Cazador de narcos II. Derzu Kazak

Cazador de narcos II - Derzu Kazak


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menos que Frank! ¡Frank Victorio Dordoni! Contestó haciendo aspavientos con la mano izquierda.

      – ¡El Capo de la Mafia norteamericana se le escapó a la DEA como si fuera un nuevo Harry Houdini! Ese zorro viejo perdió el pelo y dejó los calzoncillos bastante malolientes tirados en alguna banquina, ¡pero en la vida perderá las mañas!

      – Ahora está invernando muy bien remetido en su madriguera, pero en aprietos para proseguir su ruta de escape. ¡Si asoma la jeta lo embalsaman como trofeo de caza mayor! No puede evadirse de los Estados Unidos y me pide auxilio para traerlo a Colombia.

      – Tú sabes, el que me pide ayuda se la doy, pese a que no sea un santo de mi devoción… Al fin y al cabo Frank era nuestro distinguido cliente y el distribuidor mayorista en Norteamérica… aunque a mí me dé por el centro de las pelotas que se haya metido con la trata de blancas y otras porquerías infames.

      – ¿En qué puedo ayudarte? Preguntó Beck, sin manifestar demasiado interés en la explosiva noticia que acababa de oír, como si le importara un comino la supervivencia de ese tal Frank.

      – Está tierra adentro y no puedo traerlo en un vuelo clandestino. Necesito que alguien lo secunde con documentación y allane los atajos de la fuga. Tú conoces los Estados Unidos y tienes agallas. Además… será un desafío personal, sobre todo si eres un espía de la DEA, posibilidad que nunca descarté. Sabes muy bien que no me importa mucho, son las reglas del juego, ¡pero es una obsesión que no se me va de la mollera!

      – Estoy en Colombia más tranquilo que en Miami. Contestó Kevin sin esclarecer los recelos de su peligroso amigo. Mi relación con el piloto de Ocampo complicó mi expediente y por un pelo no estoy en prisión. No soy persona grata en Yankilandia.

      Kevin trataba de ganar tiempo para deducir el efecto que produciría en la cúspide de la DEA la noticia explosiva que acababa de escuchar. ¿Qué diría el Comandante Parker en el momento que se enterase de que Frank escapó vivito y coleando? ¿Lo tomaría prisionero? En ese caso, él traicionaría a Pedro Bucci y su vida duraría escasas horas.

      No le seducía la idea…

      Tampoco veía la manera de rehusar la petición de ayuda del Capo de Medellín. Debía ganar tiempo para urdir alguna vía de escape.

      – Nunca saqué a nadie de un territorio tan controlado. Las fronteras están muy custodiadas y no creo que los sabuesos hayan abandonado el rastro de los muchachos de la Mafia. Puede ser un operativo muy complejo y con un final impredecible. ¿Tiene Ud. algún plan?

      – Francamente, ninguno. Contestó reclinándose cómodamente en su sofá de cuero. Me gusta que cada uno planifique los imponderables según su criterio y confío en que eres capaz de lograrlo. Tan sólo debes desenvolverte como lo hiciste cuando nos extorsionaste con el Águila. Si sacas a ese siciliano del fuego, te garantizo que estarás bajo su brazo toda la vida.

      – Buscar protección es tener miedo. Respondió secamente. Iba a decir otras palabras, pero se frenó en el acto. Como si una ráfaga pasase en su cerebro, se dio un guantazo con ambas manos en los muslos al tiempo que exclamaba: ¡Me atrae la idea! ¡Debo estar loco! Ahora que tengo tiempo libre, algo de dinero y a Rocío, lo que podría llamarse: salud, dinero y amor, ¡me llama nuevamente la aventura!

      – ¿Sabes una cosa Kevin? ¡A mí me pasó lo mismo! Estaba a los sobresaltos y desorientado como japonés con hijo rubio, y esta intervención me devolvió las ganas de vivir. Me siento más joven y vigoroso. ¡Los dos estamos chalados!

      – Tendré que ir hasta mi casa en Miami, aunque desde que Charly mató al Águila no sé ni cómo estará. Desde allí buscaré la manera de imaginar lo indispensable para traerte a Frank. Pero no me digas donde está hasta que consiga todo lo necesario. Si no estoy seguro de poder hacerlo, no quiero conocer ese dato demasiado comprometedor.

      – Don Pedro, sería bueno que Ud. tenga al menos un celular, es muy difícil de encontrar en caso de emergencias.

      – Amigo mío… esos equipos no son teléfonos. ¡Son inventos para tenernos agarrados de las bolas! Para mí, es como llevar un espía traicionero en el bolsillo. Me consideraría un idiota si decido yo mismo cargar con ese aparato chismoso para que todos mis enemigos, que no son pocos, sepan dónde estoy y lo que hago. A mí me dejas con mis viejos cacharros con cable que ellos, si están bien protegidos, no me traicionan. Yo trabajo a la antigua y es mucho más seguro.

      – Quizás tengas razón… hoy la tecnología que utilizamos sirve para muchas cosas que desconocemos…

      Kevin había encontrado la forma de no traicionar a su camarada Pedro Bucci. Si el Comandante Parker se negaba a sacar del país a Frank, él tampoco podría decirle donde se encontraba, tan sólo conocería que continuaba pataleando entre los vivientes.

      – Trataré de persuadir a Rocío que me aguarde aquí, es una misión excesivamente riesgosa para llevar una mujer.

      La cena fue servida con los manjares más exquisitos de Colombia, una mesa donde don Pedro Bucci y su esposa Lourdes se sentían como antaño, en el tiempo que Rafael y Patricia los acompañaban. Ahora lo hacían Rocío y Kevin.

      Si bien Kevin no solía tomar bebidas alcohólicas por razones obvias, aceptó un brindis final con una copa de cognac Armargnac Cles des Ducs. Era una ocasión para anunciar un par de noticias…

      – Quisiera brindar por la salud de todos, y por nuestra amistad. Es la noche más trascendental en mi vida y deseo compartir con don Pedro y doña Lourdes el anuncio de nuestro compromiso matrimonial…

      Tomó de la mano a Rocío y la besó.

      Los renegridos ojos de la morena se humedecieron, y hubiese llorado de felicidad si don Pedro Bucci no se hubiese levantado para abrazar a Kevin como un padre que sólo poseía el brazo izquierdo. Él, sí lloraba a lágrima viva sobre su hombro, recordando a su Rafael.

      Lourdes besó en ambas mejillas a Rocío, y los cuatro alzaron las copas por la felicidad y el amor.

      – ¿Puedo pedirles la concesión de un deseo? Exclamó Pedro Bucci mirando alternativamente a su mujer, a Rocío y Kevin.

      – Será un placer. Contestó Kevin.

      – Permítanme que organice la boda; es una celebración que siempre soñé para Rafael, y que nunca podré hacer para nuestra hija Patricia si persiste de novicia en la India. Ahora ustedes son nuestros hijos… Y extendiendo su brazo en señal de ruego la remató diciendo: No tendré descendientes. Por favor...

      Rocío y Kevin se miraron sin hablar, bastó una sonrisa para saber que estaban de acuerdo.

      – Su generosidad no tiene límites, don Pedro… ¡Muchas gracias!

      – Será una fiesta familiar que devolverá la vida y la alegría a esta casa, y como todo casamiento merece un regalo, nuestro obsequio de bodas será una heredad donde puedan vivir felices y criar muchos hijos saludables y fuertes. ¡Las ciudades son una apestosa mierda!

      Lourdes hizo una leve señal a su marido al tiempo que sonreía. No podía con el genio. El lenguaje del narcotraficante era la antítesis de un caballero.

      – Don Pedro, respondió Kevin abriendo sus manos estupefacto, no podemos aceptar otro regalo, con la fiesta es más que demasia...

      – ¡Ni hablar! Lo interrumpió Bucci. Tengo tierras de sobra y puedo comprar las que me dé la gana. Cuando me muera se las llevará el condenado fisco y luego se las repartirán los pícaros políticos con alguna artimaña legal. ¡Es para lo único que sirven!

      – Nuestro regalo será la mejor estancia que tenemos, la de Medellín, completamente restaurada y amueblada, ¡tal cómo era antes de la guerra que tuve con el hijo de perra de Cali! No tenía ganas de volver a Medellín, pero ahora tengo un motivo. ¡Y me da la gana hacerlo!

      – Lourdes me ayudará como lo hizo siempre; ¡ella pone el buen gusto y yo el dinero! De las dos cosas hay de sobra. Dijo como un cumplido para su esposa, que gustaba del arte y tenía una especial sensibilidad para la música.


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