V Congreso iberoamericano de personalismo. Группа авторов
(Enkeltheden).” (García Martín, p. 72).
¿En qué radica la ejemplaridad del individuo? En los Diarios, Kierkegaard afirma: “Un ejemplar es una copia o un espécimen. Es decir, un individuo que es un uno, un número, que no tiene entidad propia, sino en cuanto que pertenece a una especie, género o multitud. Es individuo en tanto que unidad, pero intercambiable con cualquier otro” (Ballabeni, María Laura, 2015). Lo enunciado, se justifica para las simples cosas, que por sí mismas no poseen ninguna particularidad, sino que la adquieren o se las damos, conforme sea nuestra relación con ellas. La verdadera dificultad, denuncia Kierkegaard, aparece cuando esta ejemplaridad es aplicada al hombre individual, al individuo singular, al existente. Y tal es el caso de Hegel quien “sólo concebía el concepto del ser, pero no su realidad, que siempre es individual.” (Löwith, 1968, p. 212) En este sentido, los seres naturales son sólo determinaciones contingentes, limitadas, que adquieren su realidad y su verdad en virtud de la Idea de la que son determinaciones. Por eso dirá Hegel que “lo finito y lo infinito sólo hacen uno; lo verdadero, la infinidad verdadera es la unidad de lo finito y lo infinito”. (Hegel G. W., 1971, p. 154). Y reitera: “todo lo que no es la idea absoluta, es error, turbiedad, opinión, esfuerzo, albedrío y caducidad”. (Hegel G. W., 1968, p. 725) De lo expuesto, Kierkegaard deduce que Hegel no llegó jamás a presentar una existencia “real”, sino meramente “conceptual”, ya que según su parecer este pretendió identificar la esencia con la existencia y la esencia, sostiene Kierkegaard, concierne a lo universal, mientras que la existencia a lo singular “en cada caso mi propia y tu propia existencia, para lo cual es decisivo ser o no ser.” (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 211)
Por eso la necesidad de actuar como correctivo de su época y trabajar a contracorriente de esa “deshonesta confusión que… pretende enseñar un impiadoso desprecio por aquello que es la primera presuposición de toda religiosidad, ser un hombre individual”.
En este sentido, en 1848 elabora una crítica a la identificación moderna entre pensamiento y ser. Esta vez se detendrá no sólo en Hegel, sino también en otros filósofos modernos importantes: “lo que confunde toda la doctrina de la “esencia” en la lógica, está en darse cuenta de que se trabaja siempre con el “concepto” de existencia. Pero el concepto de existencia es algo ideal, y la dificultad está precisamente en ver si la existencia se resuelve a base de conceptos.
“Para un solo animal, una única planta, un hombre individual, la existencia (ser-o no ser) es algo decisivo; un hombre individual no tiene una existencia conceptual. El modo en que la filosofía moderna habla de la existencia demuestra que no cree en la inmortalidad personal; la filosofía en general no cree, sólo entiende la eternidad en los “conceptos”. (Kierkegaard S., Papirer)
La eternidad personal: he aquí el problema con el que tiene que hacer frente cada individuo como existente. Volvemos a afirmar: el individuo es algo más que su concepto. En fuerte polémica con Hegel, Kierkegaard afrontará la categoría desde un punto de vista metafísico-religioso: el individuo es imagen de Dios. Leamos este texto de 1850:
“Cuántas veces he escrito que Hegel hace de los hombres, en el fondo, como los paganos, un género animal dotado de razón. Porque en una especie animal vale siempre el principio: el individuo es inferior a la especie. El género humano tiene la característica, precisamente porque cada Individuo ha sido creado a imagen de Dios, de que el Individuo es superior a la especie.
Que todo esto se pueda tomar en vano es horrible: lo concedo. Pero el cristianismo consiste en esto, y en el fondo la batalla se debe dar aquí”. (Kierkegaard S. , Papirer)
Conclusión
Polémica, batalla, lucha, guerra, disputa, respuesta, reacción. Permanentemente tales términos aparecen en este trabajo, como también han aparecido en el transcurso de la mediana vida de Kierkegaard, no ya como meros términos sino como realidades descarnadas. Es que no hay otra cosa que le importe al danés, aparte de Dios, que el rescate del individuo. Enorme cantidad de textos lo demuestran como también es enorme la tarea por delante. Habiendo descubierto que la clave está allí, en el individuo, el paso siguiente será ver de qué manera se llega a serlo. Porque para el danés, no nacemos individuos, sino que éste es el resultado de una tarea. Una tarea que requerirá de compromiso, de ejercicio de la libertad, de angustia y desesperación, pero todo atravesado por la fe. Esta será la posibilidad que hará cambiar una existencia inauténtica en una auténtica. Ésta será la que nos permita aceptar lo inimaginable, la que nos permita dar el salto.
Lo expuesto ha generado espacios para que otras corrientes, otros pensamientos tomaran la posta. Y el personalismo ha sido uno de ellos. Este también fue no sólo un lector de su época sino también un “rescatista”. En el caso del personalismo, es improbable que coincida con Kierkegaard en concebir al hombre como una tarea ya que para este, se es hombre desde el inicio, teniendo en cuenta que su ser único e irrepetible le confiere la dignidad que sólo en el hombre podemos hallar.
Sin embargo, ambos vieron y vivieron el peligro que los cernía e intentaron dar sendas respuestas. Y en ambas respuestas, el individuo para uno, la persona, para el otro, será la clave.
Bibliografía
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31 En los últimos tiempos de su vida, Kierkegaard sostuvo discusiones y enfrentamientos con el obispo Mynster, quien en los inicios había sido su amigo.
32 Cfr. Binetti, María José: La influencia de Kierkegaard en la filosofía contemporánea (siglos XX y XXI), en Soren Kierkegaard. Una reflexión sobre la existencia humana. “La teología dialéctica asume la dimensión antropológica y epistemológica del pensamiento kierkegaardiano, el llamado a la decisión y el coraje de un salto que supera toda categoría racional. Ella asume así mismo la idea de contemporaneidad con Cristo, a fin de acentuar la fe por encima de la certeza histórica, enfatizando de este modo la dimensión subjetiva de la presencia de Dios y la función arquetípica de Cristo.”