Criterios del pensamiento social de José Kentenich. Más allá del capitalismo-socialismo. P. Hernán Alessandri M.

Criterios del pensamiento social de José Kentenich. Más allá del capitalismo-socialismo - P. Hernán Alessandri M.


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social, político y empresarial, son ocasiones providenciales para hacer la diferencia. Debemos desarrollar una espiritualidad orgánica en el seno de la familia, de la profesión, de la ciudad, en el mundo acelerado en el que vivimos y en sus espacios masificados. La voluntad de construir puentes y de edificar ámbitos de intersección es básica e ineludible.

      ¿Cuál es el fin último del libro? El Padre Fundador nos llama a regalar nuevamente un hogar, un intenso hogar, al hombre moderno carente de hogar, que lo necesita y que no es otra cosa que un país donde todos puedan caber, donde todos tengan algo que decir.

       Nicolás Kipreos Allmallotis

      Nota de la Redacción

      Las charlas que publicamos a continuación fueron dadas a conocer en la “Jornada de mayo” del año 1971 en Concepción, VIII Región de Chile. Su divulgación obedece al interés que el tema despierta en nosotros y que por su actualidad merece una reflexión personal más acabada, ya que trata sobre la gran tarea que el P. Kentenich nos confió: la de vencer el mal del colectivismo a fin de llevar a la Iglesia hacia los nuevos tiempos.

      Como Redacción hemos optado por hacer algunas modificaciones a la transcripción original de las charlas realizada por el Instituto de las Hermanas de María en 1974 y posteriormente en 1983. Con el fin de facilitar la comprensión de las ideas expuestas, hay algunos párrafos de especificidad histórica o contextual que fueron omitidos o actualizados a la realidad imperante casi medio siglo después del momento de las ponencias.

      Lo que estas charlas exponen se refiere a la misión que el P. Kentenich proclamara desde Bellavista para toda la Familia: la Misión del 31 de mayo. Indudablemente tienen un carácter eminentemente esquemático y simplificado, ya que es imposible verter en pocas pláticas todo el pensamiento del Padre Fundador al respecto, que por su amplitud, riqueza y complejidad necesitaría de muchísimo más tiempo y espacio. Sin embargo, nos parece que lo aquí expuesto será de gran ayuda para una mejor clarificación del tema, constituirá una buena pauta para un estudio personal y comunitario, nos llevará a tomar mayor consciencia de nuestra misión y a esforzarnos más eficazmente en la encarnación de la tarea del P. Kentenich.

      Editorial Nueva Patris

      I.

      Planteamiento schoenstattiano del problema

      El Padre Fundador cree que estamos viviendo tiempos de gracias. Siempre ha sostenido que tiempos agitados, política o socialmente, son tiempos de gracias y, de hecho, los dos momentos cumbre que la Familia de Schoenstatt ha vivido en Alemania, han sido los dos tiempos de guerra: la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Ahí alcanzó su cumbre en heroísmo y entrega. Repetidas veces el P. Kentenich dijo que Schoenstatt es un “hijo de la guerra”, así como afirmó que Schoenstatt nació y creció en medio de revoluciones.

      Lo que en el fondo el Padre Fundador ve como saludable, es la inseguridad que traen tanto la guerra como las revoluciones. En esta situación de inseguridad él siente que la gente está más abierta a Dios, porque percibe que le están socavando la base que creían firme y ve que necesita algo más sólido. En las dos guerras mundiales, la Familia de Schoenstatt experimentó esto en forma muy fuerte y ello le significó un mayor impulso para anclarse en Dios y buscar lo que Él quería. Pero tiempos de guerra y de revolución son tiempos que traen no solo una saludable inseguridad sino, también, un saludable deseo de entrega generosa y anhelo de heroísmo.

      Creemos que Chile está pasando por una época así. La inseguridad la sienten todos. Hay clases sociales en Chile que han vivido siempre en la inseguridad; hay otros grupos que estaban más seguros y que ahora por primera vez, están sintiendo lo que significaba la inseguridad, el no saber si mañana van a tener trabajo o qué va a pasar en el futuro. Todos estamos en la misma situación. El sistema social, económico y político parecía sólido, inquebrantable, pero la crisis ha puesto de manifiesto que es frágil y vulnerable. Estamos viviendo una época caracterizada por la incertidumbre, por el miedo y por la inseguridad como destino colectivo. Hoy todo cruje.

      Junto con sentir la necesidad de una base sólida, nos golpea el desafío al heroísmo. En muchas murallas aparecía escrito el nombre del Che Guevara, de Ramona Parra y de otros “héroes del pueblo”; están las iniciales del MIR. Sabemos que los miembros del MIR fueron capaces de vivir como prófugos por mucho tiempo; sabemos también que a la juventud le entusiasma ese deseo de comprometerse con una causa, de comprometerse con la historia dejándolo todo; dejando las seguridades de una vida burguesa cómoda, de la vida familiar, arriesgando incluso la propia vida. Esta inseguridad, este desafío al heroísmo, a la entrega total a una misión, es el marco en que deben inscribirse estas conferencias porque no podemos ser indiferentes a la crisis de sentido que ha activado esta situación que vivimos. No puede sernos ajeno el sufrimiento del otro. En ello nos jugamos la humanidad, nuestra condición de seres humanos. Si un ciudadano tira la toalla porque cree que no hay nada más que hacer, no solo ha fracasado él; hemos fracasado todos.

      Queremos hacer un estudio sobre el capitalismo y el marxismo. Nos interesa ver hasta qué punto el pensamiento del Padre Fundador ilumina la problemática tan discutida en torno a estos temas. Para poder valorizar este aporte, se supone la fe en el carisma del P. Kentenich. Por eso nos reunimos solo schoenstattianos: pues partimos de la base de nuestra fe en que el Padre Fundador es un profeta para la Iglesia de hoy, que Dios le ha dado una tarea en este sentido. Creemos en su pensamiento porque ya hemos experimentado su validez en nosotros mismos; creemos en sus principios, en sus criterios pedagógicos, porque nos han ayudado a nosotros mismos, a nuestros grupos. Creemos que él tiene un aporte que dar, porque este aporte ya lo hemos sentido como beneficioso en nosotros. Creemos que el P. Kentenich tiene algo que decir frente al problema social, frente a este debate entre capitalismo y marxismo. Partimos de esta fe que no es una fe ciega, sino una fe experimentada. Nosotros creemos que Schoenstatt tiene una gran misión. Pero hoy día es imposible creer en un movimiento católico que posea una gran misión para la Iglesia actual y la sociedad, sin pensar que de alguna manera esa misión repercuta en el problema social.

      En el Concilio Vaticano II, la Iglesia se definió a sí misma como una Iglesia servidora del mundo. Schoenstatt quiere ser alma de esa Iglesia. El Padre Fundador estaba convencido, desde un comienzo y especialmente después del Concilio, que Schoenstatt tenía un papel fundamental que desempeñar en la realización del Concilio Vaticano II; que la Familia de Schoenstatt había sido suscitada especialmente por Dios en el seno de la Iglesia, para ayudarla a hacer verdad el Concilio Vaticano II. No recuerdo si lo dijo textualmente así, pero así lo sintió, como también lo sentimos muchos de nosotros. Siempre en la historia de la Iglesia ha habido momentos de grandes reformas y renovación que se han identificado hasta cierto punto (no en forma exclusiva) con comunidades y corrientes determinadas de espiritualidad. Por ejemplo, para mencionar un caso, pensemos en el Concilio que presenta mayor paralelismo con el Vaticano II: es el Concilio de Trento. Sin lugar a duda, hubo en la Iglesia de esa época muchas comunidades y grupos que la ayudaron a hacer vida ese Concilio tan importante para su tiempo. No obstante, fueron los jesuitas quienes, de una manera especial, se hicieron como abanderados de la gran renovación de Trento. Así creemos que a Schoenstatt le cabe hoy un papel especial en la realización del Vaticano II.

      La frase que el P. Kentenich pronunció por primera vez en el año 1929, la repitió innumerables veces, sobre todo después del Concilio Vaticano II: “A la sombra del Santuario se codecidirán de manera esencial los destinos de la Iglesia por siglos”. ¿De qué Iglesia se trata? De una Iglesia que se ha proclamado servidora del mundo. ¿Y de qué mundo? De un mundo convulsionado por problemas sociales, económicos y políticos muy graves. Si un movimiento que va a jugar un papel esencial en una Iglesia que es servidora del mundo no tiene un mensaje que ayude a esa Iglesia, a ese mundo, a resolver esos problemas concretos, entonces es absurdo pensar que ese movimiento pueda tener una gran misión o un gran mensaje para nuestro tiempo.


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