Desafíos para la seguridad y la defensa en el continente americano 2020-2030. John Griffiths Spielman
la pobreza y la desigualdad, que son factores estructurales detrás de problemas como el narcotráfico, la violencia de las pandillas y las olas migratorias que cruzan todo el continente. A ello se suman enormes desafíos, como el cambio climático y la presencia de actores extrarregionales con agendas disruptivas.
¿Cuál será el rol que tendrán las fuerzas armadas de la región en este escenario? Esa es justamente la reflexión que este libro del centro de estudios AthenaLab busca oportunamente recoger, invitando a expertos de distintos países en este propósito. Mis más de tres décadas en el mundo militar me enseñaron que si las fuerzas armadas quieren ser exitosas en entornos complejos —como los actuales— deben ser flexibles, abiertas y siempre estar pensando un paso más adelante.
También mi experiencia en el Comando Sur, entre 2006-2009, me permitió conocer directamente a los Ejércitos, Armadas y Fuerzas Aéreas de muchos de sus países, ya que juntos realizamos entrenamientos y ejercicios, operaciones antinarcóticos, respondimos a crisis humanitarias y llevamos adelante misiones médicas. Es evidente que las capacidades, tamaños, equipos y tradiciones no son las mismas.
Sin embargo, tenemos amenazas comunes que nos están impidiendo desarrollar todo el potencial de nuestras sociedades. Vivimos en una era peligrosa, guiada por un avance tecnológico sin precedentes, donde la globalización permite potenciar a actores radicales que intentan presionar a las democracias a través de tácticas criminales y terroristas. En este sentido, cada nación se vuelve más importante para enfrentar los desafíos que depara la nueva década.
Por eso, considero muy importante que se conozca cómo los distintos países avizoran el rol de sus fuerzas armadas en los próximos años. Cómo resolverán tareas que incluyen, en algunos casos, cooperar con aliados ante amenazas transnacionales; proteger recursos naturales en mares y selvas; ayudar a los ciudadanos en caso de catástrofes naturales o provocadas por el ser humano, y colaborar con las policías en el marco de procesos interagenciales.
Espero que estos artículos que se han escrito sobre Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Centroamérica, Estados Unidos, México, Perú y Venezuela sirvan para entendernos mejor y tender puentes entre nuestras Fuerzas Armadas, que son vitales para cuidar esta casa común de las Américas, donde compartimos intereses, valores y metas. Si las amenazas a nuestra seguridad, prosperidad y estabilidad evolucionan, también tenemos que hacerlo nosotros, como una familia unida por un destino compartido.
Y por sobre todo, debemos navegar juntos, en una sociedad, en América.
Introducción: Desafíos para la seguridad y defensa en la década 2020-2030
John Griffiths
Juan Pablo Toro
El inicio de la década 2020-2030 quedará marcado de forma indeleble por los efectos de la pandemia de covid-19, que ha causado cientos de miles de muertos y ha generado una severa crisis económica en el mundo. La crisis sanitaria incluso tiene hoy al continente americano convertido en su epicentro. Para enfrentar la emergencia, muchos países han tenido que desplegar sus fuerzas armadas en distintas tareas, que incluyen ayudar a controlar cuarentenas, proteger fronteras, distribuir insumos médicos, trasladar pacientes críticos y prestar sus capacidades hospitalarias a los servicios nacionales de salud.
Si bien las pandemias no son un fenómeno nuevo, y varios ejércitos de la región se han movilizado en el pasado reciente para ayudar a frenar la propagación del cólera o del virus del Zika —como ha ocurrido también con los desastres naturales—, la necesidad de hacer frente a este nuevo coronavirus ha puesto en evidencia que hoy se impone un espectro amplio del uso de las fuerzas militares en ámbitos que no tienen que ver con lo bélico.
En particular en América Latina, donde la consolidación estatal es muy dispar, las poblaciones se dan cuentan de que no tienen otras instituciones mejor organizadas y preparadas para desplegarse rápidamente por el territorio y por eso recurren a ellas. Así es como los militares van sumando y sumando misiones de naturaleza social, que las alejan progresivamente de su propósito original de ganar la guerra y garantizar la paz. Ya en varios países están cumpliendo un rol policial sostenido frente a complejas realidades de tipo criminal. ¿Pero si hoy hacen de todo, podrán cumplir bien con sus numerosas misiones? ¿Qué nuevos escenarios demandarán la participación de los militares en esta década que comienza? ¿Con qué equipos o entrenamiento deberán contar?
Estimamos en AthenaLab que para reflexionar sobre estas interrogantes era propicia la Cumbre de Ministros de Defensa de las Américas que se celebró en Chile este 2020. El propósito original de este libro es justamente aportar con miradas y experiencias de destacados expertos de Argentina, Brasil, Canadá, Centroamérica, Chile, Colombia, Estados Unidos, México, Perú y Venezuela para ir generando respuestas. Evidentemente, no todos estarán de acuerdo con lo que acá se plantea, y algunos se preguntarán por qué faltan algunos países en el listado. Solo vamos a precisar que apostamos por los argumentos en el marco de un debate libre e incluimos a países que tienen fuerzas armadas considerables y con tradiciones propias.
Al revisar los artículos en su conjunto, notamos que sí existen problemáticas compartidas y recurrentes, como la necesidad de vigilar mejor enormes espacios y fronteras; la realidad de que los recursos económicos para las fuerzas armadas se volverán más escasos, pese a su utilidad social manifiesta, y que a los militares se les exigirá cumplir con una vasta lista de tareas y en los campos más variados.
Por otra parte, extraña que no se mencione con más énfasis la dificultad que enfrentarán las fuerzas militares para reclutar y retener talento, así como el rol que jugarán frente a los efectos del cambio climático y el impacto de la rivalidad Estados Unidos-China.
En un plano particular, resulta interesante revisar el dilema de Canadá ante la acelerada competencia estratégica en el Ártico; cómo Estados Unidos busca mantener capacidades de combate para ganar guerras del siglo XXI en el mundo y alentar los procesos de cooperación interagencial de sus fuerzas en América Latina, o la necesidad de que las Fuerzas Armadas mexicanas vuelvan a enfocarse en tareas de seguridad nacional y no de seguridad pública.
La crisis venezolana aparece con notoriedad en Sudamérica, inquietando a los vecinos que ya sufren directamente los efectos del deterioro del entorno de seguridad. Es lógico que de Brasil surjan reflexiones respecto del rol que jugarán las fuerzas armadas en asuntos regionales y sobre las tareas que impone la vigilancia de los inmensos espacios terrestres y marítimos de ese país. Para Colombia es clara la realidad de que hay que seguir haciendo frente a actores armados criminales, algunos ligados o subordinados al régimen chavista, mientras que las fuerzas militares buscan potenciar su inserción internacional.
En el caso de Venezuela, la politización y criminalización de vastos sectores de las fuerzas armadas permiten inferir que cuando se produzca algún día una transición a la democracia, una tarea de las autoridades será reconstituirlas en su totalidad.
Tanto Argentina como Chile transparentan sus prioridades australes. Pero mientras se intuye que el primer país orientaría sus fuerzas armadas hacia esa zona, el segundo también tiene que hacerse cargo de sus compromisos de seguridad en el Pacífico, que son cada vez más profundos, y llevar a cabo procesos de integración militar e interagenciales. En cuanto a Perú, se nota el marcado énfasis que se le otorga al sector castrense como factor de desarrollo y estabilidad institucional.
A pesar de la variada realidad hemisférica expuesta, fruto de las diversas asimetrías estatales en los procesos de institucionalidad, más las realidades geopolíticas y geoestratégicas particulares, sí es posible identificar áreas donde puede implementarse la cooperación en el ámbito de la defensa. Entre otros, sobresalen el empleo de las fuerzas armadas ante catástrofes o desastres naturales; emergencias sanitarias; defensa de recursos naturales comunes; mejor control de los espacios terrestres, marítimos y aéreos a través de una soberanía más efectiva, y despliegues en operaciones de paz para generar mayor estabilidad internacional y regional.
Volviendo a la pandemia, que marca el inicio de la década,