Las profecías y revelaciones de santa Brígida. Santa Brígida
sino tan solo la oscuridad perpetua del infierno. Le cortarán las orejas, para que no oiga las palabras de mi boca.
A cambio de sus dulces palabras, le darán amargos tormentos, desde la planta de sus pies hasta la coronilla de su cabeza y resistirá tantas torturas cuantos fueron los hombres que condujo a la perdición. Es también como un luchador pendenciero, quien gusta de ser el primero en maldad, no queriendo ceder ante nadie y siempre determinado a derrotar a cualquiera. Como luchador, pues, tendrá el primer lugar en cada castigo; sus tormentos se renovarán constantemente y nunca terminarán. Aún así, mientras su alma esté unida a su cuerpo, mi misericordia permanece quieta, esperándole.
EXPLICACIÓN
Este fue un poderosísimo caballero que odiaba mucho al clero y acostumbraba a lanzarle insultos. La precedente revelación es sobre él, igual que la que sigue: El Hijo de Dios dice: “¡Oh, mundano caballero, pregunta a la sabiduría qué le ocurrió al soberbio Amán, que despreciaba a mi gente! ¿No fue la suya una muerte ignominiosa y una gran degradación? De igual forma, este hombre se burla de mí y de mis amigos. Por esto, lo mismo que Israel no lloró por la muerte de Amán, a mis amigos no les dolerá la muerte de este hombre. Tendrá una muerte muy amarga, si no enmienda su camino”. Y eso fue lo que pasó.
Palabras de Cristo a su esposa sobre cómo tiene que haber humildad en la casa de Dios; sobre cómo dicha casa denota la vida religiosa; sobre cómo los edificios, las limosnas y demás deben ser donados por los bienes rectamente adquiridos y sobre cómo hacer la restitución.
Capítulo 18
En mi casa tiene que haber tanta humildad como esa que ahora sólo recibe desprecio. Tiene que haber una fuerte pared divisoria entre los hombres y las mujeres, porque aunque Yo soy capaz de defender a cada uno y de apoyarlo, sin necesidad de pared, por precaución, y debido al merodeo del demonio, quiero un muro que separe las dos residencias. Tiene que ser una pared fuerte, pero modesta y no demasiado alta. Las ventanas tienen que ser muy sencillas y transparentes, el tejado moderadamente alto, de forma que no se vea allí nada que no indique humildad.
Los hombres que, hoy día, edifican casas para mí son como constructores magistrales que llevan por los pelos al Señor de la casa y, cuando entra, le pisotean los pies. Elevan el barro muy alto y colocan el oro por debajo. Eso es lo que hacen conmigo. Construyen barro, o sea, acumulan bienes temporales y perecederos hasta el Cielo mientras que descuidan a las almas, que para mí son más preciadas que el oro. Cuando intento ir hacia ellos a través de mis prédicas o mediante buenos pensamientos, me agarran por los pelos y me pisotean, o sea, me atacan con blasfemias y consideran mis trabajos y palabras tan despreciables como el barro. Se creen así mucho más sabios.
Si quisieran construir algo para mí y para mi gloria, lo primero que harían sería construir sus propias almas. Quien construya mi casa ha de tener máximo cuidado de no dejar que entre un solo céntimo que no haya sido recta y justamente adquirido para destinarlo al edificio. Hay muchas personas que saben que poseen bienes conseguidos ilícitamente y no se apenan por ello, ni tienen intención de restituir y satisfacer sus robos y estafas, pese a que podrían hacerlo si quisieran. Sin embargo, como saben que no pueden mantener estas cosas para siempre, le dan una parte de sus bienes mal adquiridos a las Iglesias, como si me pudieran aplacar por su donación. Las posesiones legítimas se las reservan a sus descendientes. Esto no me agrada nada.
Una persona que desee complacerme con sus donaciones tiene que tener, ante todo, el deseo de enmendar su camino y después hacer todo el bien que pueda. Debe lamentarse y llorar por el mal que haya hecho y restituirlo, si puede. Si no puede, debe tener la intención de hacer restitución de sus bienes fraudulentamente adquiridos. Entonces, tiene que cuidarse de no volver a cometer dichos pecados. Si la persona a la que tiene que restituir sus bienes mal adquiridos ya no está viva, entonces me puede hacer a mí la donación, que a todos puedo devolverles el pago. Si no puede restituirlos, siempre que se humille ante mí con un propósito de enmienda y un corazón contrito, tengo los medios de hacer la restitución y, bien ahora o en el futuro, restaurar su propiedad a todos aquellos que hubieren sido estafados.
Te explicaré el significado de la casa que quiero construir. La casa es la vida religiosa. Yo soy el Creador de todas las cosas, a través de quien todo se ha hecho y existe, soy su fundamento. Hay cuatro paredes en esta casa. La primera es la justicia por la cual juzgo a los que son hostiles a esta casa. La segunda pared es la sabiduría, por la cual ilumino a sus habitantes con mi conocimiento y comprensión. La tercera es el poder mediante el cual los fortalezco contra las maquinaciones del demonio. La cuarta pared es mi misericordia, que acoge a cualquiera que la pida. En esta pared está la puerta de la gracia, a través de la cual, todos los buscadores son bienvenidos. El tejado de la casa es la caridad, mediante la cual cubro los pecados de aquellos que me aman, de forma que no sean sentenciados por sus faltas. El tragaluz del techo, por el que entra el sol, es la consideración de mi gracia.
A través de él se introduce en los habitantes el candor de mi divinidad. Que la pared sea grande y fuerte significa que nadie puede debilitar mis palabras ni destruirlas. Que debería ser moderadamente alta significa que mi sabiduría puede ser entendida y comprendida en parte, pero nunca completamente. Las ventanas sencillas y transparentes refieren que mis palabras son simples y, aún así, llega al mundo, a través de ellas, la luz del conocimiento divino. El tejado moderadamente alto significa que mis palabras no deben manifestarse de manera incomprensible o inalcanzable, sino en forma comprensible e inteligible.
Palabras del Creador a la esposa acerca del esplendor de su poder, la sabiduría y la virtud, y sobre cómo aquellos que ahora se dicen que son sabios son los que más pecan contra Él.
Capítulo 19
Yo soy el Creador del Cielo y la tierra. Tengo tres cualidades. Soy el más poderoso, el más sabio y el más virtuoso. Soy tan poderoso que los ángeles me honran en el Cielo, y en el infierno los demonios no se atreven a mirarme. Todos los elementos responden a mis órdenes y llamada. Soy tan sabio que nadie consigue alcanzar mi conocimiento. Mi sabiduría es tal que sé todo lo que ha sido y lo que será. Soy tan racional que ni siquiera la más mínima cosa, ni un gusano ni ningún otro animal, por deforme que parezca, se ha hecho sin causa. También soy tan virtuoso que todo el bien emana de mí como de un manantial abundante, y toda la dulzura viene de mí como de una buena viña.
Sin mí, nadie puede ser poderoso, nadie es sabio, nadie es virtuoso. Por esto, los hombres poderosos del mundo pecan contra mí en exceso. Les he dado fuerza y poder para que puedan honrarme, pero se atribuyen el honor a sí mismos, como si lo hubieran obtenido por sí mismos. Los desgraciados no consideran su imbecilidad. Si les enviara la más mínima enfermedad, ellos inmediatamente se derrumbarían y todo para ellos perdería su valor. ¿Cómo, pues, van a ser capaces de soportar mi poder y los castigos de la eternidad? Pero aquellos que ahora se dicen sabios, pecan aún más contra mí. Porque les di el sentido, el entendimiento y la sabiduría, para que me amaran, pero lo único que entienden es su propio provecho temporal. Tienen ojos en su cara, pero tan sólo miran a sus propios placeres.
Están ciegos hasta para darme las gracias a mí, que les he dado todo, pues nadie, ni bueno ni malo, puede percibir o comprender nada sin mí, aún cuando permita a los malvados inclinar su voluntad hacia lo que desean. Tampoco nadie puede ser virtuoso sin mí. Ahora podría usar un proverbio común: ‘Todos desprecian al hombre paciente’. Debido a mi paciencia, todos creen que soy un pobre fatuo y es por esto que me miran con desprecio. ¡Pero pobre de ellos cuando, después de tanta paciencia, les haga su sentencia! Ante mí serán como fango que se desliza hacia las profundidades sin parar, hasta llegar a la parte más baja del infierno.
Grato diálogo entre la Virgen Madre y el Hijo y entre ellos con la esposa, y acerca de cómo la novia se tiene que preparar para la boda.
Capítulo 20
Apareció la Madre diciéndole al Hijo: “Eres el Rey de la gloria, Hijo mío, eres el Señor de todos los señores, tú creaste el Cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos. ¡Sean cumplidos todos tus deseos, hágase toda tu voluntad!”. El Hijo respondió: “Hay un antiguo proverbio que dice: ‘lo que se aprende en la juventud se retiene hasta la vejez’. Madre, desde tu juventud aprendiste a seguir mi voluntad