La galvanoplastia espiritual y el futuro de la humanidad. Omraam Mikhaël Aïvanhov
Pero un día este reencuentro de los dos principios debe producirse verdaderamente, porque el amor entre los dos principios es más poderoso que cualquier otra cosa.
Dos almas gemelas son todo la una para la otra y ningún otro ser del mundo puede aportarles la misma plenitud. Así pues, todos los seres que habéis encontrado desde el comienzo de vuestras múltiples encarnaciones, los maridos y las mujeres que habéis tenido, los amantes o queridas, todos os han dejado porque no eran para vosotros. Podéis haber estado juntos un tiempo, pero como un cazo y una tapadera que no se adaptan. Mientras que dos almas que Dios ha creado juntas, están absolutamente hechas la una para la otra, nada puede separarlas y no tienen ningún temor de nada. Cuando, en una pareja, uno u otro tiene miedo de que un tercero venga a seducir a su compañero (y nada puede impedir que esto se produzca), ello significa que éste no es el verdadero bien-amado, el alma gemela. Una mujer ama a un hombre, pero éste se va con otra; un hombre ama a una mujer, pero ella le abandona... Las almas gemelas, por el contrario, se reconocen con una certeza absoluta y no pueden abandonarse.
El ser humano encuentra a su alma gemela doce veces durante todas sus encarnaciones terrestres. Pero lo más frecuente es que este encuentro provoque la muerte, porque las condiciones de existencia sobre la tierra se oponen a la realización de un amor tan perfecto, tan absoluto.
Pero no me entendáis mal: ahora que acabáis de saber que vuestro marido o vuestra mujer no es seguramente vuestra alma gemela, no vayáis a sentiros justificados para dejarle. Al contrario, en ese momento es necesario pensar que sois como dos asociados que tienen un trabajo que hacer juntos, y que es necesario que os entendáis bien hasta que la muerte os separe.
Desde el punto de vista filosófico se puede decir que nuestra alma gemela somos nosotros mismos, el polo opuesto de nosotros mismos. Si estamos abajo, el otro polo está arriba y comunica con el Cielo, con los Ángeles, con Dios, en la perfección y en la plenitud. Por esta razón en todas las Iniciaciones se enseñaba a los discípulos a unirse a este otro polo. En la India, el Jnani-yoga da métodos gracias a los cuales el yogui llega a unirse con su Yo superior, pues uniéndose a su Yo superior se une al mismo Dios.
En Grecia encontramos la misma idea expresada en la fórmula inscrita en el frontispicio del templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Evidentemente conocerse no significa conocer el carácter bueno o malo, con sus cualidades o sus defectos; no, eso es demasiado fácil. Está escrito en el Génesis: “Y Adán conoció a Eva” o “Abraham conoció a Sara”. El verdadero conocimiento es una fusión de los dos principios. “Conócete a ti mismo” significa: encuentra el otro polo en ti y llegarás a ser una divinidad. Si sois un hombre, el otro polo es una mujer, y la conoceréis como un amante conoce a su amada; pero no de la misma manera, pues esta fusión, este conocimiento, no se realiza en el plano físico sino en las regiones sutiles de la luz. Cuando penetréis en esa luz, llegaréis a ser Uno con vosotros mismos.
Se encuentra este mismo precepto expresado de forma un poco diferente en los Evangelios: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu pensamiento y con toda tu fuerza...” Aquí se sobreentiende que no se puede comulgar con el Señor más que a través del Yo superior. Lo mismo quería decir Cristo cuando dijo: “Nadie puede ir al Padre más que a través de mí...” Cristo es el símbolo del Hijo de Dios que está en cada alma como una chispa in-manifestada. Uniéndose a su alma superior el hombre se une a este principio de Cristo que está por todas partes, en todas las almas, y a través de él, se une a Dios. No podéis ir a Dios más que a través de vuestro Ego superior, puesto que es el que lo contiene todo y el que representa lo que existe de mejor y más puro en vosotros mismos. Por ello todas las doctrinas espirituales enseñan como alejarse por el pensamiento del mundo físico, material, para poder elevarse hasta el mundo sublime de la Divinidad, el principio de nuestra alma superior. Y como siempre existe una polarización, se crea una afinidad, una simpatía, un lazo con el principio complementario, pues el principio masculino es atraído siempre por el femenino y el femenino por el masculino.
Cada ser, poseyendo el otro principio en sí mismo, no puede encontrar a Dios más que a través del otro principio. Por ello la mujer encuentra a Dios a través del hombre, porque el hombre representa el otro principio y este principio la une al Padre Celestial. Y el hombre no puede encontrar la Divinidad más que a través del principio femenino, ya sea una mujer, la naturaleza en sí misma (que es un principio femenino), o la Madre Divina. Pero sin este principio femenino no hay impulso, ni inspiración, ni trabajo, no hay nada. Y sin la presencia del principio masculino, el principio femenino se queda sin forma, inerte, estéril. Id a estudiar cómo ha hecho las cosas la naturaleza: veréis cómo el sol que es el principio masculino, proyecta la luz, el calor y todo resulta vivificado.
Cada uno de vosotros busca su alma gemela. Pero sabed lo que dice la Ciencia iniciática; nadie puede encontrar nada exteriormente si no lo ha encontrado ya interiormente, puesto que incluso lo que encontréis fuera, si no lo hubiéramos encontrado antes dentro, pasarías por delante sin verlo. Cuanto más descubráis la belleza en vuestro interior, más la descubriréis exteriormente en el plano físico. Podéis pensar que si no la habéis visto antes es porque no estaba ahí... Sí, estaba ahí, pero permanecía invisible porque dentro de vosotros había algo que todavía no estaba despierto, desarrollado. Pero ahora que la habéis visto interiormente, también la veréis exteriormente, porque el mundo exterior no está hecho más que de reflejos del mundo interior. No busquéis nunca nada exteriormente si no habéis intentado primeramente encontrarlo dentro de vosotros. Cuando lo hayáis visto, encontrado interiormente, encontraréis vuestra alma gemela en vuestras meditaciones y contemplaciones; la encontraréis por todas partes, en el mundo entero, a través de los rostros, los lagos, las montañas, las plantas, los pájaros, y oiréis su voz.
He aquí una verdad importante que deben conocer todos aquellos que se aman, si no, su unión, su matrimonio será una catástrofe. Si el hombre ha encontrado en él el principio femenino, y la mujer el principio masculino, y si quieren servirlo y trabajar para él, entonces sí, que se amen, que se casen, su amor será una fuente de bendiciones. Por ello la mujer debe ver al Padre Celestial a través del hombre que ama, porque, simbólicamente, este hombre es el representante de Dios en la tierra. Y él debe ver a través de su amada a la Madre Divina, y amarla, contemplarla y servirla. En ese momento todos los tesoros se abrirán ante ellos y vivirán día y noche en el éxtasis y en la belleza. Si no, se decepcionarán, sufrirán, empezarán a hablar mal del hombre y de la mujer. Simplemente porque lo que han conocido el uno del otro no era ni su alma, ni su espíritu, sino los andrajos, los vestidos usados... Esto es lo que les ocurre a aquellos que no han querido conocer estas verdades; huyeron de la Escuela iniciática, no han querido instruirse, y se rompen la cabeza. El hombre se castiga a sí mismo cuando evita la luz que podría abrirle los ojos e iluminarle el camino.
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