Risa adentro. Rafael Gumucio
es difícil saberlo, yo tengo la tendencia a creer que muchas cosas son heredadas, por ejemplo yo heredé la burricia general de la familia para las matemáticas, somos burros todos, eso es una cosa muy linda. A mi papá no necesitaron hacerle el ADN, me pusieron a mí dos más dos, dije cinco y dijeron “es hijo de Andrés”. Al mismo tiempo hay unos talentos que se heredan, no sé cómo, por el ADN y todas esas cuestiones, por ejemplo el talento para escribir. Yo creo que el talento para reír o para hacer reír, que es distinto, se hereda también un poco. En mi familia eran chistosísimos todos.
—¿Incluido el Presidente?
Es muy gracioso, si vieran al Presidente uno se podría morir de la risa. Pero mis hermanos han sido todos de verdad muy graciosos y en mi casa la hemos pasado siempre muy bien, y los pesares los diluimos con un poco de humor. Y es un humor además en que nos criticamos mucho, por molestar. Creo que es un poco herencia de mi mamá, pero sobre todo porque mi papá era un tipo con mucha chispa, era muy bogotano.
—¿Te han echado de muchas partes por hacer chistes?
No, no me han echado; no me han recibido, que es distinto. Una vez me desafiaron a duelo. Yo había contado que tal tipo no pagaba las cuentas, y tal había sido embajador en algún sitio. Él me dijo “esto solo se puede lavar en el campo del honor”, una cosa ridícula, entonces yo le dije “bueno, yo acepto cualquier arma menos culebra”. Culebra en Colombia son los acreedores… No, no, no, yo dije “escojo arma, escojo culebra”. Yo no tenía acreedores y él sí, entonces desistió. Uno en el humor se puede echar muchos enemigos, a veces injustamente, quiero decir, gente que uno critica injustamente o hace un chiste a costa de alguien...
—¿Lo has hecho? ¿Te acuerdas de alguien?
No, porque me da tristeza. No, uno lo hace, mi hijo lo hace, por ejemplo, que es terrible eso. Sí, a veces por hacer un chiste uno puede llegar incluso a ofender al poderoso y eso está muy bien, y el humor es para eso, pero al débil…, no es buena fórmula pelear con el débil con humor, es un poquito cobarde, ¿no?
—Y no es divertido.
Es menos divertido, sí. Es barato, es un poquito cobarde. Ahora, hay veces en que hay que defenderse como se pueda, ¿no? Uno siempre tiene que tener presente que el humor es un arma muy poderosa y no todo el mundo la tiene, ¿no? Entonces, yo eso lo tengo presente, en polémicas así. Una vez tuve una polémica con un tipo que en ese momento era archiconservador y era un tipo muy desagradable, y luego se volvió un tipo razonable, qué curioso, a raíz de la muerte de Allende y de las cosas que pasaron. Este archiconservador se volvió de izquierda y fue candidato de la izquierda colombiana y yo voté por él. Se llama Alfredo Vázquez Carrizosa. Una vez tuve una pequeña polémica con él, digo pequeña porque yo escribí algo sobre los límites de Colombia y el tratado con Venezuela y él que era canciller dijo que ese tema era “para espíritus maduros”, y citaba por ahí una cantidad de tratadistas. Y yo me acordé de que Mafalda tiene una historietica en que está hablando un político por televisión, entonces dice “puedo asegurar que el país está, políticamente hablando, completamente maduro”, y Mafalda le pregunta a la mamá: “¿Maduro para que se lo coma quién, políticamente hablando?”. Entonces yo cité a Mafalda y fue demoledor.
—¿Y qué te contestó él?
Se quedó calladísimo porque era muy serio. Él consideraba que era ridículo que un canciller estuviera en peleas con un columnista.
—¿Pero cuál es el límite, si es que tienes algún límite a la hora de hacer humor?
Yo creo que es la audiencia la que te da la medida del límite y la pertinencia del humor. Hay humor que puede ser impertinente y hay humor que es pertinente, entonces eso te lo da la audiencia. Los judíos, por ejemplo; no hay un grupo étnico más autocrítico con el humor que los judíos, es extraordinario; además, es un humor muy gracioso, muy gracioso, pero contado por judíos. Yo no puedo, porque mis papás son judíos, mi papá es como rabino. Me han pasado cosas horribles porque, por ejemplo, yo cuando iba a fiestas de disfraces, o no fiestas de disfraces sino que decían “ponte alguna cosa divertida para ir esta noche a la casa”, yo me ponía un sombrero que era de mi abuelo y un vestido negro sin corbata, entonces parecía un rabino, y dejé de hacerlo porque ya a cierta hora empezaban a pedir circuncisiones.
Pero es eso, digo, los judíos tienen muy claro que ellos son de una crueldad pavorosa, es una marca de identidad de ellos, el humor, pero hecho por judíos, es decir, los chistes que se echan sobre las madres judías son muy graciosos si los cuenta un judío, si los cuenta un cristiano son menos graciosos. Lo mismo pasa con las nacionalidades, en todo país hay una región o una ciudad o un pueblo que lo toman como estereotipo de los tontos y se hacen chistes, no sé si en Chile.
—Nosotros hacemos chistes de gallegos.
Ah, sí, y en Argentina también de gallegos.
—Lo hacemos por imitación, porque no hay una fuerte población gallega en Chile. Y hacemos esos chistes del tipo “había un chileno, un peruano, un argentino”…
Y gana el chileno. Eso lo hemos inventado los colombianos, pero lo han probado los chilenos. Nosotros nos reímos de la población del sur del país, los pastusos, que son una gente adorable y además tienen mucho sentido del humor, pero siempre en los chistes aparece el pastuso. Yo he estado y tengo muchos amigos pastusos, y con quien era mi abogado —porque me defendía cuando me demandaban y cosas y siempre ganaba, aunque nunca teníamos la razón— hacíamos esos chistes, que son chistosísimos cuando estás entre pastusos o amigos de pastusos, pero cuando alguien que no procede de allí cuenta un chiste de pastusos es terrible. Me acuerdo de que una vez en El Espectador que María Teresa Herrán, una columnista de espectáculos, contó un chiste de pastusos y se pusieron bravísimos y fueron y quemaron las oficinas de El Tiempo, porque la otra estaba muy lejos (risas).
Los mejores chistes eran de los pastusos pero contados por pastusos. Todo depende de la audiencia.
—Estamos en momentos de creciente sensibilidad ante los chistes. ¿Cómo lidias con la corrección política?
La corrección política es una enfermedad atroz y mortal, que consiste en nunca faltarle el respeto a nadie, y es atroz y mortal pues acabaríamos con el humor tranquilamente. Pero yo sí creo que en algunos momentos es impertinente un chiste. Los negros tienen todo el derecho a llamarse negros entre ellos, yo veo las series norteamericanas y siempre dicen “había un nigga y no sé qué”, pero un blanco no le puede decir a un negro nigga. En una serie ni siquiera, tampoco en la realidad; hay limitaciones. Yo creo que es válido el humor en todas las circunstancias, quiero decir, en cualquier tema, no en todas las circunstancias, en cualquier tema, pero su ejercicio depende un poco de la audiencia a la que vayas.
Alberto Montt
Dibujar el chiste
Abril de 2011
Alberto Montt (Quito, 1972) es dibujante, ilustrador y comediante. Ha ilustrado libros infantiles, libros de recetas de cocina, manuales de sexología. Ha trabajado en diarios y revistas dentro y fuera de Chile. En 2011, el servicio de radiodifusión alemán Deutsche Welle le otorgó el galardón The BOBs al Mejor Weblog en Español por Dosis diarias, un sitio en que comparte semanalmente sus dibujos cáusticos, de apariencia inocente, pero llenos de veneno. Se especializa en burlarse de Dios, Batman y Robin, la tecnología y cualquier mito o leyenda que se le cruza. Junto con el dibujante argentino Liniers inauguró un nuevo género de comedia, la stand up comedy Los Ilustrados, mezcla de dibujos y comedia en vivo de gran éxito.
Montt, moreno, barbado y bien parecido, llegó a la Clínica de Humor singularmente preparado. Su presentación venía respaldada con un powerpoint muy ilustrado e ilustrativo sobre las distintas escuelas de humor gráfico de entonces. No era aún la estrella internacional en la que se convertiría al aliar