Orígenes sociales de los derechos humanos. Luis van Isschot
medida que exploramos travesías personales a través de la esperanza, la desilusión y la supervivencia.7
Una de las personas a las que entrevisté mientras realizaba la investigación para este libro fue al presidente de Credhos, David Ravelo, quien fue encarcelado el 14 de septiembre de 2010. El 7 de diciembre de 2012, David Ravelo fue sentenciado a 18 años y 3 meses por homicidio agravado. Margaret Sekaggya, quien fuera reportera especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los defensores de derechos humanos de 2008 a 2014, ha afirmado que el caso contra Ravelo fue parte de un patrón de acoso legal contra los defensores de derechos humanos en Colombia.8 Decenas de organizaciones de derechos humanos colombianas e internacionales, así como expertos, han denunciado irregularidades en el proceso judicial al cual fue sometido Ravelo. Muchos observadores han indicado que el caso contra Ravelo, al igual que aquellos contra otros activistas sociales, se basaron en declaraciones de paramilitares desmovilizados que ofrecieron su testimonio a cambio de la reducción de condenas, de acuerdo con los términos de la polémica Ley de Justicia y Paz del año 2005. El testigo clave contra Ravelo fue el comandante paramilitar Mario Jaimes Mejía, alias ‘El Panadero’, quien actualmente está cumpliendo condena por su participación en la masacre de 32 personas en Barrancabermeja el 16 de mayo de 1998.9 En 2014, se anunciaron investigaciones contra ‘El Panadero’ por cargos de fraude y testimonio falso, en relación con el caso de David Ravelo, y por secuestro, tortura y asalto sexual en relación con el caso de la periodista Jineth Bedoya. El caso de Ravelo fue sometido a la Jurisdicción Especial para la Paz en 2015, y el defensor de derechos humanos recuperó su libertad en 2017.
Las experiencias de muchos activistas con quienes hablé y los interrogantes que plantearon fueron la fuente de inspiración de este libro. He sido sumamente afortunado al tener la oportunidad de investigar, escribir y enseñar acerca de las raíces de los movimientos de derechos humanos en América Latina. Esta obra fue desarrollada como resultado de la tensión creativa entre la investigación académica, la enseñanza y la práctica en materia de la justicia.
Notas
1 Santander, Cesar, Bolívar, Antioquia, Boyacá, Caldas y Cundinamarca.
2 Miguel Barreto Henriques, “El laboratorio de paz en el Magdalena Medio: ¿un verdadero ‘laboratorio de paz’?”, en Guerra y violencia en Colombia: herramientas e interpretaciones, editado por Jorge A. Restrepo y David Aponte (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2009), 504.
3 Liam Mahony y Luis Eguren, En buena compañía: el acompañamiento internacional para la protección de los derechos humanos (Santander, España: Universidad de Cantabria, 2006).
4 A partir de 1994, las Brigadas Internacionales de Paz mantuvieron equipos en Barrancabermeja conformados por media docena de observadores internacionales. En los años siguientes, otras organizaciones internacionales, incluyendo a Médicos Sin Fronteras, Christian Peacemaker Teams, Amnistía Internacional, Paz y Tercer Mundo, y otros establecieron proyectos en la ciudad. La ciudad se convertiría en un punto de referencia para muchos activistas internacionales. En mayo de 1999, Amnistía Internacional publicó por primera vez un reporte detallado sobre Barranca. Amnesty International, Barrancabermeja: A City under Siege (Londres: Amnesty International Publications, 1999).
5 En las audiencias del Senado de Estados Unidos para evaluar el progreso del Plan Colombia en octubre de 2003, testigos expertos y legisladores establecieron el vínculo entre el Plan Colombia, la erradicación de los cultivos de droga y la migración interna forzada. Según testigos expertos, en esa época hubo aproximadamente 2,5 millones de personas desplazadas internamente en Colombia. Committee on Foreign Relations, U.S. Senate, Challenges for U.S. Policy towards Colombia: Is Plan Colombia Working? (Washington, D.C.: U.S. Department of State, 2003), 34.
6 Adam Isacson, “Los nuevos dueños de Barranca: reporte del viaje de CIP a Barrancabermeja, Colombia, 6-8 de marzo del 2001” (Washington, D.C.: Center for International Policy, 2001).
7 He discutido el proceso de conducir entrevistas de la historia oral en Barrancabermeja en el ensayo “The Heart of Activism in Colombia: Reflections on Activism and Oral History Research in a Conflict Area”, en Off the Record: Unspoken Negotiations in the Practice of Oral History, editado por Stacey Zembrycki y Anna SheẠel (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2013), 239-254.
8 International Federation for Human Rights (FIDH), Colombia: caso de David Ravelo Crespo, Communiqué (noviembre 4, 2014), https://www.fidh.org/es/americas/colombia/16400-colombia-caso-de-david-ravelo-crespo#nb1.
9 “¿Las mentiras de ‘El Panadero’?”, El Espectador, septiembre 16, 2014; “‘El Panadero’, a juicio por el caso de la periodista Jineth Bedoya”, El Tiempo, septiembre 30, 2014.
Deseo agradecer a todas aquellas personas en Colombia que compartieron sus historias y experiencia conmigo. Extiendo un especial agradecimiento a Credhos por permitirme con gran generosidad consultar sus archivos, así como también a la Organización Femenina Popular, la Unión Sindical Obrera, la Pastoral Social y a todas las organizaciones de la región que me abrieron sus puertas y compartieron sus análisis.
Deseo expresar mi muy especial agradecimiento a Claudia Caicedo Núñez, la excelente traductora de esta edición de mi libro en español. La dedicación de Claudia a su labor es extraordinaria y para mí fue un verdadero placer trabajar con ella. Mi comprensión de la historia colombiana aumentó considerablemente durante las largas horas que pasamos enfrascados analizando párrafos, oraciones y términos en los dos idiomas. Gracias a Claudia, podré interactuar mucho más a fondo con los lectores latinoamericanos. Para mí, hablante para quien el español es una lengua heredada, es especialmente importante que mi libro sea impreso en el idioma de los miembros de mi familia que viven en Ottawa, Montreal, Washington, D.C., Quito, Guayaquil y Las Palmas de Gran Canaria, entre otros lugares.
Deseo agradecer a Miguel Fernández, Glenis Pérez, Mirjam Koppe, Elena Rey, Camilo Castellanos, ya fallecido, Eleanor Douglas, Katia Urteaga y a las Brigadas Internacionales de Paz, por su hospitalidad y apoyo en Bogotá y en Barrancabermeja. Agradezco también a todos mis amigos, maestros y mentores colombianas y colombianos, especialmente a Rosa Pinzón, Amanda Romero, Francisco Campo, Régulo Madero, Yolanda Becerra, Luisa Serrano, Leila Celis, Matilde Vargas, Pedro Galindo, Alfonso Torres Duarte, Mauricio Archila, Cristina Rojas, Pilar Riaño-Alcalá, Jorge González Jácome y Catalina Muñoz. A lo largo de gran parte del proceso gocé de la compañía y el respaldo de John Jairo Bedoya, quien me ofreció comentarios detallados sobre el manuscrito. Mi gratitud a la extraordinaria comunidad de académicos de Barrancabermeja, especialmente a Rafael Velásquez, quien ha arrojado abundante luz sobre la historia del pueblo indígena yareguíe. Gracias también a los historiadores barranqueños Jorge Núñez y Fernando Acuña, por sus apreciaciones y generosidad. Debo hacer un llamado especial a Germán Plata. Mi gratitud también se debe extender a William Mancera por su gran ayuda llevando a cabo la investigación en las bibliotecas de Bogotá.
Agradezco a Catherine LeGrand, por su energía y sabiduría. Cuando viví en Colombia en 1998, varios años antes de comenzar mi doctorado, un amigo que enseñaba historia en el Instituto Universitario de la Paz en Barrancabermeja me habló de Catherine LeGrand. Él no la había conocido, pero me dijo que ella había escrito un clásico de la historia colombiana y que yo no podía dejar de buscarla cuando regresara a mi hogar en Montreal. Nunca podría haberme imaginado cuán significativo resultaría ser su consejo.
Agradezco a Jesús Abad Colorado, por la maravillosa fotografía que aparece en la portada. Gracias a la dueña de Foto Estudio Joya de Barrancabermeja de quién compré en 2005 las impresiones fotográficas que aparecen en este libro.
Mi agradecimiento a Winifred Tate y Mary Roldán por sus comentarios detallados y su apoyo incondicional. Además,