reza por otra debe rogar por la salvación de la otra. Tú eres como un fuego que nunca se extingue, incesantemente ardiendo con mi amor. Tú ves y conoces todo cuando me ves y no quieres nada más que lo que yo quiero. Por ello, dime ¿qué es lo que conviene a esta esposa mía? Él contestó: “Señor, tú lo sabes todo”. El Señor le dijo: “Todo lo que se ha creado o se creará existe eternamente en mí. Entiendo y conozco todo en el Cielo y en la tierra, y no hay cambio en mí.
Pero, para que la esposa pueda reconocer mi voluntad, dime qué es bueno para ella, ahora que está escuchando”. Y el ángel dijo: “Ella tiene un corazón altanero y grande. Por ello, necesita palos para hacerse dócil”. Entonces, el Señor dijo: “¿Qué pides para ella, mi amigo?” El ángel dijo: “Señor, te pido que le garantices la misericordia junto con los palos”. Y el Señor agregó: “Por tu bien, lo haré, pues nunca empleo la justicia sin misericordia. Es por esto que la novia debe amarme con todo su corazón”.
Acerca de cómo un enemigo de Dios tenía tres demonios dentro de él y acerca de la sentencia que Cristo le aplicó.
Capítulo 13
Mi enemigo tiene tres demonios en su interior. El primero reside en sus genitales, el segundo en su corazón, el tercero en su boca. El primero es como un barquero, que deja que el agua le llegue a las rodillas, y el agua, al aumentar gradualmente, termina llenando el barco. Entonces se produce una inundación y el barco se hunde. Este barco representa a su cuerpo, que es asaltado por las tentaciones de demonios, y por sus propias concupiscencias, como si fueran tormentas. La lujuria entró primero hasta la rodilla, es decir, a través de su deleite en pensamientos impuros. Al no resistir con la penitencia, ni tapar los agujeros mediante los parches de la abstinencia, el agua de la lujuria creció día a día por su consentimiento.
Entonces, el barco repleto, o sea, lleno por la concupiscencia del vientre, se inundó y hundió el barco en lujuria, de forma que no pudo llegar al puerto de la salvación. El segundo demonio, que residía en su corazón, es como un gusano dentro de una manzana, que primero come la piel de la manzana y después, tras dejar ahí sus excrementos, merodea por el interior de la manzana hasta que todo el fruto se descompone. Esto es lo que hace el demonio. Primero debilita la voluntad de la persona y sus buenos deseos, que son como la cáscara, donde se encuentra toda la fuerza y bondad de la mente y, cuando el corazón se vacía de estos bienes, pone en su lugar, dentro del corazón, los pensamientos mundanos y las afecciones hacia los que la persona se haya inclinado más. Así, impele al cuerpo hacia su propio placer y, por esta razón, el valor y entendimiento del hombre disminuyen y su vida se vuelve aburrida.
Es, de hecho, una manzana sin piel, o sea, un hombre sin corazón, pues entra en mi Iglesia sin corazón, porque no tiene caridad. El tercer demonio es como un arquero que, mirando por la ventana, dispara a los incautos. ¿Cómo no va a estar el demonio dentro de un hombre que siempre lo incluye en su conversación? Aquél que amamos es a quien más mencionamos. Las duras palabras con las que él hiere a otros son como flechas disparadas por tantas ventanas como veces mencione al demonio o sus palabras hieran a personas inocentes y escandalicen a la gente sencilla.
Yo, que soy la verdad, juro por mi verdad que lo condenaré como a una ramera, a fuego y azufre; como a un traidor insidioso, a la mutilación de sus miembros; como a un bufón del Señor, a la vergüenza eterna. Sin embargo, mientras su alma y su cuerpo permanezcan unidos, mi misericordia está aún abierta para él. Lo que exijo de él es que atienda con mayor frecuencia los divinos servicios, que no tenga miedo de ningún reproche ni desee ningún honor y que nunca vuelva a tener ese siniestro nombre en sus labios.
EXPLICACIÓN
Este hombre, un abad de la orden cisterciense, ha enterrado a una persona que había estado excomulgada. Cuando estaba rezando la oración correspondiente sobre él, Doña Brígida, en rapto espiritual, escuchó esto: “Él utilizó su poder y lo enterró. Puedes estar segura de que el próximo entierro después de éste será el suyo, pues pecó contra el Padre, quien nos ha dicho que no mostremos parcialidad ni honremos injustamente a los ricos. Por un favor propio, perecedero, este hombre honró a una persona indigna y lo situó entre los dignos, cosa que no debió hacer. Ha pecado contra mí también, el Hijo, porque Yo he dicho: “Aquél que me rechace será rechazado”. Este hombre honró y exaltó a alguien que mi Iglesia y mi vicario habían rechazado”. El abad se arrepintió cuando oyó estas palabras y murió al cuarto día.
Palabras de Cristo a su esposa sobre la manera y respeto con que se debe conducir en la oración, y sobre tres clases de personas que sirven a Dios en este mundo.
Capítulo 14
Yo soy tu Dios, el que fue crucificado en la cruz, verdadero Dios y hombre en una persona, y el que está presente todos los días en las manos del sacerdote. Cuando me ofrezcas una oración, termínala siempre con el deseo de que se haga mi voluntad y no la tuya. Cuando rezas por alguien que ya está condenado no te escucho. A veces tampoco te oigo si deseas