Los días contados. Andrew Graham-Yooll
obra de 947 páginas titulada Tiempo de tragedias y esperanzas (Buenos Aires, Lumiere, 2006). Se trata de una cronología histórica que abarca desde septiembre de 1955 hasta diciembre de 2005, como aclara en su tapa: De Perón a Kirchner, al que Graham-Yooll agregó varios apéndices, indispensables para la mejor comprensión del período que trató y para una rápida devolución de la información requerida.
No es el momento de destacar las calidades de periodista y escritor de Andrew Graham-Yooll, ni de referirnos a su extensa e importante labor en ambas actividades que, seguramente, estarán resaltadas en la presentación editorial de este nuevo libro.
Cuando comentamos para la prensa aquella primera Cronología de Andrew Graham-Yooll dijimos “La obra de Manuel Vizoso Gorostiaga concluye con los primeros años del primer gobierno del general Perón, en 1946, de modo que, aunque encarada con criterios en alguna medida diferentes, la importante obra de Andrew Graham-Yooll resulta ser una suerte de continuación cronológica de la primera”. A lo que agregábamos: “Solo quedaría ausente del registro cronológico el período correspondiente a las dos primeras presidencias del general Perón (1946-1952 y 1952-1955)”, que ahora Graham-Yooll completa con similar maestría, agregándole también el período anterior, esto es, desde el nacimiento de la Argentina independiente y sus antecedentes.
Últimamente se han hecho muchos índices generales de diversas publicaciones argentinas que, aunque con objetivos distintos, contribuyen en alguna medida a la cronología histórico-literaria pero, a excepción de algunas ediciones cronológicas poco significativas, aunque siempre útiles, consideramos que las obras de Andrew Graham-Yooll están destinadas inexorablemente a ser hitos fundamentales de la cronología histórica argentina y obras de consulta inexcusables. A ello le sumamos que, una vez más, la obra de Andrew Graham-Yooll contribuye a poner la cuota necesaria de seriedad y responsabilidad en la información.
Nuestro amigo y compañero de la Mesa de Los Jueves, Andrew Graham-Yooll, alguna vez director del Buenos Aires Herald (1994-2007), dio a luz en 2006 esa ya mencionada voluminosa obra de 947 páginas titulada Tiempo de tragedias y esperanzas.
Andrew Graham-Yooll, destacado periodista argentino que, cuando ya cumplía sus primeros diez años en la redacción del Buenos Aires Herald (1965-1976), debió exiliarse entre los años 1976 y 1983, ha trabajado en The Daily Telegraph y The Guardian y dirigido las revistas South (1986-1989) e Index on Censorship (1989-1993) en Inglaterra, suma así una nueva e importante obra a sus anteriores publicaciones, entre ellas: El Inglés. Rosas visto por los británicos, La colonia olvidada, Memoria del miedo y Ocupación y reconquista (1806-1807).
–Víctor O. García Costa
Algunas cosas sobre Andrew y su obra
Muy distinto sería este falso prólogo (el verdadero es el sesudo estudio de Víctor García Costa sobre las cronologías y sus obras semejantes), si no hubiera mediado entre el momento en que me lo propuso el autor y este de su escritura, la dolorosa y sorpresiva muerte de Andrew Graham-Yooll.
Me comprenden respecto de él las generales de la ley que me impedirán ser objetivo: fui su amigo durante más de 40 años y publiqué con el sello de Ediciones de la Flor varios de sus libros de los más variados géneros: Tiempo de tragedia: Cronología de la Revolución Argentina (seguramente el primer paso del largo camino que corona el trabajo que se presenta ahora), Se habla Spanglés (un poemario de bilingüismo entrecruzado) y Goodbye Buenos Aires (un texto de autoficción alrededor de la vida de su padre). Fue, además, el traductor eficiente y obsesivo al inglés de varios volúmenes de la Mafalda de Quino.
Pero esto último fue luego de los respectivos exilios: en el mío, en Caracas, dirigí las páginas de Cultura de El Diario de Caracas y una colección de pequeños libros dominicales que reemplazaron a las seguramente más costosas revistas dominicales. Andrew, por entonces periodista en Inglaterra en el Manchester Guardian, recopiló y tradujo para varios de esos volúmenes las crónicas que su periódico había dedicado al sitio de La Guaira, el principal puerto venezolano, por la flota inglesa en un intento de forzar el pago de la deuda que mantenía el país latinoamericano: un acto ilegal desembozado de lo que después se hizo con fórmulas menos visiblemente violentas.
Para caracterizar lo que fue nuestra amistad, iniciada en el mismo momento en que fui a llevarle a la redacción del Herald los primeros libros de la Flor, viene a cuento la referencia que hace Borges en Tlön, Ukbar y Orbis Tertius a la amistad del padre del narrador con un ingeniero inglés, Herbert Ashe: “Mi padre había estrechado con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo. Solían ejercitar un intercambio de libros y de periódicos; solían batirse al ajedrez taciturnamente…”.
Cuando Andrew nos propuso a comienzos de 1972 el proyecto de Tiempo de tragedia, yo no tenía muy claro para qué servía una cronología, sobre todo de hechos tan recientes: el período cubierto iba de 1966 a 1971 por lo cual no parecía imprescindible un ayuda memoria. De todos modos, como el libro incluiría dos prólogos para ubicar los hechos en contexto (uno del dirigente sindical Miguel Gazzera, el otro de Rodolfo Terragno, abogado y ensayista en ciernes en la época), decidimos su publicación sin saber que Andrew persistiría –en paralelo con el resto de su obra y con su valiente y denodada tarea periodística— en compilar los acontecimientos de la historia de diversos períodos, hasta culminar en la obra que ahora se presenta.
Adentrarse en la lectura de esta cronología que comienza “con la Patria” (como diría un orador prosopopéyico), provoca una especie de vértigo al sucederse tan rápidamente acontecimientos que el lector tal vez tenga desdibujados o desubicados en la sucesión temporal. No es exagerado decir que puede leerse como una novela, una novela con miles de personajes y sin desenlace.
Graham-Yooll no se detiene en minucias ni incurre en conjeturas: los hechos tal y como ocurrieron, y especialmente cuándo ocurrieron, constituyen este relato.
Laguna profunda y cristalina para que abreven historiadores, periodistas, sociólogos y todos los interesados en el devenir histórico de la Argentina, con el telón de fondo de lo que pasaba simultáneamente en el continente y en el mundo, esta Cronología se convierte en instrumento imprescindible y hace, desde ya, añorar prematuramente a quien pueda continuarla luego de su punto final.
–Daniel Divinsky
Buenos Aires, octubre de 2019
La cronología
En tiempos de Google y de otros buscadores en Internet todo está disponible. Esto es un hecho indiscutible. Sucede que hay que poder leer, saber leer, conocer una página de texto… para atar cabos y hallar la conexión entre hechos y personas. Para eso existe una herramienta incompleta como es la cronología, para guiar, no para convencer, tampoco para apoyar a algún grupo. Aquí se acercan detalles de historia y de tiempos vividos.
La cronología no es objetiva. Ninguna opinión, por elevada que sea, es objetiva. Cada una tiene su variante. Hace muchos años, cuando apareció mi primer intento de cronología para superar la falta de información que por entonces era reemplazada por el rumor, por el chisme, dije en La Opinión (26 de febrero de 1974), que la cronología era una forma objetiva de narrar la historia.
¡Qué error!
¡Claro que no es objetiva!
Pido disculpas por aquella ostentación de supuesta objetividad en defensa de la cronología.
Una cronología es interminable. Por esa razón se ha usado a veces la denominación, sin preferirla, de “ayudamemoria”. ¿Qué otro nombre puede llevar un texto en el que cada persona que la consulte puede observar que faltan datos? Toda entrada en el texto ofrece la posibilidad de ser cambiada por otros datos. Lo que es notable para mí puede no tener importancia para un tercero. Sin embargo, la anotación de un hecho puede servir de recordatorio de otra circunstancia para un tercero.
Por ahora, gracias por llegar hasta aquí. Por favor, sigamos.
–Andrew Graham-Yool
Larroque, Entre Ríos, 2016
PARTE