La era de Stalin. David L. Hoffmann
la economía planificada, las deportaciones y los campos del Gulag tuvieron su origen en otros sitios. Debemos pues mirar más allá para entender la intervención social extrema que caracterizó al sistema estalinista.
Para aportar una nueva perspectiva del estalinismo, este libro lo situará en un contexto internacional, comparativo. Aunque suela ser considerada anómala, en realidad la historia soviética tiene sorprendentes paralelismos, al tiempo que importantes diferencias, con las historias de otros países. En el siglo XX se produjo un agudo incremento de la intervención estatal, y no solamente en la Unión Soviética, sino en otros países de Europa y de otras partes del mundo. En un tiempo de trabajo industrial y un masivo esfuerzo bélico, los gobiernos intensificaron sus intentos de manejar y movilizar a sus poblaciones. En este sentido, el estalinismo representó una encarnación particularmente violenta de prácticas estatales que se habían ido desarrollando durante siglos y alcanzaron su culminación durante la Primera Guerra Mundial y posteriormente.
Este empeño de moldear a la población comenzó ya en los siglos XVII y XVIII con el pensamiento de los cameralistas, que argumentaron la necesidad de que el papel del Estado fuese mayor para promover una sociedad más productiva. El testigo de los particulares intereses fiscales de estos cameralistas fue tomado por unos ideales más amplios en torno a la mejora del bienestar de las poblaciones. En el siglo XIX, las disciplinas en torno a las ciencias sociales y la medicina moderna ofrecieron nuevos modos de identificar y resolver problemas sociales. Un amplio espectro de profesionales —trabajadores sociales, urbanistas, inspectores de salud pública— intervinieron en las vidas de las personas para salvaguardar su salud y su bienestar. Algunos reformistas eran altruistas y perseguían aliviar el sufrimiento de los pobres de las ciudades, mientras que a otros les interesaba más la productividad económica y el orden público. En sí mismos los esfuerzos reformistas sociales fueron por lo general benevolentes e hicieron mucho por reducir la enfermedad y la pobreza. Pero a la altura del siglo XX, algunos gobiernos emprendieron intentos de transformación social más coercitivos y de mayor envergadura[8].
La Primera Guerra Mundial marcó un dramático incremento de la intervención estatal coercitiva. Muchas prácticas «estalinistas» —la economía dirigida por el Estado, la intervención estatal generalizada, las campañas de propaganda, las deportaciones a gran escala y el uso de los campos de concentración— no se originaron con Stalin y ni siquiera en Rusia, sino que fueron en cambio herramientas de gobierno que se extendieron por toda Europa durante la Primera Guerra Mundial. La economía planificada estalinista tomó como molde la economía alemana durante la Primera Guerra Mundial, en la que el gobierno estableció un extenso control sobre la producción y distribución de las mercancías. El sistema del bienestar soviético, que incluía pleno empleo, sanidad pública universal y pensiones por jubilación y discapacidad, reflejaba una tendencia paneuropea hacia las obligaciones mutuas entre el Estado y sus ciudadanos. El uso soviético de la vigilancia era una continuación de las prácticas establecidas por los gobiernos de todos los combatientes principales en la guerra[9]. El establecimiento de campos de concentración soviéticos —lo que se convertiría en el Gulag— estaba basado en un método de las guerras coloniales europeas que emplearon en esta Primera Guerra Mundial (bajo la forma de campos de internamiento) el Reino Unido, Francia, Alemania, Austria-Hungría y los Estados Unidos[10].
El sistema soviético se formó en un momento de guerra total —el momento en que confluían la Primera Guerra Mundial y la Guerra civil rusa—, de modo que las instituciones y las prácticas bélicas se convirtieron en los bloques con los que se construyó el nuevo orden político. Aunque el gobierno soviético, una vez en el poder, canceló la participación rusa en la contienda mundial, comenzó casi de inmediato a movilizar a la población para la guerra civil, y muchas de las prácticas de la guerra fueron prolongadas. Las burocracias y agencias estatales, incluida la policía secreta soviética, fueron establecidas para promulgar estas medidas, y no tardaron en convertirse en medios permanentes de sometimiento. El origen revolucionario del Estado soviético también implicó que sus líderes podían actuar sin límites tradicionales o legales a su autoridad. Aunque el intervencionismo se incrementó a lo largo de Europa en este tiempo, asumió una forma particularmente virulenta en el caso del estalinismo.
Entender el estalinismo como una particular versión de las prácticas estatales modernas no conlleva exonerar a Stalin y sus secuaces de la muerte y el sufrimiento que causaron. Las prácticas bélicas como las deportaciones y los encarcelamientos eran herramientas de control social que los líderes podían elegir usar o no. La actualización de la violencia de Estado estalinista fue el resultado del tipo de gobierno de la Unión Soviética y de las decisiones de sus mandatarios. El gobierno soviético era una dictadura sin restricciones constitucionales a su poder. Stalin y el resto de los mandatarios escogieron el uso de instrumentos de violencia de Estado para perseguir su agenda de industrialización rápida y transformación social.
Ningún factor aislado causó el estalinismo. Como en cualquier otro fenómeno histórico complejo, una serie de factores contribuyó al conjunto de políticas coercitivas promulgadas bajo el mandato de Stalin. A pesar de que el furor homicida de Stalin, las tradiciones políticas autoritarias rusas y la ideología marxista desempeñaron un papel, también hemos de considerar el contexto internacional más amplio en que el estalinismo tomó cuerpo. La Unión Soviética, como otros países subdesarrollados, necesitaba industrializarse rápidamente por una mera cuestión de defensa nacional. La escalada bélica de esta época también llevó a otros líderes políticos de Europa a implementar nuevas prácticas de movilización e intervención social. Entre ellas se dieron prácticas positivas (programas de bienestar y medidas de salud pública) e intervenciones negativas (vigilancia, deportaciones y encarcelamientos). Este libro explorará estas causas del estalinismo, y también describirá sus consecuencias sociales. Entre dichas consecuencias estuvo la muerte y el sufrimiento de millones de personas.
RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS
Para examinar las raíces del estalinismo, el capítulo primero comienza con la descripción del imperio zarista en los albores de la Primera Guerra Mundial. En aquel tiempo, Rusia era un país subdesarrollado con un gobierno que frustraba las reformas que se necesitaban. Fue solo a partir de las enormes demandas de la Primera Guerra Mundial que la autocracia zarista se ocupó de las necesidades sociales y dio curso a algunas iniciativas de salud pública. Presagiando lo que luego ocurría en la época estalinista, el gobierno zarista también puso en marcha durante la contienda medidas coercitivas de control económico y social. El capítulo trata después la Revolución rusa en sus dos etapas: la primera, el colapso de la autocracia zarista y su remplazo por el Gobierno provisional; y la segunda, la Revolución de Octubre en la que los bolcheviques se alzaron con el poder. El capítulo continúa con el análisis de la Guerra civil rusa y la década de 1920, el periodo de la Nueva Política Económica.
El segundo capítulo describe el primer periodo de mandato estalinista, 1928-1933, lo que los líderes del Partido Comunista llamaron «la era de construcción del socialismo». En esos años, el gobierno soviético eliminó el capitalismo y lanzó un plan de industrialización de choque con la intención de situar al país al nivel de las naciones más industrializadas de Europa. Estas políticas económicas desencadenaron agitaciones sociales masivas. Millones de campesinos se desplazaron a las ciudades para encontrar trabajo en la construcción de las nuevas factorías, y una ingente cantidad de mujeres de la ciudad pasó a trabajar en la industria pesada. Muchos trabajadores accedieron a oportunidades educativas cuando los dirigentes estalinistas, que desconfiaban de los «especialistas burgueses», trataron de crear una nueva élite técnica a partir del proletariado. La industrialización rápida fue posible gracias al control estatal de la economía y el encauzamiento de todos los recursos a la construcción de acerías y plantas de fabricación de maquinaria. El final de la agricultura privada forzó dio paso a la agricultura colectivizada, una política estalinista extremadamente coercitiva que significó la desposesión y deportación de varios millones de campesinos calificados como kulaks. En conjunto fue un periodo de tiempo caracterizado por severas privaciones económicas; el gobierno soviético introdujo el racionamiento, los niveles de vida se desplomaron y el hambre en la campiña dejó cerca de seis millones de muertos.
El capítulo tercero cubre el periodo posterior