Las profecías y revelaciones de santa Brígida. Santa Brígida

Las profecías y revelaciones de santa Brígida - Santa Brígida


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y has sufrido en mi pasión más que todos los demás.

      Cuando, por la vehemencia de mi dolor en la cruz, mi corazón se partió, esto hirió tu corazón como afiladísimo acero. Hubieras deseado ser cortada en dos, de haber sido esa mi voluntad. Aún, si hubieras tenido la capacidad de oponerte a mi pasión y hubieras demandado que me fuera permitido vivir, no habrías querido obtener esto de ninguna manera que no fuera acorde con mi voluntad. Por esta razón, has hecho bien al decir: ‘¡Hágase tu voluntad!’”.

      Entonces María le dijo a la esposa: “Esposa de mi Hijo, ámalo, porque Él te ama. Honra a sus santos, que están en su presencia. Son como estrellas incontables, cuya luz y esplendor no se puede comparar con ninguna luz temporal. Así como la luz del mundo es distinta de la oscuridad, igual –pero mucho más—ocurre con la luz de los santos, que difiere de la luz de este mundo. Te diré ciertamente que, si los santos fueran vistos claramente, como son, ningún ojo humano lo podría soportar sin verse privado de su vista corporal”.

      Entonces, el Hijo de la Virgen habló con su esposa diciendo: “Esposa mía, debes tener cuatro cualidades. Primero, tienes que estar preparada para la boda de mi divinidad, donde no hay deseo carnal sino solo el más suave placer espiritual, de la clase que es propio que Dios tenga con un alma casta. De esta forma, ni el amor por tus hijos, ni los bienes temporales, ni el afecto de tus parientes te debe separar de mi amor. No dejes que te pase lo que a aquellas vírgenes fatuas que no estaban preparadas cuando el Señor quiso invitarlas a la boda y se quedaron fuera. Segundo, has de tener fe en mis palabras.

      Como soy la verdad, nada sino la verdad sale de mis labios, y nadie puede encontrar en mis palabras otra cosa que la verdad. A veces lo que digo tiene un sentido espiritual y otras veces se ajusta a la letra de la palabra, en cuyo caso mis palabras tienen que entenderse según su sentido literal. Por lo tanto, nadie me puede acusar de mentir. En tercer lugar, has de ser obediente para que no haya ni un solo miembro de tu cuerpo por el que hagas el mal, y para que no se someta a la correspondiente penitencia y reparación. Aunque soy misericordioso, no dejo de lado la justicia.

      Por ello, obedece humildemente y con agrado a aquellos a los que estás sujeta a obedecer, de forma que no hagas ni lo que te parecería útil y razonable, si es que esto va contra la obediencia. Es mejor renunciar a tu propia voluntad por la obediencia, aún si su objetivo es bueno, y ajustarte a la obediencia de tu director, siempre y cuando no vaya contra la salvación de tu alma ni sea irracional. En cuarto lugar, debes ser humilde porque estás unida en un matrimonio espiritual. Por ello, tienes que ser humilde y modesta cuando llegue tu marido. Que tu sirviente sea moderado y refrenado, o sea, que tu cuerpo practique la abstinencia y esté bien disciplinado, porque vas a portar la semilla de un retoño espiritual para el bien de muchos. De la misma forma que al insertar un brote en un tallo árido el tallo comienza a florecer, tú debes portar frutos y florecer por mi gracia. Y mi gracia te embriagará, y toda la corte celestial se regocijará por el dulce vino que te he de dar.

      No desconfíes de mi bondad. Te aseguro que, al igual que Zacarías e Isabel se regocijaron en sus corazones con un gozo indescriptible por la promesa de un futuro hijo, tú también te regocijarás por la gracia que te quiero dar y, a la vez, otros se alegrarán a través de ti. Fue un ángel quien habló con los dos, Zacarías e Isabel, pero soy Yo, Dios Creador de los ángeles y de ti, quien te habla ahora. Por mi bien, aquellos dieron nacimiento a mi más querido amigo, Juan. A través de ti, quiero que me nazcan muchos niños, no de carne sino de espíritu. En verdad, Juan fue como una caña llena de dulzura y miel, pues nada impuro entró jamás en su boca ni jamás traspasó los límites de la necesidad para obtener lo que necesitaba para vivir. Nunca salió semen de su cuerpo, por lo que bien se puede llamar ángel y virgen”.

      Palabras del Esposo a su esposa recurriendo a una alegoría sobre un hechicero, para ilustrar y explicar lo que es el demonio.

      Capítulo 21

      El Esposo, Jesús, habló a su esposa en alegorías, empleando el ejemplo de un sapo. Dijo: “Cierto hechicero tenía un oro finísimo y reluciente. Un hombre sencillo y de modestos modales vino a él y le quiso comprar el oro. El hechicero le dijo ‘No conseguirás este oro a menos que me des un oro mejor y en mayor cantidad’. El hombre contestó: ‘Deseo tanto tu oro que te daré lo que quieras antes que quedarme sin él’. Después de darle al hechicero un oro mejor y en mayor cantidad, se llevó el oro reluciente que éste tenía y lo guardó en una maleta, planeando hacerse un anillo para el dedo. Al poco tiempo, el hechicero fue a ver al hombre y le dijo: ‘El oro que compraste y guardaste en tu maleta no es oro, como crees, sino un sapo feo, que se ha alimentado a mis pechos y comido de mi alimento.

      Y, para testar la verdad de la cuestión, abre la maleta y verás cómo el sapo saltará a mi pecho, del que se alimentó’. Cuando el hombre trataba de abrir la maleta para averiguar, pudo ver a un sapo dentro de ésta, que ya tenía cuatro goznes a punto de romperse. Al abrir la cerradura de la maleta, el sapo vio al hechicero y saltó a su pecho. Los sirvientes y amigos del hombre vieron esto y le dijeron: ‘Maestro, su oro está dentro del sapo y, si lo desea, fácilmente puede conseguir el oro’. ‘¿Cómo?’ –`preguntó-- ¿Cómo podré? Ellos dijeron: ‘Si alguien tomara un bisturí afilado y calentado y lo insertara en el lomo del sapo, enseguida saldría el oro de esa parte del lomo en la que hay un agujero. Si no pudiera encontrar el agujero, entonces, tendrá que hacer todo lo posible para insertar el bisturí firmemente en esa parte y así es como conseguirá recuperar lo que compró’.

      ¿Quién es el hechicero sino el demonio, persuadiendo a las personas hacia los fatuos placeres y glorias? Él asegura que lo que es falso es verdad y hace que lo verdadero parezca falso. Él posee ese oro precioso, es decir el alma, que –mediante mi divino poder—hice más preciosa que todas las estrellas y planetas. Yo la hice inmortal y estable y más deliciosa para mí que todo el resto de la creación. Preparé para ella un eterno lugar de descanso y morada junto a mí. La arrebaté del poder del demonio con un oro mejor y más caro, al darle mi propia carne inmune a todo pecado, resistiendo una pasión tan amarga que ninguno de los miembros de mi cuerpo quedó ileso.

      Puse al alma redimida en una maleta hasta el momento en el que le diera un lugar en la corte de mi divina presencia. Ahora, sin embargo, el alma humana redimida se ha convertido en un sapo torpe y feo, brincando en su soberbia y viviendo en el fango de su lujuria. El oro, es decir, mi propiedad por derecho, me ha sido arrebatado. Por ello el demonio aún me puede decir: ‘El oro que compraste no es oro sino un sapo, alimentado a los pechos de mis placeres. Separa el cuerpo del alma y verás como éste vuela derecho al pecho de mi deleite, donde se alimentó’.

      Mi respuesta a él es esta: ‘Puesto que el sapo el horrible para ser mirado, horrible para ser oído, venenoso para ser tocado y en nada me agrada pero a ti sí, a cuyos pechos se alimentó, entonces puedes quedártelo, pues tienes derecho a ello. Así, cuando se abre la cerradura, o sea, cuando el alma se separa del cuerpo, ésta volará directamente a ti, para quedarse contigo eternamente’. Tal es el alma de la persona que te estoy describiendo. Es como un sapo maligno, lleno de inmundicia y lujuria, alimentado a los pechos del demonio.

      Ahora hablaré de la maleta, es decir, del cuerpo de esa alma, por la muerte que le sobreviene. La maleta se sujeta por cuatro goznes que están a punto de romperse, en el sentido de que su cuerpo se mantiene por las cuatro cosas que son: fuerza, belleza, sabiduría y visión, las cuales están ahora empezando a fallarle. Cuando el alma se separe del cuerpo, volará derecha al demonio de cuya leche se alimentó, porque se ha olvidado de mi amor al haber cargado yo, por su bien, con el castigo que mereció. No repone mi amor con amor sino que, en su lugar, me arrebata la posesión que me corresponde. Me debe más a mí que a nadie, pero encuentra mayor placer en el demonio.

      El sonido de su oración es, para mí, como la voz de un sapo, su aspecto me resulta detestable. Sus oídos no escuchan mi gozo, su corrompido sentido del tacto nunca sentirá mi divinidad. Sin embargo, como soy misericordioso, si alguien quisiera tocar su alma, aunque sea impura, y examinarla para ver si hay alguna contrición o algún bien en su voluntad, si alguien quisiera introducir en su mente un bisturí afilado y caliente, es decir, el temor de mi estricto juicio, aún podría esta alma obtener mi gracia, siempre y cuando él consintiera. Si no hubiera contrición ni


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