La galvanoplastia espiritual y el futuro de la humanidad. Omraam Mikhaël Aïvanhov
del espíritu, del alma, del intelecto y del corazón. Y en estas cuatro funciones se pueden encontrar las cuatro operaciones matemáticas. Sí, pues el corazón suma, el intelecto resta, el alma multiplica y el espíritu divide.1
De la misma forma, el cátodo suma: capta los elementos disueltos en la solución y se recubre. El ánodo representa la resta, pues su lámina de metal disminuye poco a poco. En la solución se produce la multiplicación: los iones se transforman en átomos, moléculas y electrones. En cuanto a la pila, divide, puesto que reparte las fuerzas que permiten a los demás funcionar.
El fenómeno de la galvanoplastia interpretado por la Ciencia iniciática nos enseña cómo debemos trabajar con las fuerzas de la vida. Primeramente poniendo en nuestra cabeza (ánodo), pensamientos que sean materiales resistentes, incorruptibles, oro precioso. En segundo lugar, situando en nuestro corazón (cátodo), la imagen de un ser excepcional o de un alto ideal a alcanzar. En tercer lugar, uniéndonos a nuestro espíritu (la pila), que representa a Dios en nosotros y de donde vienen todas las fuerzas vivificantes. Cada día se desprenderán de nuestro espíritu materiales sutiles que la corriente transportará por todo nuestro ser, y así desarrollaremos todas las cualidades que el Creador ha puesto en nosotros desde la creación del mundo. Bajo su influencia, los rasgos de nuestro rostro e incluso la forma de nuestro cuerpo se modificarán, y un día tendremos el rostro de nuestro Padre Celestial. A esto yo le llamo la galvanoplastia espiritual.
Este fenómeno de la galvanoplastia se da también en la mujer encinta. Pero volveremos más tarde sobre esta cuestión.2
Cada día debemos unirnos al Cielo para restablecer esta circulación de energías entre él y nosotros. ¿Cómo?... Es muy simple: con nuestro pensamiento y nuestro amor. Al principio mencioné el pasaje del Evangelio en el que Jesús dice: “Si sobre la tierra dos de entre vosotros se ponen de acuerdo para pedir cualquier cosa, lo obtendrán de mi Padre que está en los cielos. Pues allí donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos...” Dicho de otra manera, allí donde está la luz del intelecto, la bondad del corazón y la actividad de la voluntad, yo también estoy. Es necesario, pues, unir a dos o tres. Pero es suficiente que dos estén unidos para que aparezca el tercero. Jesús dijo “dos o tres”, y no “cuatro o cinco”. Dos, es decir, el que piensa y el que desea; tres es la acción, el resultado de los otros dos. Para obtener un resultado es suficiente con pensar y con sentir porque la acción, fruto de los pensamientos y de los sentimientos, seguirá a continuación.
Este pasaje de los Evangelios no debe ser comprendido literalmente. Diciendo: “Si dos o tres están reunidos en mi nombre”, Jesús no quería decir dos o tres personas. Si os encontráis solo en un desierto y oráis ardientemente al Cristo, ¿cómo no podría estar con vosotros? Veis que no es necesario tomar siempre los textos bíblicos literalmente. Dos o tres son el intelecto, el corazón y la voluntad.
Si lo comprendéis así, tanto si estáis solos como con un centenar de personas, el Cristo estará con vosotros desde el momento en que vuestros pensamientos y vuestros sentimientos se unan para realizar algo en su nombre.
La galvanoplastia nos enseña que existen leyes que podemos utilizar para nuestra evolución. Así pues, si me habéis comprendido bien, elegiréis la imagen de un ser perfecto o un alto ideal que lo situaréis en vuestro corazón, meditaréis sobre él, y lo contemplaréis con adoración. Estableceréis así la corriente espiritual que alimentará esta imagen con las materias más nobles disueltas en vuestra alma. Y así, utilizando interiormente esta imagen o este alto ideal que habéis contemplado, lo concretizaréis cada vez más en vosotros mismos.
1 Ver la conferencia: “Dulzura y humildad” (La alquimia espiritual, tomo 2 de las Obras completas).
2 Ver capítulo X.
II
EL HOMBRE Y LA MUJER, REFLEJOS DE LOS DOS PRINCIPIOS MASCULINO Y FEMENINO
En el universo existen dos principios fundamentales que se reflejan en todas las manifestaciones de la naturaleza y de la vida. Toda la creación es obra de estos dos principios masculino y femenino. Para ser fecundos, estos dos principios deben trabajar necesariamente juntos; separados son improductivos. Por ello están siempre buscándose el uno al otro. Nada es más esencial para un ser que el encuentro con su principio complementario, y se puede decir que los más grandes problemas de los hombres y de las mujeres, los cuales son en sí mismos manifestaciones de los dos principios masculino y femenino en el mundo, tienen por origen una mala comprensión sobre esta cuestión.
Consciente o inconscientemente, todas las criaturas tienen las mismas reacciones ante esta cuestión de los dos principios: todos le dan una importancia absoluta. Cuando el hombre cree haber encontrado en una mujer este principio complementario que necesita, está dispuesto a dejarlo todo. Y si es un rey, es capaz de abandonar su reino con sus súbditos, su ejército y sus tesoros, simplemente por una mujer. Y ¿qué posee esta mujer para hacer palidecer ante sus ojos a una nación de millones de personas?... En realidad, no busca a la mujer sino al principio complementario, porque no hay nada más importante. Y una mujer hace lo mismo: se opondrá a toda su familia, y al mundo entero si es necesario, para seguir al hombre que ama. ¿Está equivocada? De ningún modo. Es el Padre Celestial y la Madre Naturaleza, su esposa, los que han inscrito esta ley en el corazón de los seres humanos: “Abandonarás a tu padre y a tu madre y seguirás a tu mujer o a tu marido...” En lo más profundo de cada ser está inscrito que debe buscar su principio complementario. Pero no todos son siempre conscientes de ello, porque esta búsqueda toma las formas más variadas según los campos en los que se lleva a cabo: ya sea en el de la ciencia, la filosofía, el arte, la religión...
¿Por qué un hombre se enamora de una mujer excluyendo a todas las demás? Porque esta mujer corresponde a algo en él mismo, y este algo, es justamente la otra parte de su ser. El ser humano está polarizado, y es esta polarización la que le lleva a buscar la otra parte de sí mismo a través de las mujeres o de los hombres, e incluso a través del Señor. A pesar de las apariencias, lo que busca realmente es la otra parte de sí mismo.
Un místico dice que busca a Dios. En realidad, a lo que llama Dios no es más que su parte complementaria con la que busca unirse, fusionarse, para llegar a ser una entidad acabada, perfecta. Hasta ese momento, se siente como un ser incompleto, mutilado. Los seres no buscan otra cosa que su principio complementario, que en la Ciencia iniciática se llama “el alma gemela”, para poder encontrar la plenitud. Sin embargo, la forma en que la buscan varía en cada caso.
Cada ser humano posee su alma gemela. En el momento en que el hombre salió como una llama, como una chispa del seno del Creador, eran dos en uno, y estas dos parte se completaban perfectamente; cada uno era la perfecta mitad del otro. Sí, en el origen, el ser humano era a la vez hombre y mujer, y se llama “andrógino” a este ser completo. Después, a lo largo de la evolución, los dos polos positivo y negativo de esta unidad se dividieron; fue entonces cuando se produjo la separación de sexos, yéndose cada mitad por su lado para evolucionar separadamente. Si estas dos mitades pueden reconocerse a lo largo de su evolución, es porque cada una lleva la imagen de la otra en lo más profundo de su ser; cada una ha marcado a la otra con su sello. Todo ser humano posee la imagen de su alma gemela dentro de sí. Esta imagen es muy borrosa, pero existe. Por ello cada uno viene a la tierra con la esperanza de que encontrará en alguna parte un alma que le dará todo lo que necesita y que habrá entre él y esta alma una armonía, una fusión indescriptibles.
Vosotros esto lo sabéis, pues no habéis dejado de creer que encontraréis esta alma deseada de la que conocéis su faz. Lleváis esta imagen en vosotros, pero tan profundamente oculta que no llegáis a distinguirla con claridad. Al encontrar a un hombre o a una mujer que os atraían, habéis dicho “encontré lo que tanto anhelaba”, como si se hubiera producido de repente una fusión entre este ser y la imagen que lleváis en vosotros mismos; vuestra vida se transforma y hacéis todo por encontrarla. Cada vez que la encontráis, que le habláis, todo resulta maravilloso; entonces la vida circula en vosotros, y progresáis en todos los terrenos. Pero después de un período de intimidad,