Una universidad humanista. Milton Molano Camargo

Una universidad humanista - Milton Molano Camargo


Скачать книгу
demerite lo segundo). Y en cuanto a esa prioridad formativa, la Universidad (nos decía el hermano Basterrechea) está llamada a asumir la responsabilidad de ser el “vértice y coronamiento de diversos procesos educativos” en favor del desarrollo del individuo y de la construcción de la sociedad.

      Sobre la especificidad lasallista, el hermano José Pablo destacaba la preocupación social de san Juan Bautista De la Salle, su pasión por salvar al hombre como “objeto supremo de su aventura fundacional”, su intención redentora de las clases populares y su preocupación por lo que hoy se llamaría la liberación integral de todo el hombre y de todos los hombres.

      La Salle —afirmaba— es un nombre que implica intrínsecamente tanto lo universal, como lo cristiano y lo social. “Llamarse De la Salle supone, pues, que una Universidad hace de ese esfuerzo dignificador y universalizante la nota primordial en sus programas... y busca crear un pensamiento, unas metodologías y unas técnicas que contribuyan eficazmente a salvar al hombre tanto de las degradaciones y confusiones ideológicas, como de las penurias y desigualdades tan penosas como injustas, que comprometen la realización de su destino”.

      Y en cuanto a la herencia espiritual del fundador, nos dejó esta amorosa orden: “Trátenmelo bien (como decía Santa Teresa)... que se encuentre a gusto” entre quienes integramos la Universidad.

      El actual superior general, hermano John Johnston, en perfecta congruencia con los planteamientos de su predecesor, igualmente se dirigió a nuestra institución de manera prominente para afirmar la legitimidad del apostolado universitario del Instituto y su compatibilidad con las prioridades de este.

      En este caso, además, precisó las siguientes características de ese apostolado: la centralidad y sacralidad de la persona humana de los miembros de la comunidad universitaria (ante todo, los estudiantes), el carácter cristiano de la institución, el imperativo de la “calidad” dentro de esta, la solidaridad con los pobres, la fe y el celo apostólicos y el papel medular de Juan Bautista de La Salle como fuente de inspiración permanente de la vida universitaria. En resumen, los hermanos Basterrechea y Johnston destacan como características de una Universidad o institución de educación superior orientada por La Salle las siguientes:

      1. La centralidad y sacralidad de la persona humana

      2. La prioridad de la función educadora

      3. El compromiso de servicio social

      4. La función cristiana y el compromiso social

      5. El estilo educativo lasallista

      Revisemos un poco más detenidamente estas características. Primero: la centralidad y sacralidad de la persona humana. Esta característica define un modelo de Universidad en el que la ciencia, la tecnología y la extensión universitaria, lo mismo que la docencia, se orientan al servicio del hombre y en el que —como enseña el Catecismo de la Iglesia— la persona es el principio, el fundamento y el fin de la organización.

      En la práctica, en un mundo universitario en el que se tiende cada vez más a la masificación, al individualismo y al anonimato, la institución de educación superior lasallista está llamada a propiciar entornos educativos personalizados y a desarrollar una “cultura organizacional” consecuente. Por eso, en nuestro claustro se viene propiciando una filosofía de la educación orientada a promover un “ambiente personalizado” y un “clima socioafectivo” acorde con este.

      Segundo: prioridad de la función educadora. Es claro que prioridad no significa exclusión de las funciones investigativa y de servicio; significa, más bien, que dentro de un medio universitario orientado a menudo por una mentalidad racionalista o intelectualista (en la que se privilegia la producción del conocimiento o la capacitación del recurso profesional que demanda el mercado laboral, y en la que se llega a sostener de nuevo que “la virtud es conocimiento”), las instituciones lasallistas de educación superior afirman la naturaleza formativa integral de este nivel educativo. En este contexto, lo superior designa “la culminación y vértice de los procesos educativos”, es decir, el máximo grado de calidad en esos procesos, y el término de un proyecto educativo lasallista institucional (o simplemente de un proyecto educativo) que articule los otros niveles del sistema educativo.

      En una Universidad, el concepto de culminación de los procesos educativos significa —según nos parece— que esta es la instancia de investigación pedagógica de más alto nivel, en la que, con el más adecuado sentido de calidad educativa, se adelanta la reflexión sobre la educación y se producen las teorías y la metateorías pedagógicas que demanda la sociedad.

      Tercero: el compromiso de servicio social. Como lo afirmaba el hermano Basterrechea, este compromiso es inherente a la razón de ser de la Universidad en cuanto Universidad, y más a la razón de ser de la Universidad católica. Pero adquiere especial significado en una universidad latinoamericana, dada la urgencia y gravedad de los problemas sociales de nuestro subcontinente y, además, reviste un particular apremio para una institución de educación superior que se diga “lasallista”.

      Las instituciones lasallistas de educación superior, particularmente las universidades, están llamadas, pues, con una enérgica exigencia, a cumplir este compromiso, bien en forma directa o bien de manera indirecta.

      En forma directa, con respecto a los usuarios del servicio educativo, contribuyendo con la democratización de este nivel de la educación (por medio de costos accesibles, becas o auxilios), o estudiando y proponiendo soluciones a problemas sociales de comunidades específicas.

      Esta es la forma que más impacta —inicialmente— a quienes observan el comportamiento de las instituciones lasallistas; pero detrás de esa forma (a nuestro juicio ineludible), está la forma indirecta, que implica un compromiso y una responsabilidad de mayor trascendencia.

      La Regla pide “sensibilizar” a los estudiantes hacia la justicia social,{13} es decir, pide la formación de un criterio social sistemático y sólidamente fundamentado, y la formación de actitudes de compromiso efectivo con esa justicia, para que —como profesionales— contribuyan, desde sus respectivas competencias científicas y técnicas, a solucionar los problemas sociales de los pobres.

      Aún más, la misma Regla —al proponer el compromiso de inculturación— pide el estudio de las raíces de la pobreza y la propuesta de enfoques, modelos y estrategias de solución adecuados, para promover la justicia y la dignidad humana, solicitud en la cual percibimos la demanda de nuevos y alternativos modelos de desarrollo humano y social para nuestros pueblos del tercero y cuarto mundos.

      A este último respecto (que toca uno de los nervios más específicos de la Universidad en cuanto reunión de estudiosos que examinan a fondo la realidad), nuestras instituciones lasallistas de educación superior tienen un reto histórico urgente en el que se juegan, como ya dijimos bien, su existencia, o bien su autenticidad. Este reto nos invita, por ejemplo, a revisar de nuevo las relaciones entre los países ricos y los países pobres, las nuevas mediaciones introducidas por los actuales bloques de poder, por las actitudes posmodernas y por el modelo neoliberal. Y dentro de estas mediaciones, especialmente, las relacionadas con el conocimiento del conocimiento, como pilar del desarrollo, de la riqueza y del poder, o al contrario, del atraso, la pobreza y la irrelevancia de los pueblos. Este reto tal vez implique replantear la estructura y el enfoque de la administración académica de nuestras instituciones en favor de una mejor manera de “gerenciar” el saber.

      Cuarto: la vivencia cristiana y el compromiso evangelizador. El reto que nos ha planteado el hermano superior general al comienzo de este año{14} en su carta pastoral “Vivir auténticamente en Jesucristo”, de eliminar el desfase entre lo que proclamamos y lo que vivimos, es singularmente acuciante para las instituciones lasallistas de educación superior de nuestros países pobres. Ese reto nos compromete, en primer lugar, con un testimonio individual y comunitario de fe, pero de una fe congruente con el contexto universitario y de educación superior en el que se da. No es compatible un testimonio de fe con la mediocridad intelectual, profesional o el liderazgo universitario (que más bien termina por ser un antitestimonio). Una fe que no se hace cultura —enseña el magisterio de la Iglesia— es una fe que no se ha asumido plenamente. No bastan


Скачать книгу